Eduardo Zapata
Violencia y fake news visuales
Una imagen manipulada miente más que mil palabras

Una decidida mujer, con vestimenta aymara, aparece esgrimiendo su honda –ella sola– frente a una hilera de policías cubiertos con escudos protectores. Tres mujeres con iguales características que la primera pero con niños en las espaldas se desprenden del resto de personas que las acompañan, frontalmente avanzan hacia una hilera de policías y se ven envueltas en gas lacrimógeno. De inmediato las imágenes nos llevan a la asociación represión y abuso con el agravante de que el abuso se comete a mujeres indefensas y aun niños.
Una imagen vale más que mil palabras, reza una vieja expresión. Y ello es más cierto que nunca en la sociedad del espectáculo en la que vivimos. Sobre todo si la imagen ha sido producida cuidadosa y profesionalmente y si ello ha supuesto, entonces, clara atención a los insights del receptor al cual se busca impactar.
Y vaya que desde el inicio, la violencia física y psicológica ha tratado de ser ´vendida´ no solo verbalmente sino también a través de documentación gráfica. Las bien producidas fotos que nos muestran mujeres típicamente andinas enfrentadas en solitario y heroicamente a las ´fuerzas represivas´ nos hablan ya de cuidadosa producción profesional de las imágenes.
Cuando en 1936 Time compra los derechos de Life comenzó a hacer de esta última revista un epítome del fotoperiodismo. Aprovechando el generoso formato de la revista los talentosos fotógrafos dejaron testimonios realmente épicos producto de sus inteligentes capturas. La tradición decía que al pensamiento y a la abstracción solo se llegaba con palabras; las páginas de Life nos hablaban de altos procesos de abstracción y pensamiento detrás de cada imagen. Estudios posteriores del MIT demostrarían científicamente la verdad de este aserto.
Sin embargo aún hoy, cuando hablamos de fake news solemos referirnos solo a palabras; a lo más, al pie de alguna fotografía. Pues en verdad poco analizamos las fotografías y más bien –como antaño- damos por descontado que son simples reproducciones de la realidad misma o meras ilustraciones de lo verbal.
Sabemos que el concepto fake news alude a aquellas trazas preferentemente verbales –lo hemos dicho– capaces de generar desinformación. En el caso de las fotografías descritas al inicio de esta nota nos encontramos no solo con imágenes bien producidas de antemano, con tomas y tiros de cámara muy bien elegidos y con la clara intención de despertar una adhesión emocional –por encima de toda racionalidad- entre los receptores. Receptores del Perú, claro está, pero sobre todo receptores del mundo cuyos insights responden no solo a la visión maniquea que se tiene desde occidente de las sociedades latinas sino a un fenómeno que aquí llamaremos culpismo y que desarrollaremos en nota posterior.
Sabemos de la bravura de la mujer andina. Pero sabemos también que en la mayoría de los registros fotográficos de la violencia que viene ocurriendo en el Perú las mujeres no están necesariamente delante sino más bien son parte del todo. De modo que singularizar mujer vestida de aymara, mostrarla épicamente en la avanzada con algún arma que, como la huaraca, es parte común de su cotidianeidad y añadirle niños a sus espaldas contribuye, muy eficientemente –todo ello contrastado visualmente con la parafernalia que caracteriza a las policías del mundo– contribuye, decíamos, a visualizar el recurrente decir: aquel de la ´criminalización´ de la protesta.
COMENTARIOS