Darío Enríquez

Se diluye la familia como fundamento social

Algunos tópicos de actualidad y de la vida cotidiana

Se diluye la familia como fundamento social
Darío Enríquez
07 de diciembre del 2022


Con la crisis sanitaria del Covid-19 prácticamente superada a nivel planetario, ya empieza a hacerse balances más precisos y exhaustivos, más allá de la necesaria estadística en medio de la lucha día a día contra este flagelo. En países como Canadá, Bélgica y Francia –entre otros del mundo “desarrollado”– se van encontrando indicios bastante reveladores. Se sabe que la mortalidad finalmente no ha sido tan elevada si se mide a nivel de la población en general, pero para el grupo etario mayor a 65 arroja cifras alarmantes.

Cuando se llega a mayor detalle, resulta que hay una diferencia significativa si comparamos la elevada mortalidad entre quienes vivían en asilos, residencias de ancianos o solitarios en sus viviendas, frente a guarismos mínimos para ancianos que vivían en la casa familiar acompañados de hijos y nietos. Hasta hace algunas décadas, la permanencia de los ancianos en la casa familiar, interactuando con las nuevas generaciones –entre aprendizaje, cuidados y protección– era lo usual en los países que hoy se llaman “desarrollados”. Era el modelo de la familia grande multigeneracional, que se ha venido desvaneciendo bajo los nuevos parámetros de la (falsa) modernidad.

Esos países han sufrido un proceso de “deconstrucción” de la familia como institución fundamental, para abrirse a falaces “formas nuevas” que, en rigor, desechan la gran herencia de nuestros padres y abuelos en la forja de la civilización humana. Casi 10,000 años echados al traste. En la línea del pensamiento conservador de Sir Roger Scruton, esta creencia en tales “formas nuevas” es en verdad un nuevo tipo de superstición que pretende “comenzar todo de nuevo, rehaciendo la naturaleza humana, la sociedad y la felicidad, como si fuera irrelevante el conocimiento y la experiencia de nuestros ancestros”.

De paso, agreguemos algo sobre la deconstrucción. Es un error manifiesto la creencia de que desde el constructivismo pueda lograrse cambios deseados en la sociedad a partir de estos procesos de deconstrucción. Tal vez algunas funcionen por excepción y en temas poco trascendentes. Las cuestiones sociales no soportan el vacío. Los colaterales negativos son más comunes de lo que podamos pensar. Consecuencias no previstas que terminan liquidando todo progreso y más bien implican deterioro, conflictos e involución social.

Retomemos el tema de la familia multigeneracional. Ese espacio convivial en el que abuelos, padres e hijos pueden compartir interacción, afectos, cuidados y protección. Por obvias razones, no es posible mantener esa convivencia en una misma casa familiar o un mismo espacio productivo, como era frecuente en el mundo rural. Sin embargo, se puede mantener esa integración multigeneracional en un modelo de familia que evolucione espontáneamente sin falaces “creaciones heroicas” ni constructivismos mágicos. Se invoca al mismo tiempo esa potente mezcla de lazos afectivos y racionalidad, que acompaña virtuosamente el período de mayor crecimiento en calidad de vida y bienestar material de la humanidad en los últimos tres siglos.

Ahora que nos encontramos inmersos y saturados por el ambiente futbolero, resulta bastante interesante citar aquí una de las tantas historias que circulan respecto de Cristiano Ronaldo y sus relaciones familiares. En redes sociales se lanza la pregunta de cómo así el futbolista Cristiano Ronaldo (conocido como CR7) sigue viviendo con su madre en la misma casa familiar, cuando supuestamente se esperaría que ambos tengan “sus propias vidas” por separado. Es curioso ver cómo personas de diversas partes del mundo comentan al respecto. Desde Portugal se dice que para su cultura es lo más normal que los padres sigan viviendo con los hijos e incluso se ensalza que los hijos se hagan responsables de sus padres en la llamada “tercera edad”. Desde EE.UU. se cuestiona que CR7, pese a todo el dinero que tiene no haya procurado “independencia”. Desde la India se dice categóricamente que para ellos no hay nada que explicar, que ellos no conocen otra forma de vida que tener a los padres, hijos y nietos en la misma casa familiar. Muchos conceptos van y vienen. Todos ellos tienen que ver con la temática de la familia multigeneracional.

Si algo hemos aprendido en la grave crisis sanitaria de la que apenas estamos saliendo, es que la familia es fundamental. Los lazos afectivos y racionales sustentan interacciones, aprendizaje, cuidados y protección. Desechar esos modelos de familia “antiguos, retrógrados y conservadores” ya no es una opción. Es improcedente que pretendamos (falsa) modernidad liquidando la familia en tanto fundamento de la sociedad, sino que debemos abrir un espacio de reflexión para respetar su esencia y retomar una evolución espontánea.

Más de uno entre nuestros lectores estará en este momento asintiendo. Se sorprenderá saber que de ese modo se está alineando con un principio central en el pensamiento conservador. Este término que los constructivistas sociales han tenido tanto éxito en estigmatizar, en su real dimensión sin duda alguna define los sentires y pensares de la inmensa mayoría de personas. Ser conservador no es impedir todo cambio. Esa idea absurda proviene de desinformación, desconocimiento y desatención. Invitamos a conocer el pensamiento conservador acudiendo a los trabajos de intelectuales como E. Burke, G.K. Chesterton, C.S. Lewis, O. de Carvalho, J. Peterson, R. Scruton, C. Vidal, etc. Una nueva generación de jóvenes hispanoamericanos también está produciendo material de calidad que podemos consultar en las diversas redes sociales: A. Laje, M. Lukacs, P. Muñoz, N. Márquez, L. Batallán, D. Urbina, entre muchos otros. Tal vez usted, amigo lector, es conservador y no lo sabe, pues arrastrado por el establishment mediático que distorsiona y manipula, aún no ha podido ser plenamente consciente de ello.

Darío Enríquez
07 de diciembre del 2022

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