J. Eduardo Ponce Vivanco

Vizcarra y Trump

Los parecidos sobrepasan a las diferencias

Vizcarra y Trump
J. Eduardo Ponce Vivanco
17 de diciembre del 2020


Ambos juegan el rol mediático de la falsa “sinceridad” y el dramatismo del gesto. Los dos saben que así engañan a masas de incautos que creen en ellos con incomprensible fidelidad. 

Uno creció con una ambiciosa empresa provincial de construcción y el otro con un enorme negocio inmobiliario en Nueva York. Uno ha sido presidente y el otro está próximo a dejar de serlo; pero ambos están decididos a continuar en política, convencidos de que –a pesar de todo– sus pretendidos “éxitos” pueden impulsarlos en el futuro.

Los motiva la ambición tanto como la necesidad de lograr que “la política” los ayude a librarse de los entuertos que protagonizaron antes de ser presidentes y cuando lo han sido. 

Uno tiene un peinado tan vaporoso como inexplicable, mientras que el otro usa una marcial gomina. Uno es regordete y el otro espigado, además de narigón. Pero los dos se expresan con una convicción inversamente proporcional a su pobre o discutible ejecutoria, y sus discursos calan en ingenuos dispuestos a creerles y apostar por ellos en las encuestas y, probablemente, en las ánforas.

Ambos son populistas acérrimos, aunque tratan de disimularlo en formas diferentes. Y los dos han cometido errores monumentales, compitiendo en el pésimo manejo de la pandemia del coronavirus y sus tremendas consecuencias económicas y laborales. 

La gran diferencia es que Trump entusiasmó siempre a Wall Street y alentó a los mercados bursátiles, mientras nuestro Vizcarra despreció la economía liberal y la empresa privada. 

Pero los dos han quebrado o intentado quebrar las instituciones de sus países, y han sido poderosos motores del populismo. Una competencia que Vizcarra ganó de lejos con reformas políticas que fueron un monumento al oportunismo más irresponsable. Baste mencionar su inconstitucional cierre del Congreso y la absurda prohibición de que nuestros parlamentarios postulen a la reelección, fracturando así las posibilidades de continuidad y profesionalismo en la política.

La solidez constitucional de los Estados Unidos ha impedido que los excesos de Trump causen daños perdurables. Pero nuestra frágil institucionalidad no ha resistido a los embates populistas e irresponsables de Vizcarra que destrozaron a los partidos y al Congreso, dejándonos un desolador panorama para las próximas elecciones.

Ambos tienen contenciosos en los tribunales de justicia, aunque nuestro ex mandatario ha decidido refugiarse bajo el manto de la inmunidad parlamentaria, que tantas veces ha criticado retóricamente. Y ambos han infringido graves heridas al civismo y la moral pública de sus países. Pero a diferencia de Trump, Vizcarra ha forjado una alianza vergonzante con un político que lo denostó groseramente.

Los casos de Vizcarra y Trump pueden parecer distantes entre sí, pero tienen un fuerte elemento común: el desparpajo con el que ambos intentan explicar sus transgresiones a la moral política.

J. Eduardo Ponce Vivanco
17 de diciembre del 2020

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