Darío Enríquez

Únete al baile de los que odian

Manipulación, memoria oficial y olvido

Únete al baile de los que odian
Darío Enríquez
03 de diciembre del 2019


De un tiempo a esta parte, ciertos personajes mediáticos o
ciberflaúticos fungen de severos catones, implacables jueces sin (sangre en el) rostro y comisarios regios del pensamiento ajeno. No son nada inclusivos con quienes disentimos, nos agreden con intolerancia extrema y nos niegan la empatía que al mismo tiempo reclaman para ellos ¿Por qué cuando nos acusan de no ser empáticos no se dan una pausa y practican esa empatía con nosotros? 

Soy libertario. Prefiero dejar inclusión, tolerancia y empatía al confiable juego de las relaciones personales libres, espontáneas y sin más límites que aquellos definidos, aceptados o asumidos por nosotros mismos en tanto adultos, en el contexto de nuestra socialización. Es nuestra apuesta libertaria. No hay más.

Entendamos que no hay sustituto de la libertad. Nuestra gesta heroica como civilización humana desde “la noche de los tiempos” –es decir, desde aquel momento en que nos erguimos y nos hicimos conscientes de nosotros mismos, de nuestra individualidad, de los otros, de nuestra propia vida, del fruto de nuestro esfuerzo– es la lucha permanente por la libertad. Esa lucha ha tenido que hacer frente a múltiples, diversas e “imaginativas” formas de control social, de conculcación de libertades y vulneración de nuestra voluntad.

En el mundo del siglo XXI, con alrededor de 250,000 años de evolución cultural y casi 7,000 años de civilización humana, formas cada vez más alambicadas de opresión se propagan por nuestro planeta. Lejanos quedan los tiempos de fusiles, tanques y bombardeos, aunque siguen allí apuntándonos, sin que nos percatemos. Ahora hay formas más sofisticadas: manipulación mediática a escala nunca vista, imposición de una memoria histórica oficial con base fundamental en esa manipulación y un conveniente olvido selectivo para que el relato se imponga sin mayor resistencia. Estos tres elementos configuran un cóctel de control social casi infalible para sostener proyectos autoritarios y dictatoriales.

Hay un fundamento cultural que se entrelaza a las acciones de control social que acabamos de describir. Volvemos entonces a esos otros tres “valores sociales” que convierten en monstruo a quien se atreva siquiera revisarlos críticamente o hasta inquirir tímidamente sobre ellos: inclusión, tolerancia y empatía. Dominio cultural en medios de comunicación, academia, educación y hasta religión.

Desde los predios de estos grupos pretendidamente hegemónicos, auto percibidos como “de izquierdas”, se pregona una inclusión de todo aquello que estos grupos determinen. Reclaman solo la diversidad que ellos aprueben, estigmatizando a quienes ellos rechazan. Lo hacen violentamente, con una intolerancia extrema contra “el diferente”. Pero reclaman tolerancia frente a sus propios excesos. Enarbolan empatía para ellos, pero nunca se ponen en el lugar de otros que piensan diferente y sufren sus agresiones, condenas y ataques, porque previamente han desarrollado un proceso mediático de deshumanización de esos otros: son fachos, represores, oligarcas, malditos comerciantes especuladores, cerdos capitalistas, homófobos, violadores, asesinos. Victoria póstuma de Goebbels.

Chile sufre hoy los rigores de esta visión destructiva y genocida que ha llevado a los hechos su prédica de décadas, ayudada por ingenuos grupos políticos, empresariales y sociales que cayeron en tal trampa ideológica. Les regalaron la soga y el entarimado de la horca. Alimentaron a sus verdugos. Criaron cuervos.

Los nuevos totalitarismos tienen hoy una alianza con esos grupos de regresión cultural que instrumentan un discurso falaz de inclusión, tolerancia y empatía: perpetran exclusión de quienes piensan diferente, agrediéndolos mediática y físicamente en forma absolutamente intolerante, además de desaparecerlos no solo en sentido figurativo, sino hasta literal.

En Perú, no es difícil identificar “colectivos” que organizan el baile de los que odian. Ya sabemos que una mujer agredida pierde su condición de mujer si no es de izquierdas. Si una mujer accede a altos cargos, pero no es de izquierdas, no se saluda su éxito sino se le estigmatiza. Reclaman libertad de culto cuando sirve para sustentar su agnosticismo o ateísmo, pero estigmatizan a quienes ejercen creencias religiosas. En nuestro Perú, desde el Ejecutivo están trabajando un andamiaje autoritario y dictatorial. Poco a poco toman control de las instancias de poder real. Se apoyan operativamente en estos grupos extremistas y violentos. También mediáticamente en teclados de alquiler. Se agotan las opciones institucionales. Tal vez el proceso electoral #26E sea una de las últimas. Reflexionemos.

Darío Enríquez
03 de diciembre del 2019

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