Raúl Mendoza Cánepa
Súbitamente Antauro
El radicalismo de Antauro Humala no es un juego

Todos sabíamos que tarde o temprano Antauro Humala volvería a las calles, tornaría a mover el sur y a ganar adhesiones para una elección que no estaría dispuesto a esperar hasta 2026. Su marca de estreno: “que se vayan todos”. Dice no estar arrepentido del Andahuaylazo; es decir, que la violencia sediciosa para él es válida y lo es contra lo que llama la “república criolla”, un cajón de sastre donde entra derecha, centro e izquierda.
Si Pedro Castillo y Vladimir Cerrón creen que ganan con la salida de Humala, es que no la ven clara. El excarcelado Humala no se come los pasivos de su hermano Ollanta y menos se va a comer los de Castillo y Cerrón; ambos entrarían en su concepto de república criolla. Si se rastrea la corrupción de Junín y la del entorno presidencial, Perú Libre y el ocupante de Palacio son lo mismo, el cúmulo que él y solo él se cree el llamado a erradicar. “La solución a los múltiples problemas de corrupción que enfrenta el país es a lo que yo llamo el paredón patriótico-pedagógico; es decir, someter a todos los corruptos comprobados a un escarmiento histórico con la finalidad de enseñar al pueblo que nadie tiene el derecho de hacerse millonario a costa del sudor de millones de peruanos”.
El radicalismo de Antauro Humala no es un juego, y menos aún si tiene un contingente de reservistas y probablemente seguidores potenciales en el sur. Se lee que volverá a Apurímac a “agradecer”; esto es, a la región desde donde pretendió armar una revolución, a una región donde el ¿etnocacerista? Edwar Quiroga dirige el Inkarri-Islam. Sí, ese mismo que en Fiestas Patrias fue detenido con 19,000 cartuchos de dinamita y luego liberado. ¿No fue quien dijo que nos saltemos el paredón: “mejor saco machete y corto cuello?”.
Si usted quiere culpar a alguien del susto, mire a algunos partidos traicioneros de ese Congreso que no hizo nada para que el Perú no estalle en pedazos, que pudieron sumar en la vacancia a Castillo e inhabilitación de Boluarte, que no crearon un sistema electoral que impida el extremismo y que, como en Alemania, no gestaron la figura del “partido inconstitucional” (declarado así por el Tribunal Constitucional). Tampoco formularon un impedimento para que todo aquel condenado por homicidio, secuestro, sedición, terrorismo no pueda postular a cargo alguno. Nada de nada. ¿Saben Verónika Mendoza, Sigrid Bazán y otros que para Antauro Humala ellos también son la representación de esa república criolla que el etnocacerista odia con la misma intensidad que a lo que llama “derecha”?
El extremo llama a extremos y nunca construimos un Milei, un iracundo liberal enemigo de toda la casta política argentina. En el Perú, en doscientos años, no hubo un gobierno ni una revolución liberal, hubo un Estado mercantilista y patrimonialista, por lo que un antisistema desde la “derecha liberal” siempre fue posible si se le decía a la gente en las ciudades y el campo que el enemigo no es el rico sino el Estado. Ese Estado que el rojo lo quiere robusto y extorsionador, tanto como el municipal que secuestra la carretilla del pobre o como el gobernador regional que se embolsica el impuesto y el canon destinados a la gente (y que siempre debió llegar al pobre directamente y sin intermediario, es decir, de la mina a tu casa). Estamos a tiempo, pero no te corras al centro.
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