Darío Enríquez

Vamos a poner un poco de orden

Premisas y conceptos claros para el ballotage

Vamos a poner un poco de orden
Darío Enríquez
20 de abril del 2021


En medio de la sensación de desconcierto frente a una gran fragmentación de voto ciudadano, enfrentamos un
ballotage entre dos fuerzas que juntas apenas superan el 25% de los votos emitidos (y no llegan al 33% de los votos válidos). Todo ello genera una gran incertidumbre respecto a la estabilidad, gobernabilidad y legitimidad mínimas requeridas para enfrentar (otra vez) un proceso de reconstrucción nacional, producto de pésimas gestiones gubernamentales. Especialmente entre 2011 y 2021; y más precisamente en el último nefasto año, con las administraciones del vacado e inhabilitado corrupto Martín Vizcarra y del versallesco adormilado Francisco Sagasti.

Ese desconcierto se hace bastante patente entre analistas, opinólogos y comunicadores, que repiten poco reflexivamente ciertas muletillas a partir de premisas que entendemos erróneas. Revisaremos tres de ellas para establecer, por contraste, una base más sólida en busca de poner en evidencia tanto prejuicios como falsos diagnósticos que nos impiden abordar eficazmente nuestra compleja realidad.

1

"Es la protesta del Perú profundo". La protesta es generalizada y no es patrimonio exclusivo de ningún colectivo ni grupo poblacional caracterizable en particular. Esa protesta ha encontrado múltiples, diversas y fragmentadas opciones electorales, ninguna superior al 12% de votos emitidos. Por otro lado, eso de "profundo" termina siendo mala poesía, cuando no una muestra de compensación culposa frente a los "excluidos". Es una pérfida manifestación de racismo, clasismo y discriminación étnico-geográfica. No requieren compasión sino acceso a oportunidades, lo que será posible en gran medida con un mercado libre y un Estado que acompañe el proceso (no que imponga caprichos constructivistas). Basta escuchar el fraseo que el díscolo César Hildebrandt hace de esa "izquierda folclórica e ignorante" para que lo veamos en verdadera magnitud y no bajo eufemismos.

2

“Lima no es el Perú”. Pero nuestra gran metrópoli acoge al 30% de los habitantes del Perú, produce cerca del 50% del PBI y, como ninguna otra, recibe inmigrantes internos de todos los puntos cardinales, además de la inmensa mayoría de inmigrantes externos. Es un espacio demográfico y sociocultural que rebosa de mestizaje y diversidad, un espacio de, por y para "todas las sangres" por excelencia. De hecho, la legislación electoral discrimina a Lima asignando solo 33 representantes en el congreso cuando debería corresponderle al menos 43.

3

“Lima vive de espaldas al resto del Perú”. ¿Pero, por qué tendría que vivir "de frente"? Lima no tiene ni debe tener el rol de un tutor de menores respecto del resto. Cada región debe hacer lo suyo. El presupuesto y en especial el canon minero, se ha distribuido generosamente en todo este tiempo. En las regiones han despilfarrado, mal gestionado y hasta robado miles de millones. Se critica el centralismo limeño, pero al mismo tiempo se exige que cumpla un papel paternalista. Ya es hora de debatir seriamente sobre ir hacia autonomías regionales tan abiertas como sea posible, hasta llegar a un federalismo en que cada región se haga responsable de su propio destino. Si los gobernadores regionales del "Perú profundo" se han mostrado incapaces, derrochadores y corruptos, asuman su responsabilidad por haber elegido a personajes como Gregorio Santos (Cajamarca), Vladimir Cerrón (Junín), Jorge Acurio (Cusco), Walter Anduviri (Puno) y Elmer Cáceres Llica (Arequipa), entre muchos otros.

4

Vayamos ahora a los conceptos. Hay muy pocos que no quieran cambios, la diferencia es el cambio que se propone. Un capitalismo con programas sociales (múltiples variantes y adaptaciones) es lo que funciona en el mundo. El estatismo socialista es un delirio absurdo que no funciona. Se ha intentado en todos los continentes y en todas las culturas. No funciona. Ni los disciplinados, organizados, laboriosos y rigurosos alemanes lo lograron: Alemania socialista implosionó en 1989 y sus despojos fueron reconstituidos y reconstruidos por la Alemania capitalista. Esto no es una opinión, sino que son datos duros.

Debemos ser cuidadosos con las falacias que se propagan para confundir a ingenuos. Se dice que Nueva Zelanda, Canadá o Dinamarca, por ejemplo, serían socialismos exitosos. Absolutamente falaz. Si revisamos el ranking 2021 de libertad económica de la Fundación Heritage (*) para 178 países en el planeta, los tres mencionados se encuentran en el top 10 (2, 9 y 10 respectivamente). Por su lado, en el bottom 10 encontramos a conocidos estatismos socialistas como Bolivia (172), Sudán (175), Cuba (176), Venezuela (177) y Corea del Norte (178). La prosperidad está altamente correlacionada con el grado de libertad económica. Nuestro Perú ocupa el puesto 50 de 178, mientras Chile es 19, Uruguay 44, Colombia 49, Panamá 62, México 65, Costa Rica 72, Paraguay 84, Brasil 143, Argentina 148 y Ecuador 149. Necesitamos más libertad económica y menos estatismo.

Tenemos así que los países más prósperos no son socialistas ni por asomo, sino capitalistas con programas sociales; y estos programas se implantaron progresivamente, gran parte de ellos mucho después el país logró una prosperidad sostenible. También debemos tener en cuenta, y nunca olvidar, que el Estado no tiene dinero propio, sino que toma coactiva y coercitivamente –vía impuestos– parte importante de la riqueza que los ciudadanos generamos con nuestro trabajo y esfuerzo. En países como Nueva Zelanda, Canadá o Dinamarca –entre muchos otros– no es ni por asomo como los Estados socialistas: hay libre empresa; no hay confiscaciones, y si es que se producen excepcionalmente, se paga un justiprecio; no hay presos políticos; hay libertad de prensa y diversidad de partidos políticos; si bien hay algunas empresas estatales, estas son intervenciones puntuales que se manejan con diferencia clara entre Estado y Gobierno (en nuestros países se entremezcla), mientras prevalece una gestión profesional autosostenible.

Todo lo dicho puede lucir repetido y hasta redundante para algunos. No importa. Hay que recordarlo y tenerlo siempre presente. En esta coyuntura, vale la pena tener premisas, conceptos e información claros y ordenados.

* https://www.heritage.org/index/ranking

Darío Enríquez
20 de abril del 2021

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