Nancy Arellano

Sin cambios, nada cambia

Ante la crisis de liderazgo político

Sin cambios, nada cambia
Nancy Arellano
21 de diciembre del 2017

 

Lo que ocurre en estos momentos en el Perú, la gran foto, es absolutamente preocupante. No se trata simplemente de un riesgo reputacional lo que está ocurriendo con el Sr. presidente; se trata de el último enrarecimiento del caldo de cultivo que es la degradación de la clase política.

Hace más de un año compartí mesa de ponentes, en una conferencia, con el congresista Sheput, quien hablaba de dos cosas que me parecieron interesantes: 1) que ellos querían ser un Gobierno que dotase de estabilidad y predictibilidad al país, y 2) que el Perú estaba en una crisis de referentes. Lo que no es otra cosa que la crisis del liderazgo y de la confianza.

Ambas cosas son, en definitiva, hechos incontestables. Sin embargo resultaron los postoledistas artífices del mismo problema y no de la solución. Por un lado han mellado la confianza, ya bastante golpeada, en la clase política (aún y cuando se destacaran en lo técnico) y han erradicado cualquier resquicio de virtudes en la opción política que representan. No hay estabilidad y es imposible que logren ser referentes.

Lo grave aquí —más allá de los tecnicismos eventuales que puedan surgir en una defensa del presidente o de las negociaciones políticas para, o bien una salida o para un reacomodo de fuerzas— es la representatividad (legitimidad de ejercicio) del Gobierno y el arraigo de poder real en calle para ejercer la “autoritas” a partir del liderazgo mayoritariamente aceptado (por asimilado). Lo que no significa que haya otra opción política que pueda enfrentar ese papel; aclaro porque no hay hoy en el Perú agrupación alguna que tenga estructura suficientemente fuerte y capaz para gobernar al país. No hay referentes ni hay confianza, como bien apuntaba Sheput. Eso no ha cambiado.

El débil, por no decir ausente trabajo político partidario en el país está pasando una costosa factura; y los pragmatismos, que han logrado que el Perú tenga un desempeño macroeconómico respetable, va a dejar de funcionar sin liderazgo. Se puede ir diluyendo poco a poco, y más temprano que tarde, ante la poca efectividad de la clase política para garantizar el pacto social y político del país. Si no se aprovecha paralelamente esta coyuntura para retomar el trabajo partidario desde las diferentes opciones y se encauzan a los actores sociales en las labores de los actores políticos de forma organizada, veo con mucha preocupación, el recrudecimiento de la situación: la más intestina lucha amigo/enemigo y la farandulización mediática de la política por el chisme, no la exposición para la acción política.

La venganza, como consecuencia del resentimiento de las mayorías, podría dar el poder absoluto a una opción advenediza, esa que termine por destruir los logros estructurales del país y que dinamite al establishment con resultados poco predecibles y con una imposición de “referentes”, falsos referentes, que supongan el sacrificio de las masas por una bien mayor. Lo que normalmente impacta en lo macro tanto como en lo micro. Hablo del posicionamiento de una nueva élite que no sea el resultado del sistema democrático, sino de los antisistema que entran por las razones menos valiosas.

Insisto, no hay espacio vacío en política: Si los partidos no hacen lo propio, alguien lo hará. Cuidado que la mesa está puesta.

 

Nancy Arellano
21 de diciembre del 2017

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