Neptalí Carpio

Soluciones urgentes en el transporte

Ante la inminencia del colapso de las calles limeñas

Soluciones urgentes en el transporte
Neptalí Carpio
02 de junio del 2017

Ante la inminencia del colapso de las calles limeñas

Ante la sensación de colapso que se cierne sobre amplios sectores de la ciudad, por el agobiante caos del transporte público, se requiere tomar medidas urgentes para aliviar el congestionamiento vehicular. Varias de ellas consisten en ordenar la movilidad vehicular, a nivel del transporte público, del privado y del propio comportamiento peatonal. Hay soluciones que no son muy difíciles de implementar, pero la autoridad no se atreve a tomarlas, ya sea por desidia o por no chocar con intereses privados. Quisiera referirme a tres de ellas.

La primera medida consiste en prohibir la circulación del transporte de carga pesada en el día. Este tipo de transporte debería realizarse entre las 10 p.m. y las 5 a.m., tal como ocurre en otras ciudades del mundo. Esta decisión debe darse en vista de que, en horas punta, especialmente en la mañana, lo camiones de alto tonelaje y de hasta cinco ejes ocupan amplios espacios de la calzada en avenidas como Ramiro Prialé, la Carretera Central, Néstor Gambetta, la av. Universitaria, la Vía de Circunvalación, entre otras. Incluso los pesados camiones circulan por calles colaterales que no tienen la capacidad de resistencia para estos vehículos, dañando la capa asfáltica y contribuyendo a saturar más el tráfico.

Esta acción, por contradictorio que parezca, será a la larga altamente beneficiosa para los empresarios del transporte, la circulación de mercancías y los propios trabajadores de los camiones y encargados de la carga y descarga. En horario nocturno y de madrugada se ahorrará combustible, se reducirán los tiempos y el propio estrés de camioneros y trabajadores. Como efecto de ello, se reducirá también la contaminación ambiental y se liberarán en el día amplios espacios para disminuir el embotellamiento del transporte, sobre todo en horas punta y en las arterias principales de la ciudad. La decisión más difícil es el cambio radical de rutina, tanto de la movilidad del transporte de carga como de determinadas acciones administrativas del Estado y las empresas.

La segunda medida es que ninguna empresa privada de transporte público interprovincial tenga terminales en el centro de la ciudad. El funcionamiento de esos terminales en la av. 28 de Julio, en la calle Montevideo, la av. Grau, la av. Iquitos y otras del entorno, solo se puede explicar por la desidia de los funcionarios municipales, por acciones judiciales o porque algunas empresas son protegidas por la propia autoridad. Si en el centro de la ciudad no existiera ningún terminal de pasajeros, también se liberarían amplios espacios para mitigar el caos del transporte.

La tercera medida, tampoco difícil de ejecutar y que en algún momento será inevitable aplicar, por el colapso de las vías frente al masivo ingreso de automóviles particulares cada año (se calcula que anualmente ingresan 130,000 automóviles al parque vehicular), es obligar a que entre el lunes y sábado un sector de automóviles solo puedan circular intercaladamente tres días. Para ello se necesitará un sistema de selección de placas y aplicación de calcomanías de colores, como ya se hizo hace cerca de cuarenta años, pero por otras razones. Es una fórmula que también funciona en otras ciudades del mundo donde la masiva presencia de automóviles termina por hacer colapsar el tránsito de la ciudad.

Las acciones señaladas corresponden solo a un enfoque de mitigación, mientras la autoridad termina con la implementación del sistema de corredores viales, la desaparición de las combis y, principalmente, el funcionamiento de las seis (6) líneas del Metro y la ejecución del Anillo Vial Periférico, cuya autorización para ser ejecutado con una asociación público privada, ya tiene luz verde. Sin embargo, estas acciones de mitigación son urgentes y hasta casi inevitables, en vista de que asoma dramáticamente un colapso total del transporte.

Lamentablemente, la ausencia de una autoridad única del transporte en Lima Metropolitana, impide que exista el escenario y las riendas institucionales para aplicar estas tres medidas, las cuales requieren una autoridad fuerte, eficaz, eficiente y con alta concentración de funciones y competencias. Por cierto, a los congresistas y autoridades de alto nivel, los que no sienten la dimensión del colapso que asoma, no les interesa qué tan urgente sea la creación de una autoridad del transporte en Lima Metropolitana. La situación tendría que ser más grave para que recién actúen, como ocurre en muchos ámbitos de la gestión pública.

 

Neptalí Carpio

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02 de junio del 2017

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