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Crítica del más reciente filme de la directora de cine peruana
Claudia Llosa (Lima, 1976) apareció en la década pasada como la más prometedora guionista y directora peruana. Su primera película, la polémica Madeinusa (2006), obtuvo numerosos premios en festivales internacionales; la segunda, La teta asustada (2009), ganó el Oso de Oro en el prestigioso Festival de Cine de Berlín, el Premio Goya a Mejor Película Latinoamericana y hasta fue nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera. Llosa asumió su siguiente proyecto pensando en el mercado internacional: una película rodada en Canadá y con actores angloparlantes. Sin embargo Aloft (2015), no tuvo una buena recepción de la crítica. Aquí en nuestro país estuvo un par de semanas en cartelera, en escasas salas; y recién con las versiones en DVD y Blu-ray los peruanos estamos descubriendo esta interesante pero fallida película.
No llores, vuela (título que se le dio en el mundo hispano a la película) está basada en un guión de la propia Llosa y nos remite a las zonas más frías e inhóspitas de Canadá, para narrarnos la historia de una familia conformada por Nana Cunning —interpretada por Jennifer Connelly, ganadora de un Oscar por la película Una mente brillante (2001)— y sus dos hijos, Iván (Cillian Murphy) y Gully. Se nos presentan, paralela y alternadamente, dos momentos de esta historia: cuando los hijos son niños y Nana trata infructuosamente de buscar una cura para la enfermedad que padece Gully, recurriendo a todo tipo de curanderos; y veinte años después, cuando ya Iván es un adulto y lleva muchos años sin ver a su madre. En esta segunda etapa, quien realiza la búsqueda es Iván, a través de carreteras cubiertas de nieve y hielo, para encontrar a su madre, quien se ha convertido en una famosa curandera.
Estamos pues, en el universo temático más propicio de Claudia Llosa: dramas familiares, con culpas y errores del pasado (Madeinusa) y que precisan de largos y dolorosos procesos de sanación (La teta asustada). También están presentes sus más reconocidos recursos “formales”; como el empleo de elementos abiertamente simbólicos, en este caso los halcones que siempre acompañan a Iván, quien de niño es un aficionado y después, ya adulto, un experto en cetrería. Desde el título se señala que el vuelo de esos halcones se contrapone a los conflictos emotivos del personaje. Otro recurso que Llosa vuelve a usar con acierto es el paisaje, esta vez casi polar, que se conjuga bien con el tema y las características de los personajes. La mayor novedad son las dos historias contadas simultáneamente; y Llosa lo hace con eficiencia, sin exigir grandes esfuerzos de comprensión a los espectadores.
A pesar de todo ello, es obvio que No llores, vuela resulta una película mucho menos lograda; principalmente porque no está presente esta vez el riquísimo y contradictorio contexto social del Perú de hoy, uno de los aspectos más interesantes de sus dos películas anteriores. Sin él, las historias de Nana e Iván no pasan de ser un melodrama con tintes trágicos y hasta un poco recargado, como tantos que nos ofrece el cine mundial. Un melodrama en el que incluso hay algunos personajes y situaciones un tanto “problemáticos” en lo que respecta a la narración. Como ya ha señalado la crítica, se trata de una película fallida (incluso la versión final ha sido modificada posteriormente por la propia directora), pero que confirma el talento y el oficio cinematográfico de Claudia Llosa.
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