Se viene la segunda ola

Yuval Harari, indiscutiblemente uno de los más influyentes pensadores de la actualidad, dice, analizando los efectos de la pandemia del coronavirus, que uno de los dilemas de estos tiempos será entre el aislamiento nacionalista o la solidaridad mundial. Estima Harari que solo con la cooperación mundial conjunta va a poder derrotarse la pandemia, pues por mucho que se haga es imposible lograr que el virus respete fronteras. De hecho, países como el nuestro, que no participan en nada en lo que se refiere a encontrar una vacuna, por ejemplo, tendrán que esperar que la avanzada tecnología de los países ricos encuentre la cura y la compartan con nosotros y los demás países pobres. Dos tercios del planeta están en la misma posición. 

Siendo claro que se trata de un problema global, no hay solución que no sea global. Donald Trump, López Obrador, Bolsonaro, Boris Johnson y otros, creyeron que esta sería otra de esas epidemias focalizadas en el sur del planeta, acostumbrado a la malaria, el dengue, la fiebre amarilla y otras. Avanzada incluso la pandemia en Italia y España, por su atroz falta de diligencia temprana, mexicanos y norteamericanos seguían viviendo como si nada ocurriese fuera de sus fronteras. Hoy ellos mismos anuncian que tendrán, como mínimo, dos “semanas trágicas”. 

Hemos dicho que no escatimamos aplauso alguno para señalar el acierto del Gobierno de Vizcarra al cancelar vuelos y decretar cuarentena rápidamente. Pero la realidad es que la pandemia seguirá y ya no será posible implantar o alargar cuarentenas, pues el país tiene que reflotar su economía a como dé lugar. Pero ahora que los efectos del aislamiento social llegan irremediablemente a su fase menguante y que las personas van a ir fluyendo a sus labores, es justamente cuando se espera que sobrevenga una “segunda ola” para la que se supone debiéramos estar prevenidos. 

¿Lo estaremos? Bueno, afortunadamente Vizcarra construyó 80 hospitales nuevos el año pasado, (además de mil colegios) conforme se lo refirió a Mónica Delta. Todos bien equipados y con el personal bien premunido de los implementos sustanciales para el tratamiento y la curación de la enfermedad. (Nadie ha visto ninguno de esos hospitales, pero deben estar en alguna parte, no hay que ser malpensados). 

Ironías aparte, y estando a punto de que se le acaben las estrategias propagandísticas, está claro que el Gobierno entrará a una fase completamente distinta. Como su objetivo es seguir manipulando su popularidad, esta vez –a falta de resultados– irá por la estrategia de militarizar la pandemia. Ya no se tratará de si fulano o zutano se enfermen, sino de que “cumplan con lo ordenado por el SPR”(*). Para eso, se usa el descalabro ecuatoriano y se inventa una especie de invasión de zombis de ese país, los cuales serán combatidos por tanques de guerra, batallones de infantería, buques misileros y aviones supersónicos.

La PNP “endurecerá” la represión de los que salen a la calle y el Ministerio Público se encargará de condenarlos a severas penas por “desacatar las órdenes del supremo Gobierno”. Más importante será la cifra de detenidos que la de enfermos. Los alcaldes jugarán a ser los sheriffs de sus distritos, incluso con el ridículo de vestirse de rangers en batalla, aunque esta vez no se dediquen a cachetear ni a mentarles la madre a los palomillas, sino que podrán usar sus armas y descargar sus cacerinas “en el cumplimiento de sus funciones reglamentarias”. 

El ministro de Salud, que está llenando el Ministerio con sus amigos y compadres comunistas, irá siendo puesto de costado para darle más protagonismo al ministro del Interior y sus quejas de lo mal que se portan los peruanos; y también al ministro de Defensa, que gusta lucirse con botas de combate, prestas probablemente para patear el trasero de los revoltosos.

Y los demás permaneceremos en nuestras casas rezando para que algún país del primer mundo invente la vacuna y nos le vendan lo antes posible. 

* Huachafería para referirse a Vizcarra como “Señor Presidente de la República”.