Editorial Cultura

Caiga quien caiga

Versión fílmica de la caída de Vladimiro Montesinos

Caiga quien caiga
  • 30 de agosto del 2018

 

Con grandes expectativas ha sido recibida la película Caiga quien caiga, ópera prima del director peruano Eduardo Guillot Meave. Y no era para menos, pues se trata de la versión fílmica del libro del mismo nombre, escrito por el ex procurador José Ugaz, en el que se narra la caída del régimen fujimorista que gobernó a nuestro país en la década de los noventa. Una historia enfocada en la figura del polémico asesor Vladimiro Montesinos, quien ya se ha convertido en todo un símbolo de la corrupción y el abuso del poder en nuestro país. ¿Está la película a la altura de las expectativas y de la trascendencia de la historia que cuenta? Lamentablemente no lo está. Pero de todas maneras resulta un saludable intento de llevar a las pantallas los entretelones del poder político en el país, especialmente en momentos en que la corrupción parece aflorar en todos los ámbitos. Y también es una confirmación de la calidad y del profesionalismo del trabajo de Miguel Iza, actor que aquí representa a Montesinos y lo convierte en el verdadero protagonista.

Las acciones se inician con la ruptura entre Fujimori y Montesinos, cuando el asesor pasa a la clandestinidad y el presidente empieza los operativos (que eran más que nada una farsa para los medios) para capturarlo. Como parte de esos operativos, Ugaz (entonces un prestigioso abogado) es convocado como procurador ad hoc para que reúna las pruebas necesarias para encarcelar a Montesinos. Así, seguimos paralelamente las trayectorias de los dos protagonistas: Montesinos viajando a Panamá y regresando al Perú a tratar de recuperar el poder perdido, y a Ugaz buscando aliados y siendo amenazado constantemente por las oscuras fuerzas de la corrupción. Como se recuerda, al regreso de Montesinos se produce la gran pugna por el poder con Fujimori, quien finalmente gana. Esto obliga al asesor a salir del país clandestinamente, en un velero. Después de muchas peripecias llega a Venezuela, donde la pasa muy mal, y posteriormente es deportado al Perú.

Ya este resumen nos muestra uno de los grandes problemas de Caiga quien caiga: la diferencia entre las dos historias que se cuentan paralelamente. Mientras en la de Montesinos hay viajes, aventuras, conversaciones decisivas y hasta algunos atisbos de la compleja psicología del personaje, en la de Ugaz todo es intrascendente. Ugaz es un personaje demasiado estereotipado y acartonado: buen padre, excelente hijo, profesional intachable, etc. Los intentos de darle alguna “humanidad” en la ficción son verdaderamente burdos, y se convierten en los peores momentos de la película: el secuestro de la hija, la conversación con el padre hospitalizado y el breve romance con la periodista de IDL. Una muestra de la intención de la película de convertir a Ugaz (interpretado sin mucho acierto por el actor Eduardo Camino) en héroe impoluto es que nunca se le muestre al lado de Fujimori (en la realidad hicieron varias presentaciones públicas juntos), quien solo aparece a través de reportajes televisivos de la época.

Hay muchos otros reparos que hacerle a la película: el pobre manejo de los personajes secundarios (especialmente las mujeres vinculadas a Montesinos), la falta de tensión dramática (no hay una “graduación” de las situaciones, ni un momento “pico”, solo una sucesión vertiginosa de acontecimientos) y, lo que nos parece más grave, lo “incompleto” del retrato del poder político en el Perú de la época (nuevamente, la ausencia de Fujimori resulta determinante). Pero sería injusto dejar de señalar los aciertos, como el ritmo narrativo o la muy buena fotografía, especialmente de los paisajes urbanos. Pocas veces Lima ha sido retratada de esta manera y en sus más diversos ámbitos. A ello se suma el valor de mostrarnos los extremos a los que se llegó en el país por la corrupción y el abuso de poder. Esas virtudes son más que suficientes para hacer de Caiga quien caiga una película recomendable.

 

  • 30 de agosto del 2018

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