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Dos autores cumbres de sus respetivas tradiciones literarias
Hace exactamente 400 años dos de los más grandes escritores de toda la literatura universal murieron apenas con un día de diferencia: Miguel de Cervantes el 22 de abril de 1616, en Madrid y a la edad de 68 años; William Shakespeare al día siguiente (23 de abril), en Stratford-upon-Avon (Inglaterra) y a los 51 años de edad. Por ello, y a iniciativa de la Unesco, el 23 de abril se conmemora (desde 1995) el Día Internacional del Libro, con el objetivo de fomentar la lectura, la labor editorial y la protección del derecho de autor. ¿Pero es acaso solo una coincidencia que estos dos escritores, considerados clásicos y cumbres de sus respectivas tradiciones culturales (la española y la inglesa), hayan sido coetáneos?
Los críticos literarios, demasiado inmersos en sus respectivas tradiciones, no han dado una explicación satisfactoria a este hecho. Quien más ha escrito sobre el tema es el historiador del arte Arnold Hauser (Hungría, 1892-1978) autor de la monumental obra Historia social de la literatura y el arte (1951), en la que dedica amplios capítulos al llamado “manierismo”, la tendencia estética que sucedió al clasicismo renacentista y que antecedió al mucho más conocido “barroco”, y que se manifestó en la literatura, la música, la pintura, la arquitectura y en todas las otras expresiones artísticas. El arte manierista es refinado, lleno de oposiciones complementarias, y formalmente complejo; muy cercano al barroco, pero mucho más intelectual y racional que este.
Según Hauser en Don Quijote de la Mancha (la obra cumbre de Cervantes) están todos los rasgos esenciales del manierismo: la mezcla de elementos realistas con elementos fantásticos (se rompe la frontera entre lo real y lo irreal), la coexistencia de lo cómico en lo trágico y lo trágico (Don Quijote es por una parte un hombre virtuoso e idealista, pero al mismo tiempo es un personaje cómico y ridículo), la unión de la novela picaresca y la novela de caballerías (unión de contrarios) y el hecho de que la novela se nos va presentando en el momento de hacerse (lo metaliterario). También es manierista la ejecución de la novela, con una estructura laberíntica y llena de relatos subalternos.
Las mismas características la encuentra Hauser en las más importantes tragedias shakespereanas. La mezcla de elementos realistas y fantásticos se hace evidente, por ejemplo, en Macbeth y Hamlet, tragedias que se inician precisamente con escenas que remiten a mundos irreales: las tres brujas de Macbeth brujas y la irrupción del fantasma del padre, respectivamente. Los protagonistas de ambas obras saltan constantemente de uno a otro “mundo”, lo que sella su fatal destino. La mezcla de lo cómico y lo trágico alcanza su mejor expresión en el famoso monólogo de “ser o no ser…” en el que Hamlet reflexiona sobre la muerte al encontrar el esqueleto de un bufón que lo hizo reír de niño. Y también la estructura de estas tragedias es laberíntica, incluso con representaciones teatrales insertas en ellas.
Se suele considerar a Shakespeare y a Cervantes como los grandes fundadores de la literatura moderna. Extrapolando las ideas de Hauser, podríamos decir que la época en que estos autores vivieron, la del arte manierista, fue también el inicio del mundo “moderno”. Recordemos que en aquella época también se inició el protestantismo (con las críticas del teólogo alemán Martín Lutero a la iglesia Católica) y se produjeron la colonización de América y otros sucesos que cambiaron al mundo europeo y occidental de manera irreversible.
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