Editorial Cultura

Corazones de hierro

Corazones de hierro
  • 05 de febrero del 2015

Crítica a la última película de guerra del director estadounidense David Ayer. Hace poco comentamos en esta misma sección la película rusa “El tigre blanco” (2013), un relato bélico ambientado a finales de la segunda guerra mundial, con Alemania a punto de rendirse. A ese momento histórico también nos remite “Corazones de hierro” (2014) la película del director David Ayer (Illinois, 1968), protagonizada por Brad Pitt y que actualmente se está exhibiendo en los cines limeños. Y las coincidencias entre estas dos películas van mucho más allá, pues ambas transcurren casi en su totalidad en el interior de un tanque —por lo que podríamos hablar ya de un subgénero de películas bélicas, con el antecedente paradigmático de la israelí “Líbano” (2009)—, y están centradas en las cambiantes relaciones personales entre los miembros de la tripulación de ese tanque. El director Ayer —reconocido guionista de películas de acción como “Día de entrenamiento” (2000) y “Rápido y furioso” (2001)— enfoca el relato en dos personajes opuestos: el sargento Don Collier (interpretado por Brad Pitt), un hombre hosco y cínico, curtido en mil batallas; y el joven e inexperto soldado Norman (Logan Lerman), en su primera misión. Collier guiará a Norman en su “aprendizaje” del oficio de soldado, en el propio campo de batalla, y a la vez lo convertirá en un hombre “adulto”. Así, si Logan al inicio de la película no sabe siquiera usar un arma, al final es uno de los tiradores más certeros del Fury (nombre que sus tripulantes han dado al tanque y título original de la película). Como suele suceder en lo mejor de la gran tradición de películas bélicas, el realismo descarnado se conjuga con la reflexión acerca de la violencia y el mal. Pero en esta ocasión el énfasis está puesto en las respuestas de cada uno de los personajes, en los extremos a los que pueden llegar impulsados por las dificultades y peligros que tienen que enfrentar. Y en ese sentido, la escena central de la película es aquella en que Collier y Norman encuentran, en una casa casi destruida, a un par de mujeres alemanas, una de ellas adolescente y verdaderamente hermosa. El sargento parece estar a punto de violarla, pero al darse cuenta de la actitud respetuosa y hasta enamoradiza de su subalterno, decide hacerle el juego. Al enterarse de la existencia de estas mujeres, los otros tres tripulantes del Fury reaccionan de la manera más grosera, machista y violenta. No obstante, poco después, en la escena final, los veremos a todos tomando decisiones heroicas y ofrendando sus propias vidas. A pesar de esta trama tan bien pensada (que nos presenta casi simultáneamente las grandezas y bajezas de estos soldados), “Corazones de hierro” no llega a ser una gran película, ni siquiera a estar a la altura de “El tigre blanco”, filme al que rinde “homenaje” en la secuencia del enfrentamiento contra un casi indestructible tanque alemán. Al presentar los excesos de la guerra como consecuencia de las debilidades humanas (como parece indicar el discurso religioso de “Biblia”, otro de los tripulantes del Fury) se le quita al relato su aspecto más valioso: la crítica de la guerra en sí misma. Estas y otras concesiones al ímpetu bélico norteamericano, le restan méritos a una película que, a pesar de eso, resulta mucho más interesante que otras más celebradas y favoritas para ganar los premios Oscar de este año. 05 - Feb - 2015  

  • 05 de febrero del 2015

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