Darío Enríquez

Ser joven en el siglo XXI: problema y posibilidad

¿Asumimos el reto o miramos para otro lado?

Ser joven en el siglo XXI: problema y posibilidad
Darío Enríquez
01 de septiembre del 2020


Hace casi un par de años atrás comentábamos sobre la extrema crispación, un rasgo cotidiano de nuestro acontecer nacional, expresada en una extendida exacerbación social y cultural. Señalábamos también que este grave contexto suele ser atizado por nuestros líderes y autoridades, en vez de enfrentarlo. Como resultado, vivimos una escasa cultura de convivencia pacífica(*).

La crisis sanitaria que sufre el planeta nos encontró en esta crítica situación. No hay sociedad que pueda soportar los desequilibrios que atentan contra el doble principio civilizatorio de convivencia pacífica y cooperación voluntaria, como dos caras de una misma moneda. Como la sociedad moderna cuenta con un Estado regulador de los asuntos de interés colectivo, entonces este doble principio fundamental debe ser cautelado por él para bienestar de sus ciudadanos.

Nuestro Estado peruano tiene un gran pasivo en esta tarea. El actual Gobierno que lo administra sobrelleva, por ello, en forma penosa las tribulaciones de la crisis sanitaria. Los anteriores gobiernos –hasta donde tenemos memoria y vivencias– hicieron muy poco para sustentar una sociedad sólida en los fundamentos señalados. No es que hayan faltado recursos financieros, todo lo contrario. Nunca hemos tenido más fondos para enfrentar emergencias como las actuales. Pero el dinero de todos los ciudadanos se despilfarra en trivialidades, cuando no en corruptelas. Lo esencial pocas veces se tiene en cuenta, muchas veces es ignorado.

Los tiempos que vivimos provocan que las expresiones de estos desequilibrios sociales afloren ante ciertos hechos sensibles. Surgen irrefrenables tendencias a la censura, la proscripción, la estigmatización y hasta la criminalización de quienes piensan o actúan diferente. Es lamentable que, por conveniencia política, ciertas autoridades propicien, estimulen y amplifiquen estos elementos degenerativos de la sociedad.

Los luctuosos sucesos en una discoteca de Los Olivos –distrito emergente al norte de Lima–, con el absurdo saldo de 13 jóvenes muertos durante un operativo policial, al estar prohibidas las reuniones sociales como esas, abrió la puerta a un lamentable concierto de ataques, insultos y prejuicios. Más allá de responsabilidades a definir (que ya hemos comentado en nuestra anterior entrega**), queremos llamar la atención sobre expresiones que han circulado en medios de comunicación y redes sociales, tales como «irresponsables jóvenes marginales», «bien muertos están, se lo merecen», «por qué no se murieron todos», «malnacidos, delincuentes y prostitutas», etc. 

Estos infractores a las disposiciones legales que prohíben reuniones sociales en el contexto de la crisis sanitaria, en su gran mayoría fueron jóvenes menores de 25 años. Surge un tema, sin duda, que apunta al cuestionamiento de nuestra juventud. Las imágenes de familiares y amigos de una de las jóvenes fallecidas en la discoteca, tomando licor y bailando reggaeton en la tumba de la occisa durante su sepelio, dieron la vuelta al mundo. «¡Los jóvenes de hoy son una desgracia!», «¡Son unos bárbaros primitivos!», «¡Ellos son los culpables de la propagación del virus!», etc. No nos preocupamos por entender el fenómeno, por tratar de averiguar qué está sucediendo, por saber por qué hay gente que desde nuestra posición vemos que actúan contra toda lógica. En vez de ello se recurre a la censura simplista, a la condena fácil y a la estigmatización del «otro», de ese «diferente» al que rechazamos, asociando a ese rechazo una característica física, socioeconómica o cultural : edad, color de piel, lugar donde vive, gusto musical, forma de vestir o hablar, etc. Muy peligroso, altamente tóxico, fuertemente desintegrador.

