J. Eduardo Ponce Vivanco

¿Somos el país más corrupto del mundo?

No lo somos, pero nos esforzamos mucho para parecerlo

¿Somos el país más corrupto del mundo?
J. Eduardo Ponce Vivanco
13 de febrero del 2020


Nadie mide el deprimente impacto moral y social que tiene la prédica que diariamente nos convence de que somos los campeones mundiales de la corrupción, en la que nos han sumergido gobiernos, políticos y empresarios. Es la narrativa generalizada y persistente que se propaga en medios y se amplifica por las redes, profundizando la percepción derrotista y suicida de que el Perú se debate en un estercolero del que no tiene salida porque todo está podrido y perdido.

Es deber de todos superar esta impresión nefasta para salvar nuestro futuro. Y dignificar una imagen que no corresponde, creo yo, a la realidad de la mayoría de peruanos valiosos e infatigablemente trabajadores que nada tiene que hacer con la política, y que ha optado por vivir al margen del Estado. Esa realidad informal y formal que sostiene al Perú a pesar de sus tremendos problemas y vicisitudes auto infligidas.

Nadie sabe lo que saldrá del purgatorio por el que transitamos. Y menos aún quiénes serán redimidos después de los espectáculos inquisitoriales que no solo protagonizan los fiscales, sino también sus asistentes honorarios en los programas diarios de la TV nocturna.

¿Es sensata esta ordalía medieval que está diezmando el sentimiento nacional y la autoestima de los peruanos? No hay medio ni noticiario que no priorice las informaciones sobre las peores atrocidades –asesinatos, violación de menores, feminicidios, asaltos y robos por doquier o conspiraciones siniestras– que nos hacen ver como un país a la deriva. Aducir la búsqueda del rating como explicación de esas primeras planas de noticias macabras sería incurrir en un argumento utilitario y egoísta, incompatible con la responsabilidad moral de todo comunicador. 

La agenda del debate público ha sido copada y sofocada por la corrupción. La situación que enfrentamos trasunta una enfermedad social de consecuencias impredecibles porque nadie se siente libre de la sospecha y la maledicencia. Se ha perdido el inmenso valor de la confianza. Nadie cree en las normas ni en el sistema de justicia encargado de hacerlas cumplir (dos caras de la misma moneda). El temor paraliza las decisiones que deberían tomar los funcionarios responsables de la gestión gubernamental. La destrucción de la seguridad jurídica, el irrespeto a la Constitución y la elección de un Congreso extravagante provocarán mayor incertidumbre y malestar. La aversión al riesgo alejará al capital. Y la ausencia de inversión privada generará desempleo, reducirá el crecimiento de la economía y hará más pobres a los pobres.

La percepción generalizada de que estamos corroídos por la corrupción está paralizando al Perú. Es hora de que cada uno tome conciencia de la profunda crisis moral y social que aturde al país para poder escapar a tiempo del camino turbulento que conduce a los estados fallidos.

PS. El ranking mundial de Transparencia Internacional de 2019 nos ubica en el mediano puesto 35, a nivel mundial, en cuanto a corrupción.

J. Eduardo Ponce Vivanco
13 de febrero del 2020

NOTICIAS RELACIONADAS >

Gravedad de la coyuntura internacional

Columnas

Gravedad de la coyuntura internacional

Aprovechando la Cumbre de las Américas, y antes que los ind&iac...

24 de junio
Mentiras en la Cumbre de las Américas

Columnas

Mentiras en la Cumbre de las Américas

En el Perú leemos con asombro que el Presidente Pedro Castillo ...

10 de junio
El Führer ruso

Columnas

El Führer ruso

Hace cuatro meses que el mundo civilizado observa con horror la devast...

27 de mayo

COMENTARIOS