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Recordando a un grande de la literatura latinoamericana
Este 26 de agosto es una de las fechas centrales del calendario literario del presente año: ese día se cumplen exactamente 100 años del nacimiento del escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984), renovador de la narrativa latinoamericana y uno de los autores preferidos por los lectores jóvenes de todas las generaciones. Junto con Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes formó el llamado boom, y su gran novela Rayuela (1963) es considerada como el “Ulises” latinoamericano.
La formación y el tardío reconocimiento
Hijo de un diplomático argentino, Cortázar nació en Bélgica durante la Primera Guerra Mundial. Recién a los cuatro años de edad llegaría a su patria, donde desde muy pequeño se convirtió en un gran lector, aunque su formación “académica” fue más bien modesta: estudió en un colegio fiscal y en 1935 se tituló como profesor de Letras en la Escuela Normal Mariano Acosta. A partir de entonces ejerció su profesión en pequeñas ciudades argentinas, a la vez que escribía sus primeros cuentos, en los que lo fantástico y surreal se mezcla con la vida cotidiana.
Y así pasó buena parte de su vida, hasta que en 1946 Jorge Luis Borges leyó uno de los cuentos de Cortázar (“Casa tomada”) y lo publicó en una de sus prestigiosas revistas. Fue el espaldarazo que Julio necesitaba para hacerse conocido como escritor. Poco después publicaría su primer libro, Los reyes, un poema dramático que fue casi ignorado por la crítica. Pero solo en los años cincuenta, con la publicación de sus tres primeros libros de cuentos —Bestiario (1951), Final del juego (1956) y Las armas secretas (1959)— llegó a ser considerado uno de los narradores más prometedores de su país.
Europa, el boom y el regreso al cuento
Preocupado siempre por la situación política argentina, además de hombre de izquierda, Cortázar fue un duro crítico de la dictadura de Perón, y por ello en los años 50 tuvo que dejar su país para irse a vivir a Europa, a España y Francia. En ese continente entablaría amistad con los escritores del llamado boom, que eran mucho más jóvenes que él: Julio era 22 años mayor que Vargas Llosa y 15 que García Márquez y Fuentes. Sin embargo, fue Cortázar quien escribió la novela más lúdica y experimental del boom: Rayuela, un libro que puede leerse de diversas maneras y en el que hasta se inventa un idioma, el “gíglico”. La novela se convirtió pronto en un gran éxito mundial (en su versión original y numerosas traducciones) y en un verdadero clásico de la literatura latinoamericana.
Cortázar escribió otras novelas, pero la crítica no suele darles tanta importancia como a sus libros de cuentos, género en el que es considerado un maestro: Todos los fuegos, el fuego (1966), Octaedro (1974), Alguien que anda por ahí (1977), Queremos tanto a Glenda (1980), entre otros. A estos libros se suman las colecciones de prosas breves, a medio camino entre la narrativa y la poesía, que fueron su aporte literario más personal: Historia de cronopios y de famas (1962), La vuelta al día en ochenta mundos (1967), Último round (1969), Un tal Lucas (1979), etc. Todos estos libros de cuentos y prosas mantienen plena vigencia y siguen siendo muy apreciados, especialmente por los lectores jóvenes.
En los últimos años de su vida, Cortázar se volvió un personaje polémico, especialmente por su izquierdismo y su simpatía por Fidel Castro. No obstante, su influencia es fácilmente reconocible en casi todos los narradores latinoamericanos de las siguientes generaciones. Sin duda, es uno de los más grandes escritores del siglo XX.
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