El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
Crítica a la obra ganadora del Oscar 2015 a la mejor película.
Las decisiones de la Academia de Hollywood acerca del Oscar suelen ser polémicas. Pero este año no solo la elección de Birdman, del director mexicano Alejandro González Iñárritu (Ciudad de México, 1963) como la película del año genera polémicas; también la propia película, que ha dividido en dos incluso a la crítica especializada: los que piensan que se trata de una obra maestra, y los que más bien opinan que se trata de una demostración de los excesos a los que puede llegar la pedantería cinematográfica. Una polémica que se inició mucho antes de la noche del Oscar, pero que desde entonces se ha profundizado.
La trama de Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) se puede resumir fácilmente: el actor Riggan Thomson (interpretado por Michael Keaton), que alguna vez fue una estrella de cine, quiere recuperar algo de la fama perdida y ganar un poco de prestigio cultural (que nunca tuvo) adaptando y protagonizando una versión teatral de uno de los más reconocidos cuentos de Raymond Carver. Para ello, Thomson cuenta con un grupo de actores más bien mediocres, entre los que destaca claramente Mike Shiner (Edward Norton) y con la colaboración de personas de su entorno personal, como su propia hija. Todas las acciones transcurren en los pasadizos e interiores del teatro, durante la semana previa al estreno, evento con el que culmina la película.
Así, la película es una “puesta en escena” cinematográfica de una “puesta en escena” teatral. Por ello, hay muchos guiños “artísticos”, propios del metalenguaje especializado de los creadores (escritores, directores de cine). Entre esos guiños está, por ejemplo, el que Keaton tenga un pasado similar al de su personaje (protagonizó las dos primeras películas “importantes” de Batman, aquellas dirigidas por Tim Burton en 1989 y 1992). También la pretensión de hacer que gran parte de la película parezca filmada en “una sola toma” lo que obliga a la cámara a hacer tortuosos recorridos por el interior del teatro, y a la vez a los actores a pasar en pocos momentos de un registro dramático a otro (de lo cómico a lo trágico, por ejemplo). En ambos casos, la película logra mantener un nivel aceptable, no sin dejar notar cierto “problemas” en el guión.
Otros guiños son los “solos” de batería (del tipo de los que acompañan a los monólogos del stand up comedy), que en gran parte de la película reemplazan a la música, y que enfatizan el carácter irónico de los diálogos; aunque después de un rato, esos solos resulten demasiado repetitivos. También los diálogos de Thomson con Birdman (el personaje de cómic que lo hizo famoso como actor y que se ha convertido en la voz de su conciencia), en los que suele haber una gran carga crítica a Hollywood como creadora de películas banales pero sumamente lucrativas. Hay además los clásicos juegos “metaliterarios”, saltos entre los diversos niveles de “realidad” dentro de la ficción (como si se tratara de sueños dentro de otros sueños); así, vemos a algunos personajes morir y en la siguiente secuencia continuar sus vidas como si nada hubiera pasado. Aquí también es la maestría del director y el buen uso de los recursos cinematográficos lo que le permite salir bien librado del reto. Sin embargo, todos esos detalles hacen de Birdman una película demasiado esteticista y pedante, solo recomendable para expertos en cine.
12 - Mar - 2015
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