El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
Nunca la muerte de un deportista ha tenido tanta repercusión en los medios de comunicación y las redes sociales. Y no es para menos, porque se trata del futbolista más grande de todos los tiempos: Diego Armando Maradona. Murió el día de hoy, en la ciudad de Buenos Aires, como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio. Y por ese motivo en Argentina, su patria, han declarado un duelo nacional de tres días.
Maradona no solo fue un futbolista técnicamente virtuoso, como ha habido muy pocos; también derrochaba energía y voluntad, lo que lo convertía en el motor y el corazón de su equipo, cualquiera que fuera. Y aunque el final de su carrera estuvo lleno de escándalos y sucesos desagradables, en gran parte eso fue generado por su espíritu siempre rebelde y transgresor, que lo llevó a equivocarse muchas veces, especialmente en temas políticos. Acaso las nuevas generaciones piensen que futbolistas actualmente vigentes, como Messi o Ronaldo, han conseguido mejores estadísticas (goles, trofeos personales, campeonatos locales, etc.); pero su presencia en las canchas nunca ha llegado a ser tan gravitante como lo fue la de Maradona. Por eso no han alcanzado las dimensiones míticas del Diego.
Maradona nació en la ciudad de Lanús Oeste, en el interior de Argentina, el 30 de octubre de 1960, y pasó su infancia en Villa Fiorito. Destacó como futbolista desde muy pequeño, y a los 13 años de edad ya ganaba campeonatos como parte de las divisiones inferiores del club Argentinos Juniors; incluso llegó a jugar en esa época en el Perú. Debutó en Primera División con ese equipo en 1976, unos días antes de cumplir los 16 años, y se consagró como goleador y mejor jugador de los campeonatos argentinos de 1978, 1979 y 1980. Desde 1979 integró las selecciones argentinas. Ese mismo año Argentina triunfó en el Campeonato Mundial Juvenil, torneo en el que Maradona fue elegido el mejor jugador. Esta primera etapa de su carrera culmina con su incorporación al club Boca Juniors.
El resto de la historia es mucho más conocido. Tras su participación con la selección Argentina en el Mundial de España 1982, Maradona pasó a formar parte del Fútbol Club Barcelona, uno de los equipos más importantes del mundo. Había llegado a lo más alto, pero también en esa época se iniciaron sus problemas de indisciplina y por el uso de sustancias tóxicas. Estuvo solo dos años en ese club (1982-1984), que no fueron muy exitosos, por las numerosas lesiones y polémicas. De ahí pasó al Nápoles italiano, equipo en el que el desempeño futbolístico de Maradona tomaría un segundo gran impulso. Algo que todos comprobaríamos sorprendidos en el Mundial de México 1986, en el que Argentina campeonó. En ese torneo Maradona le hizo a la selección inglesa el que es considerado el mejor gol de la historia: solo, recorriendo toda la cancha, y dejando regados a todos los rivales.
Esa época dorada se prolongó hasta 1990, años en los que llevó al Nápoles a ganar dos veces el campeonato italiano y una Copa UEFA; y a Argentina, el ya mencionado campeonato mundial y el subcampeonato en el Mundial de Italia 1990. Quienes lo vieron jugar en aquella época están completamente de acuerdo en que Maradona fue el mejor futbolista de todos los tiempos. Acaso solo se le puede comparar con el brasileño Pelé, por la potencia física y tipo de juego; pero Maradona era mucho más habilidoso y desequilibrante. Podía cumplir la función de mediocampista ofensivo (de número “10”, creador de jugadas) mejor que Messi; y también ser un delantero neto, capaz de enfrentarse a cualquier defensa, aspecto en el que superaba incluso a Ronaldo Nazario y a CR7. No ha habido otro futbolista como él, y probablemente nunca lo habrá. Por eso hoy el mundo llora su prematura e inesperada muerte.
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