Darío Enríquez

Somos libres, pero ¿saldremos pronto de la crisis?

Si nos devuelven la iniciativa para generar riqueza

Somos libres, pero ¿saldremos pronto de la crisis?
Darío Enríquez
28 de julio del 2020


Como efecto de la crisis sanitaria mundial, todos los países del globo deben enfrentar los rigores de una crisis aguda y con una complejidad que proviene sobre todo de una fuente ajena: la irrupción del llamado virus chino o peste roja. Mientras no se tenga vacunas eficaces y no se complete el desarrollo de tratamientos médicos que puedan enfrentar la asombrosa variedad de manifestaciones que tiene el SARS-2 esta complejidad será muy difícil de remontar, por lo que nuestros esfuerzos no se podrán centrar en la solución del desempleo, el decrecimiento econômico y la pobreza, que son sobrecogedores al día de hoy. Ese estribillo comunicacional que usara el Gobierno, “la salud antes que la economía”, para justificar su inacción fue un enorme despropósito.

Sin embargo, debemos decir que tanto el Perú como casi todos los países de la región hemos tenido ocasión de vivir otras crisis mucho peores, pero que recientes generaciones ignoran o mal conocen. Principalmente debido a deficiencias en nuestro sistema educativo y la incapacidad o la resistencia (como una errada forma de protección) por parte de los adultos para transmitir oralmente a su descendencia, las experiencias que se vivieron, por ejemplo, en la crisis terminal que nuestro Perú tuvo que enfrentar en 1990, y que nos llevó al borde de la inviabilidad. 

En ese terrible escenario, producto del modelo liberticida estatista que nos legó la dictadura militar de los años setenta, sufrimos una mezcla altamente tóxica de hiperinflación, reservas internacionales negativas, empresas estatizadas en déficit permanente, incapacidad de cumplir con la deuda externa, destrucciôn del aparato productivo y de servicios (industrial, comercial, educativo, sanitario e infraestructura), grave deterioro del tejido social y violencia terrorista extrema. Todo ello había provocado que el vecindario geopolítico barajara como factibles diversas opciones de intervención internacional con fuerzas de paz, ante el inminente colapso generalizado de nuestro Estado.

Pero salimos de ese infierno estatista y, pese a todo lo que aún nos queda por hacer, dimos un extraordinario salto de progreso material y prosperidad, inédito en nuestra historia. Ahora la paralización de actividades y el deterioro económico provienen de una fuente externa y de las decisiones (o ausencia de ellas) del Gobierno, pero no de la economía misma. Lamentablemente, sin haber consolidado el proceso y con muchos retrocesos perpetrados en las últimas dos décadas desde el propio Estado, la crisis sanitaria nos ha golpeado fuertemente. Pero no es ni por asomo lo que ya vivimos en 1990, por lo que hay espacio para la confianza en nuestras propias fuerzas y el aparato productivo y de servicios, que podrá relanzarse con pocos inconvenientes. Eso sí, también dependemos de entes externos que logren vacunas y tratamientos eficaces, pues no tenemos capacidad tecnológica para producirlos nosotros mismos.

¿Cuáles fueron los materiales que formaron el proceso exitoso de los noventa? Ante todo, libertades económicas. El Estado devolvió a la sociedad civil gran parte de sus atributos y mandatos, como corresponde. Son los emprendedores quienes inician el círculo virtuoso de la generación de riqueza, los trabajadores que se acoplan al esfuerzo y el Estado que acompaña sin interferir y solo con intervenciones que apoyen el desarrollo de esos emprendimientos en la dirección correcta: libre y voluntario intercambio en el mercado de bienes y servicios, bajo condiciones de competencia.

Más allá de reservas políticas y pese a su cercana relación con hechos de megacorrupción en años recientes –los que aún se encuentran en investigación– deseamos que la presencia de Pedro Cateriano como nuevo presidente del Consejo de Ministros (casi) asegure una visión no estatista y de mercado, la que necesitamos para la reactivación. Pero no es suficiente. Aunque el presidente Vizcarra ha prescindido de nocivos elementos estatistas del anterior gabinete, el aparato del Estado cobija aún en su interior a liberticidas de todos los grados y pelajes. En nuestra precaria institucionalidad, el mismo presidente no ofrece plena garantía de respeto a la defensa de libertades económicas, teniendo más de una vez (en especial desde su entorno) gestos y acciones en contra de libertades políticas, además de una peligrosa cercanÍa con liberticidas afectos al constructivismo sociocultural. Cuidado.

¿Debemos tener en cuenta algo más? En la misma línea, permitir gran fluidez a emprendimientos incluso en la informalidad, porque en muchos casos no tenemos alternativa. Hay no solo cientos de miles sino millones de emprendedores en clave de subsistencia y hasta de sobrevivencia, que no pueden ni deben ser reprimidos. El acompañamiento del Estado no debe consistir, como hasta ahora, en esperar el momento para dar un zarpazo y cobrar impuestos sin contraprestaciones eficaces. Eso que nos afecta a todos, afecta mucho más a quienes se ganan esforzadamente la vida. Debe acompañarse definiendo una nueva formalidad, menos (nada) burocrática y más eficaz. Informalidad que no signifique ni desorden ni caos, pero tampoco ciega, castrante y asfixiante “tramitología”. Debemos demostrar que hemos aprendido.

Darío Enríquez
28 de julio del 2020

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