Heriberto Bustos
Retornos forzados e inciertos
Ante el avance del Covid-19 algunos ven su pasado como posibilidad de vida

Históricamente la conformación de nuestras sociedades, y en especial de las capitales departamentales, fue resultado de procesos de migración. La oferta de mejores condiciones de vida era el común denominador de las convocatorias, produciéndose traslados por oleadas de compatriotas del interior del país, con características particulares. Por ejemplo, en las primeras décadas del siglo pasado fueron “convocadas” élites provincianas; entre los años treinta y cuarenta se movilizaron clases medias urbanas de comerciantes y empleados hacia Lima; mientras que las posteriores migraciones tuvieron origen mayoritario de comunidades campesinas, peones de valles interandinos y zonas ubicadas en los Andes, esparciéndose también a capitales departamentales de la costa, la sierra y la Amazonía.
Algunos escritores dieron cuenta de este hecho, junto a la triste realidad de unos, así Julio Ramón Ribeyro(*) anotaba “Ellos no son los únicos. En otros corralones, en otros suburbios alguien ha dado la voz de alarma y muchos se han levantado. Unos portan latas, otros, cajas de cartón, a veces solo basta un periódico viejo. Sin conocerse forman una especie de organización clandestina que tiene repartida toda la ciudad. Los hay que merodean los edificios públicos, otros han elegido los parques o los muladares. Hasta los perros han adquirido sus hábitos, sus itinerarios, sabiamente aleccionados por la miseria”.
En otro contexto, José María Arguedas(**) narraba “…Y, vea usted, así como los serranos se desgalgaron de las haciendas y de sus comunidades pueblos en que estaban clavados como siervos o como momias, se desgalgaron hasta aquí, al puerto, para coletear cual peces felices en el agua o para boquear como peces en la arena, es decir, pa’gozar o pa’cagar fuego, así también, ¿lo sabía?, se vinieron en bandada los aficionados a industriales, se vinieron con sus capitalitos de mezquinas herencias y de ahorros”
Siendo un país de migrantes, es obvio que algunos descendientes resultasen exitosos, mientras otros no. Estos, en las actuales circunstancias, viviendo en y de la informalidad en condiciones de pobreza, al sentir cercanos los estragos del Covid-19 comienzan a ver su pasado como posibilidad de vida. Y sus añoranzas de retorno los impulsan a volver a sus pueblos de origen. Últimamente hemos sido testigos de este fenómeno. Son demasiados los provincianos que van dejando no solo la capital nacional, sino también las departamentales.
Es de imaginar las consecuencias sociales, económicas y políticas que resultarán. Miles de jóvenes sin oficio ni beneficio ubicados en los Andes pugnarán por prácticas de sobrevivencia nada santas, y su mendicidad los dirigirá a la búsqueda de trabajo o a la prácticas de presiones reclamando “beneficios” al Estado y empresas mineras ubicadas en esos escenarios. A la par de ello surgirán grupos de asesores, o autodenominados defensores de los derechos humanos, que en el ánimo de erigirse políticamente en guías de una supuesta “transformación revolucionaria”, frotarán la “lámpara de Aladino” para que su genio transformado en gobernante prometa el retorno a un pasado de bondad, afectando la producción de un sector que a la fecha sostiene la economía nacional.
Fuerzas políticas y gobiernos regionales con sentido social y perspectiva de desarrollo, deberían tomar la iniciativa para atender a quienes retornan. Además deberían incluirlos en programas o proyectos productivos que, en convivencia con la producción minera, fomenten el progreso, mediante el incremento y promoción de la producción e industrialización agropecuaria, y también el fomento del turismo vivencial, en un ambiente de cooperación, flexibilidad, interacción y paz.
* Los gallinazos sin plumas (1955)
** El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971)
COMENTARIOS