Manuel Gago
¡Vacancia ya!
“De los que han llegado al principado mediante delitos”

Se puede recurrir a Nicolás Maquiavelo para enfrentar el pobre desempeño de Pedro Castillo, el vacío de poder existente, la destrucción de las instituciones nacionales y, sobre todo, la instauración de un estado comunista. En caso contrario la derrota, humillación, cárcel, destierro y hasta la muerte están asegurados a los opositores.
Maquiavelo no se anda con rodeos. Para el florentino, el arte de la política se rige por los hechos reales y las circunstancias concretas mucho más que los principios ideológicos y compromisos morales. En lugar de vencer al enemigo del progreso, asegurar su caída y reducir el poder conseguido, las indecisiones le permiten avanzar y tomar posesión de más espacios de lucha.
El poder del Perú Libre crece de manera soterrada frente a la inamovilidad de la oposición. Postergar la batalla decisiva significa ofrecerle a la tiranía posibilidades de armarse –literalmente– y reunir más fuerzas. Mientras los congresistas supuestamente democráticos y libertarios divagan, su colega Guillermo Bermejo y otros militantes comprometidos hasta el tuétano con el marxismo extremista organizan comités de defensa en las provincias y sectores populares de Lima. El comunismo más primitivo avanza, tiene recursos, se aprovecha de las deficiencias del sistema y de una representación, en parte, timorata, ingenua y desaprensiva.
Las rondas urbanas y rurales no están quietas, complotan contra la democracia de baja intensidad. Los ataques al Congreso han comenzado y funcionan. El descrédito es la mejor manera de aglutinar fuerzas en las calles. La caída del ex presidente Manuel Merino es el recuerdo fresco de esta estrategia. A eso apunta el marxismo de Vladimir Cerrón y sus aliados. A él se unen los que han hecho del odio la razón de sus intervenciones públicas; y del antifujimorismo y antiaprismo, sus caballitos de batalla.
Celestinos de Toledo, Humala, Vizcarra y Sagasti. ¡Cómplices del radicalismo comunista! Dedicados a soslayar las majaderías, actos totalitarios, mediocridades y delitos que comprometen a los integrantes del Gabinete y autoridades nombradas por el Ejecutivo. Alientan la impunidad de la actual gestión comunista.
Bueno pues, Maquiavelo, en el capítulo VIII de El Príncipe, “De los que han llegado al principado mediante delitos”, señala a los que se hacen príncipes después de “matar a los ciudadanos, traicionar a los amigos y no tener ni palabra, ni piedad, ni religión. Pueden obtener el poder, pero no la gloria”.
Sendero Luminoso asesinó a numerosas autoridades apristas, dirigentes de izquierda y ciudadanos opositores, que eran escollos para sus siniestros planes. En las comunidades alejadas, sacerdotes y pastores evangélicos fueron asesinados por orden de la cúpula maoísta. La destrucción de torres de alta tensión fue un intento de destrucción de la producción, dejando a la población moralmente abatida, desocupada y pobre.
Después de su derrota, el senderismo desarrolló una intensa campaña de desinformación que ha calado en la sociedad. Descalifican al aprismo y al fujimorismo para quitarse del paso a los opositores firmes. Organizaron de manera sistemática el mayor fraude electoral que el Congreso investigará. Pedro Castillo y Perú Libre no ganaron las elecciones. Hicieron trampa. Las autoridades electorales se negaron a revisar las evidencias, pruebas y testimonios presentados.
Maquiavelo, entonces, cuestiona, ¿cómo tras haber cometido numerosas traiciones y crueldades, los gobernantes que delinquieron para alcanzar el poder “pueden vivir seguros en su patria durante muchos años y defenderse de sus enemigos sin que los ciudadanos conspiren contra ellos”? El autor es contundente, no deja espacios para la duda: “quien actúe por timidez o porque ha sido mal aconsejado, siempre tendrá que tener la espada en la mano, y nunca podrá confiar en sus súbditos, puesto que estos, a su vez, no podrán sentirse seguros con él”.
Atrasar el devenir causará más daño y dolor. Es hora de reaccionar, ¡vacancia ya!. Es el clamor de la mayor parte de la población, opuesta al comunismo.
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