¡Qué tal raza!

Estaba revisando el libro que escribió Harold Robbins sobre la vida de Solimán “El Magnífico”, y recordé que en mi época de escolar se nos enseñaba y hablaba con mucho énfasis acerca de la influencia europea en el continente americano y, en el caso peruano, la conquista y virreinato español. Pensaba en esto porque no hace mucho que se ha realizado un censo en nuestro país, sobre el que se ha escrito mucho en estos días. Los comentarios y críticas han recaído más sobre una de sus preguntas que parecería resaltar más aquello que nos diferencia el uno del otro. Y eso es triste.

Recordaba a mis profesores y las clases en las que se impartía una educación, si se puede llamar así, escrita desde el Occidente, cuando al otro lado del mundo existieron imperios que no tendrían nada que envidiarle a España en el siglo XV y posteriores. Así como hubo un Carlos V, existieron hombres como Solimán, cuyo imperio alcanzaba el norte de África, así como Belgrado, Hungría. ¿Por qué dejamos de lado esto? ¿Por qué no miramos más el Oriente? Ahora que muchos miran a naciones como la China, India, los Tigres del Asia... ¿No debimos mirarlos con más atención? Quizás si hubiera sido así, habríamos aprendido inglés y chino al mismo tiempo.

Hace unas semanas, se habló mucho acerca de si unos se sentían zambos, blancos, mestizos, etc. Pero, ¿cómo podríamos responder esta pregunta cuando muchos peruanos ignoramos nuestros orígenes por una falta de lectura? Si postulara la idea de que en 1492, en los barcos de Cristóbal Colón, venía un grupo de gente que fue expulsada del reino español que eran considerados “infieles”, o discurriera sobre la idea de que la división entre Pizarro y Almagro podría haber sido un pleito religioso ¿alguien lo creería?

La semana pasada, un congresista decía: “Yo ni siquiera sé de qué raza soy”, y puede que tenga razón. Si no, pensemos de dónde venían los primeros habitantes de esta parte de América del Sur, desde el Hombre de Guitarrero, en Yungay, hasta el peruano de hoy, siglo XXI.

Una vez escuché decir que nadie podía saber a dónde iba si no sabía de dónde venía. Por eso debemos leer más, para tratar de entenderlo.

Arturo Valverde