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Autor de más de medio centenar de películas, que le valieron los más importantes premios cinematográficos en todo el mundo, el director y guionista sueco Ingmar Bergman es, sin lugar a dudas, uno de los creadores más reconocidos e influyentes de toda la historia del cine. Así lo han reconocido directores tan diferentes como Stanley Kubrick, Woody Allen, Martin Scorsese y Pedro Almodóvar. Incluso en el año 1997, en la 50° edición del Festival de Cannes, se reunieron todos los directora que alguna vez habían sido premiados en ese festival y, y mediante votación unánime, eligieron a Bergman como “el mejor director de cine de todos los tiempos”. El próximo 14 de julio Bergman (quien murió en el 2007, a los 89 años de edad) cumpliría cien años, un buen motivo para volver a su siempre vigente filmografía.
Ingmar Bergman nació en Upsala, una pequeña ciudad cercana a Estocolmo (Suecia), el 14 de julio de 1918. Fue hijo de un estricto pastor luterano, quien dio a sus hijos una educación profundamente religiosa. Por eso no extraña que la religión, la fe y la vida espiritual en general sean temas constantes en la obra del cineasta. Ingmar hizo sus estudios universitarios (Letras e Historia del Arte) en Estocolmo, época en la que se aproximó al teatro, inicialmente como guionista. A inicios de los años cuarenta ya trabajaba como ayudante de dirección en el Teatro de la Ópera Real de Estocolmo, a la vez que escribía guiones y cuentos. Uno de eso guiones fue elegido por el director Alf Sjöver para convertirlo en la película Tortura (1944), que tuvo muy buena recepción de la crítica. Ese éxito decidió a Bergman a continuar escribiendo guiones y a incursionar en la dirección. Su debut fue con Crisis (1945), película a la que pronto siguieron Llueve sobre nuestro amor (1946), Mujer sin rostro (1947) y Música en la oscuridad (1948), en una verdadera explosión de creatividad. Para 1955 ya contaba con una veintena de películas, casi todas dramas densos y cargados de simbolismo, y con un creciente prestigio internacional, aunque aún limitado a los ámbitos intelectuales.
Es entonces que se inicia la etapa más brillante de la obra de Bergman, extrañamente con una comedia: Sonrisas de una noche de verano (1955), que fue un gran éxito en toda Europa y Estados Unidos. A esa película le seguiría El séptimo sello (1956), considerada por muchos como la obra maestra de Bergman. Se trata de una historia ambientada en la Europa medieval, durante la terrible peste negra. En ese contexto, el caballero Antonio Block y su escudero Juan regresan a su patria (Suecia), después de participar en una de las Cruzadas. Tras luchar por su fe durante años, están cansados y abatidos, pero solo encuentran dolor, miseria y muerte. Block comienza a cuestionar la validez de la religión y a preguntarse sobre el sentido de la vida, cuando se encuentra con la propia muerte, personificada por el actor Bengt Ekerot. Y para ganar tiempo (y llegar a su castillo, donde lo espera su esposa), Block desafía a la muerte a una partida de ajedrez. En los días que dura esa larga partida, va apareciendo una interesante galería de personajes secundarios: un juglar con su esposa (José y María), un predicador convertido en delincuente, un grupo de actores ambulantes, etc.
Las acciones de El séptimo sello se desarrollan paralelamente en dos planos, el real y el alegórico. Una estrategia similar emplea Bergman en su siguiente película Fresas salvajes (1957), otra de sus obras maestras. Pero en esta nueva película el plano irreal y alegórico está constituido por los recuerdos de infancia del protagonista, un viejo médico que también regresa a su tierra natal para celebrar los 50 años de ejercicio de su profesión. A medida que recorre los campos en los que jugaba con sus primos, en los que recogían fresas silvestres (de ahí el título de la película), el doctor Borg no solo vuelve a vivir esas experiencias (con su apariencia de anciano), sino que además tiene una serie de sueños extraños (llenos de símbolos que evocan a la muerte y el paso del tiempo) y se encuentra con un grupo de jóvenes que, de alguna manera, encarnan diversos aspectos de su propia personalidad. Fresas Salvajes ganó premios como La Palma de Oro, El Oso de Oro y hasta fue nominada al Oscar
Es larga la lista de grandes películas que posteriormente nos entregó Bergman. Entre ellas figuran El manantial de la doncella (1959, nominada al Oscar), Como un espejo (1962, Oscar a Mejor Película Extranjera), Gritos y susurros (1974), Cara a cara al desnudo (1977), Sonata de otoño (1978) y Fanny y Alexander (1984, Oscar a la Mejor Película Extranjera). Pero sin lugar a dudas su obra más ambiciosa y experimental es Persona (1966), una pequeña joya en la que la poesía y el cine se funden. Un relato enfocado en la compleja relación entre dos mujeres (una actriz con problemas mentales y su enfermera), que es a su vez una reflexión sobre la identidad, la soledad, el arte y hasta el propio cine (como se muestra en su famosa secuencia inicial).
A un siglo del nacimiento de Bergman, su obra mantiene plena vigencia y sigue siendo objeto de estudio para cineastas, psicoanalistas y ensayistas. La mayoría de las películas mencionadas en este artículo están disponibles (incluso en versiones dobladas al español) en Internet, en YouTube y portales similares. Acaso ese es el mejor homenaje que nuestro globalizado mundo actual le ha hecho al gran maestro sueco.
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