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Sobre el reciente deceso del notable compositor Manuel Acosta Ojeda.
La semana pasada, el miércoles 20, murió uno de los últimos grandes autores de la música criolla: Manuel Acosta Ojeda. Amigo inseparable del gran guitarrista Carlos Hayre, con quien hizo un dúo en los años cincuenta, MAO perteneció a la segunda generación de músicos criollos —de Chabuca Granda, Óscar Avilés, Jesús Vásquez y Augusto Polo Campos, entre otros—, la que llevó este género musical a sus más altas expresiones. Fino letrista y reconocido por su sensibilidad social, hasta el final de su vida trabajó por la difusión de la música popular peruana.
Manuel Acosta Ojeda nació en los bohemios Barrios Altos del distrito del Cercado, más precisamente en la Maternidad de Lima, el 16 de marzo de 1930. Sus padres eran provincianos, del sur del país: la moqueguana María Luisa Ojeda y el arequipeño Alejandro Acosta, un dirigente sindical aprista muy activo. Por eso Manuel desde muy joven asistió a manifestaciones y se formó leyendo a autores como César Vallejo y José Carlos Mariátegui. Pero serían sus amistades de adolescencia, entre ellos Hayre, quienes decidirían su destino de cantautor y bohemio. Así, apenas terminado el colegio, recorría los bares y restaurantes de Surquillo, donde cantaba boleros de moda y ´también música criolla. Y así fue que hizo amistad con escritores como Julio Ramón Ribeyro, Juan Gonzalo Rose, Alejandro Romualdo y Francisco Bendezú.
La principal contribución de MAO a la canción peruana fue en el campo de las letras. Acaso debido a sus tempranas lecturas (guiadas por su padre) y a su educación en buenos colegios (Salesianos de Breña y José maría Eguren de Barranco), en sus versos se puede encontrar un acierto aliento literario, tanto en la estructura como en el uso de recursos retóricos, que le hicieron ganar el sobrenombre de “el poeta de la canción peruana”. Con estas herramientas abordó los temas más sencillos y cotidianos logrando canciones memorables como “En un atardecer”, “Cariño” y especialmente “Madre”, todas popularizadas por Los Chamas, uno de los grupos más importantes en la década de 1950. Los versos iniciales de “Madre” grafican bien la calidad de estas canciones: “Madre, cuando recojas con tu frente mi beso / todos los labios rojos, que en mi boca pecaron / huirán como sombras cuando se hace la luz”.
A partir de los años sesenta, la obra de MAO se fue centrando cada vez más en la temática social, como lo demuestra desde el título uno de sus álbumes de entonces: Canción protesta (1966). Hasta logró convencer de seguir esta línea creativa a compositores tan reconocidos dentro de la canción criolla como Luis Abelardo Núñez, Eduardo Márquez Tallado y Pablo Casas, en el álbum El nuevo día (1970), dedicado íntegramente a las luchas sociales y a los trabajadores. Ya entonces se desempeñaba como secretario del Sindicato de Artistas Folklóricos y presidente de la Sociedad de Autores y Compositores Peruanos (SAYCOPE).
Otras facetas de su personalidad son su trabajo de actor en películas como “La Familia Orozco” (1976) y “Gregorio” (1980); y su constante presencia en diarios y medios masivos, siempre difundiendo la música popular peruana. Hasta pocos días antes de su muerte dirigió el programa “Encuentros en la radio”, en Radio Nacional del Perú, en el que conversaba con los nuevos y viejos valores de la música popular peruana.
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