Darío Enríquez

Smart cities: un futuro que ya está presente

La ciudad digital como sucedánea de la ciudad industrial

Smart cities: un futuro que ya está presente
Darío Enríquez
19 de octubre del 2021


El término
smart cities para significar la aplicación extendida, profunda y sostenida de tecnologías digitales en la vida urbana, tanto en gestión y planeación como en lo cotidiano, se ha difundido notoriamente. Tal como sucedió cuando el mundo experimentó la emergencia de la sociedad industrial hace casi tres siglos, trayendo consigo el paradigma de la ciudad industrial, hoy que vivimos el cambio de época marcado por la emergencia de las tecnologías de la información y de las telecomunicaciones, irrumpe la Ciudad Digital.

En su momento, la gran variedad de modelos urbanos en la sociedad industrial mostraron diversos perfiles gracias a trabajos de urbanistas, arquitectos e intelectuales como Christaller, Rossi, Le Corbusier, Burgess, Mumford y Jacobs, entre muchos otros. El modelo industrial urbano tomó entonces tantas y diversas denominaciones, como diversas fueron las utopías que les sustentaban: ciudad racional, ciudad funcional, ciudad radiante, ciudad jardín, ciudad humana, etc., marcaron las ideas dominantes en el diseño, planeación y gestión de las grandes urbes.

Durante el siglo XXI, también se aprecia en principio la aparición de diversas combinaciones como ciudad inclusiva, eco-ciudad, ciudad sostenible, etc., atendiendo las expectativas que acompañan los tiempos que vivimos; pese a todas las dificultades y los problemas pendientes de solución -caos pandémico incluido- son tiempos de un elevado bienestar material y crecientes niveles de vida, inéditos en la historia humana. Sin embargo, es el concepto de smart cities aquel que se ha impuesto en el imaginario, el discurso y la acción humana; hoy lo vemos por doquier cuando se pretende promover una extendida aplicación de las nuevas tecnologías de la información y telecomunicaciones en la vida urbana.

Conceptualmente, el término smart cities se usa sobre todo en plural y su significado es tan polivalente como impreciso. En verdad, una amplia gama de aplicaciones tecnológicas acompañan planes, proyectos y administración en las ciudades; del mismo modo, los objetivos de sostenibilidad, inclusividad y protección del medio ambiente suelen aparecer con diversos grados de importancia y prioridad. No hay necesariamente especificidad y tal vez sea lo mejor (Karvonen et al., 2019), porque resulta poco eficaz encapsular las posibilidades tecnológicas, pues sus aplicaciones rebasan cualquier previsibilidad en estos tiempos de cambio permanente, continuo y veloz.

De este modo, puesto que luce como una forma de abordar una problemática dada, podemos considerar a smart cities un enfoque metodológico y que, como tal, se contextualiza sobre un territorio, se abre a múltiples retos, objetivos y posibilidades, lo mismo que responde a diversas hibridaciones e interpretaciones a escala barrial, local, regional y nacional, con actores tanto estatales como privados (Languillon-Aussel, 2020).

Se advierte además que ya existe un “mercado de smart cities”, en referencia al rol central que juegan los grandes centros creadores y difusores de nuevas tecnologías, como nunca antes sucedió en la historia humana. Las Big-Tech juegan un rol sin duda dominante, pero también grandes constructoras e inmobiliarias, proveedores de energía e incluso aeronáutica y defensa (Eveno, 2015; Picaud, 2020).

En el plan maestro de ciudades inteligentes del Ministerio de Transporte y Comunicaciones del Perú, se pretende establecer un modelo de ciudad y tres grandes ejes de intervención: Seguridad, Transporte y Prevención de desastres. Es un enfoque que propone indicadores y estándares a escala nacional, para luego tratar de llegar a sendos planes piloto en ciertos territorios. Es algo bastante germinal, con escaso efecto en la realidad, si lo comparamos con avances notables que ya se verifican en otras latitudes.

La promesa de un mundo mejor que se pregona desde las smart cities no está exenta de sombras, riesgos y peligros. La principal amenaza –aunque no la única– tiene que ver con los derechos individuales y el respeto a la privacidad que pueden ser liquidados en nombre del (pretendido) valor superior de la “seguridad ciudadana” y los “derechos colectivos”. De hecho, se tiene alarmantes noticias desde las principales ciudades chinas, con un control social estatal opresivo y totalitario, por ello inaceptable para los estándares democráticos de Occidente. Como en Perú “somos y no somos Occidente”, el riesgo cobra mayor relevancia para nuestro país.

No debemos olvidar que también está en juego la defensa del derecho al proyecto de vida propio. Entre otras inteligencias notables del siglo XX, Jane Jacobs y Ayn Rand promovieron este derecho como inalienable, en el obvio contexto de que nuestras vidas discurren fundamentalmente en las ciudades o en fuerte relación dependiente de ellas (aunque vivamos alejados de las grandes urbes).

En 2003, al presentar en Buenos Aires su libro “El paraíso en la otra esquina”, una novela que recoge y ficciona las gestas utópicas de Flora Tristán y Paul Gauguin, Mario Vargas Llosa dijo: “la utopía individual ha dado los más grandes avances en ciencias, filosofía y arte […] pero cada vez que se ha querido materializar socialmente ha sido catastrófica". Hoy más que nunca, tengamos cuidado con la utopía de la ciudad digital” (smart city) y su socialización. No es algo menor, sino extremadamente significativo y necesario asumir la defensa de los derechos individuales frente al acoso de la colectivización.

Darío Enríquez
19 de octubre del 2021

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