A partir de la visión que presentan pensadores y críticos sociales, podemos encontrar desde la celebrada «Juventud, divino tesoro» del poeta Rubén Darío hasta duras expresiones de desafecto hacia los jóvenes por parte de pensadores y críticos sociales como Friedrich Nietzsche, H.G. Wells, Lord Byron, Louis-Ferdinand Céline, entre otros (Denegri, 2010). Una cita de este último llama la atención: « no quiero ver a nadie, sobre todo no quiero ver a los jóvenes porque me molestan rápidamente, me fatigan con su deseo de darse importancia ». 

No se trata de que todos los jóvenes actúen del mismo modo, llevados por una irresistible lógica de rebaño. Sin embargo se suele asociar a la «juventud» de un individuo o de un grupo y por extensión a acciones propias de jóvenes, el inconformismo, la rebeldía y el riesgo poco racional. Tampoco es que la madurez se logre automáticamente con el pasar de los años, pues seguro que conocemos por ahí jóvenes muy maduros y cuarentones (o más) que actúan como adolescentes. Pero se entiende que hablamos de tendencias. Muchas veces, ante situaciones críticas o reacciones que aparecen desmesuradas, atribuimos todo ello a «esa juventud». Debemos tener en cuenta que lo malo que pueda estar pasando con la juventud en una sociedad es solo un síntoma de otro tipo de problemas con mucha mayor complejidad que la atribución simplista a la rebeldía sin causa de marginales, a individuos lumpenizados o a una libertad mal entendida que se convierte en libertinaje. «Aquello que pasa entre la juventud, como en su momento el movimiento hippie o el mayo francés y muchos otros ejemplos, marca el termómetro de la sociedad», nos recuerda Salvador Dellutri (2008).

Como nos decía Don Bosco, el santo de los jóvenes : «El carácter de una persona se desarrolla a partir de la juventud, así como la autoestima desde la niñez». La gran obra de la congregación salesiana –fundada por este santo– se centra en procurar una sólida formación integral en niños y jóvenes tanto en colegios parroquiales como en liceos secundarios, escuelas de oficios y universidades. Es esta formación oportuna y necesaria la que ayudará a encauzar positivamente los ímpetus juveniles, como complemento a la formación fundamental que se recibe en el seno de la familia.

Tenemos serios problemas en el mundo de hoy. Ni familia ni escuela son en la actualidad los referentes más importantes para la formación de niños y jóvenes. Se pierde entonces consistencia y coherencia que debería provenir de los objetivos que despliegan tanto familia como escuela. Un tercero en discordia ha venido copando tiempos y espacios desde hace más de medio siglo, cada vez con mayor fuerza : los medios de comunicación. No solo los que se agrupan bajo la denominación de convencionales (radio, TV, prensa escrita, cine), sino el cóctel de modernidad tecnológica que se produce a partir de la interacción con esos Medios, además del acceso a Internet y las llamadas redes sociales.

Nos percatamos de este fenómeno, pero no hacemos nada al respecto. Nos estamos dejando llevar peligrosamente. Para que el problema de la formación de niños y jóvenes –quienes dentro de 15 o 20 años tendrán bajo su responsabilidad el mundo– se convierta en una posibilidad real de libertad, progreso y bienestar para nuestra sociedad, se relaciona entonces con que tomemos control del proceso mediático –en el mejor de los sentidos– cuya base tecnológica es fundamental (también conocida como «transformación digital», en la parte asociada justamente a la formación de niños y jóvenes). Al mismo tiempo y como condición necesaria, debemos saber interpretar lo que sucede hoy sin abandonarnos al prejuicio o la idea preconcebida.

Aunque siguiendo un camino muy diferente al que había imaginado nuestro insigne historiador Jorge Basadre, la promesa de la vida peruana ha logrado avances materiales espectaculares en los últimos cinco lustros, pero aún tenemos pendiente la tarea de convertir crecimiento económico en desarrollo integral humano. Nos recuperaremos de esta grave crisis económica, de eso no hay duda. Que esta gran tribulación se convierta en una oportunidad de dar el salto definitivo hacia el desarrollo en libertad, contando con la fuerza de nuestros niños y jóvenes. De nosotros depende.

*https://www.elmontonero.pe/columnas/una-extrema-crispacion-sigue-imperando-en-el-pais).
 ** https://www.elmontonero.pe/columnas/crisis-sociocultural-mas-alla-del-coronavirus

Darío Enríquez
01 de septiembre del 2020

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