Tino Santander
Tribus, guetos e insurgencia popular
Quieren justicia, educación, servicios y democracia sin corrupción
El Perú es un territorio geográficamente complejo y habitado por diversas tribus e inmensos guetos de extrema pobreza, que se organizan en función del más fuerte. La informalidad económica, social y política hegemoniza la vida nacional; es lo que los intelectuales neoliberales y de izquierda denominan “capitalismo popular emergente”, caracterizado por un individualismo instintivo que les permite sobrevivir en un país degradado políticamente.
En todos los niveles y sectores de la vida peruana –ya se trate del trabajo, la educación, la vivienda, la salud, la familia, el transporte, la economía, los servicios públicos básicos, las Fuerzas Armadas, la Iglesia, etc.– prima la precariedad y la decadencia profesional, material y moral, que es casi una condición natural aceptada por la inmensa mayoría. Somos un Estado vencido y conducido por un espíritu derrotado, que solo aspira a ser subcontratista de gobiernos extranjeros para evitar la responsabilidad de resolver los problemas nacionales. Este desánimo espiritual se expresa en la marginalidad de la estructura social peruana.
La pandemia del Covid-19 ha develado la pequeñez de la clase política y empresarial; ha desnudado su espíritu de horda irracional, que solo aspira al poder para convertir el Estado en un botín. La empatía de las tribus parlamentarias y del Gobierno con la corrupción y los monopolios empresariales es evidente. La prensa comprometida con el Gobierno hace inmensos esfuerzos para esconder a millones de peruanos que no tienen qué comer y están desesperados. Las tribus dominantes están creando el escenario político para que se genere una masiva protesta social y buscar una salida autoritaria que proteja sus intereses. De otra manera no se entiende la ceguera con la que actúan.
A las tribus privilegiadas que luchan por el poder no les interesan los problemas de los guetos. La inmensa mayoría tiene miedo, pero también tiene una enorme sed de justicia. Y saben instintivamente que la libertad está en el ejemplo de Túpac Amaru, Micaela Bastidas, Miguel Grau, Francisco Bolognesi, Andrés Avelino Cáceres, los comuneros que se enfrentaron al terror senderista, los campesinos que lucharon contra la servidumbre, los trabajadores que organizaron sindicatos, las organizaciones sociales que luchan por infraestructura social y productiva, las mujeres que salen a trabajar valientemente para llevar un pan a su casa.
La tribus populares y los guetos quieren una revolución social, libertad, hospitales, colegios, acabar con la usura de los bancos y las medicinas caras, agua y desagüe, crédito agrario, minería y agricultura, gas barato, democracia sin corrupción, estar en la revolución digital, conectarse con todo el mundo; en resumen, una vida más digna.
No quieren estatismo, colectivismo hambreador, privatización de la salud y de la educación, monopolios empresariales, racismo, exclusión social y cultural, crimen organizado, inseguridad, narcotráfico, desorden social, libertinaje irreligioso, policía corrupta, fiscales y jueces dependientes del poder político. Las tribus y guetos quieren una revolución social democrática y pacífica. La historia nos enseña que la insurgencia popular violenta la fomentan irracionalmente las elites que están en el poder.
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