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Las muertes del sueco Lars Gustaffson y el húngaro Imre Kertész
La muerte parece haberse ensañado en los últimos meses con los escritores. Aquí en el Perú todavía lamentamos las desapariciones, en apenas dos semanas, de tres poetas sumamente admirados y queridos: Eduardo Chirinos, José Pancorvo y Américo Ferrari. En los últimos días, Europa ha perdido a también a dos de sus escritores más respetados: el sueco Lars Gustaffson y el húngaro Imre Kertész, Premio Nobel de Literatura 2002.
Lars Gustaffson
Poeta, novelista y filósofo, Gustaffson es uno de los mayores escritores suecos de las últimas décadas, tanto por la calidad como por lo abundante de su obra. Fue un intelectual sumamente crítico con las ideas académicas y políticas imperantes en su país; acaso por eso, la Academia Sueca nunca le concedió el Premio Nobel, a pesar de haber sido postulado numerosas veces y de haberlo merecido. Esas y otras coincidencias le hicieron ganarse el sobrenombre de “el Borges sueco”.
Nacido en la ciudad de Vasteras, el 17 de mayo de 1936 (el mismo año que Mario Vargas Llosa) y realizó sus estudios de Letras en la Universidad de Upsala, los que concluyó en 1960. Debutó literariamente con la novela Vägvila (1957), a la que siguió El poeta Brumberg. Últimos días y muerte (1959). Y fue en este género en el que alcanzó sus mayores logros; como La muerte de un apicultor (1978), un emotivo relato sobre la enfermedad y la agonía que se convirtió en éxito mundial, traducido a quince idiomas. En total, Gustaffson publicó más de un centenar de libros, entre novelas, poemarios y ensayos. Por ellos recibió reconocimientos como el Premio Internacional Charles Veillon (1983), el John Simon Guggenheim (USA, 1994) y recientemente el Premio Thomas Mann 2015 (Alemania). Murió el último domingo, tras una breve enfermedad, a los 79 años.
Imre Kertész
Más azarosa fue la vida de Imre Kertész. Nacido en Budapest, el 9 de noviembre de 1929, en una familia judía, tuvo la mala suerte de vivir en carne propia el holocausto judío. A los quince años de edad fue deportado y encarcelado en campos de concentración: primero Auschwitz y luego Buchenwald. Logró sobrevivir, pero la terrible experiencia lo marcaría para siempre. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Kertézs regresó a su Hungría natal y se desempeñó como periodista y traductor. Recién en la madurez se animó a contar su experiencia personal de la guerra, y lo hizo a través de una trilogía de novelas: Sin destino (1975), Fiasco (1988) y Kaddish por el hijo no nacido (1990).
Fue a partir de esta vasta trilogía, sumamente valiosa como testimonio y trabajo literario, que Kertész comenzó a ser reconocido como escritor. Se le otorgó el Premio de Literatura de Brandeburgo (1995), el Premio del Libro de Leipzig (1997) y el Premio Nobel de Literatura 2002 , “por una obra que conserva la frágil experiencia del individuo frente a la bárbara arbitrariedad de la historia”, según afirmó la Academia Sueca. Kertész ha seguido escribiendo excelentes novelas, casi siempre centradas en el holocausto, como Liquidación (2004). Murió el jueves pasado, a los 86 años de edad, cuando estaba a punto de publicarse su libro de memorias La última posada (2016).
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