Davis Figueroa

La muchedumbre y la generación del bicentenario

Examen de una generación en crisis

La muchedumbre y la generación del bicentenario
Davis Figueroa
30 de noviembre del 2020


«
Hoy en día los reclamos de las masas se están volviendo
cada vez más claramente definidos y significan nada menos que la
determinación de destruir completamente a la sociedad tal como ésta
existe actualmente, con vista a hacerla retroceder a ese primitivo
comunismo que fue la condición normal de todos los grupos humanos
antes de los albores de la civilización. Las exigencias se refieren a
limitación de las horas de trabajo, nacionalización de las minas,
ferrocarriles, fábricas y el suelo; la igualitaria distribución de todos los
productos, la eliminación de todas las clases superiores en beneficio de
las clases populares, etc.
»
Gustave Le Bon – Psicología de las masas (1895)


No se ha dejado de hablar de la hegemonía de la horda sobre la civilización. Esto aún es noticia y se pretende que el Perú remede el caos que se vive en Chile y Guatemala. Es así que el criterio obtuso de una masa súbitamente contestataria –pero en el fondo gregaria y acéfala–, hace evidente la fragilidad institucional de una nación invertebrada, la cual navega peligrosamente cerca de una vorágine socialista.

Se ignora la historia, se desconoce que las agitaciones políticas y sociales siempre sirvieron de fermento para fortalecer ideologías moribundas y fueron el preludio de miserables dictaduras como la castrista y la chavista. La masa ensoberbecida no comprende el peligro que representa una alimaña socialista para un país en crisis. La masa acéfala y errática tomó las calles para hacer sentir su clamor y repentino descontento por la “urdida” vacancia presidencial. Se dice que este fue el factor desencadenante que hizo reaccionar a milénicos y posmilénicos, después de casi seis meses de arbitraria cuarentena en la que no existieron. Considero, más bien, que dicha masa es un subproducto de la manipulación ejercida por determinados grupos de choque, que buscaban desmontar nuestra república democrática para instaurar un régimen socialista de miseria y opresión.

Al respecto, Freud caracterizó a la masa como un conjunto homogéneo, gregario y despersonalizado, en donde las inhibiciones individuales desaparecen y un torrente de emociones destructivas se exterioriza fácilmente: 

La multitud es impulsiva, versátil e irritable y se deja guiar casi exclusivamente, por lo inconsciente. Los impulsos a los que obedece pueden ser, según las circunstancias, nobles o crueles, heroicos o cobardes, pero son siempre tan imperiosos que la personalidad e incluso el instinto de conservación desaparecen ante ellos. Nada, en ella, es premeditado. Aun cuando desea apasionadamente algo, nunca lo desea mucho tiempo, pues es incapaz de una voluntad perseverante. No tolera aplazamiento alguno entre el deseo y la realización. Abriga un sentimiento de omnipotencia. La noción de lo imposible no existe para el individuo que forma parte de una multitud (1). (2005, p. 11)

La repentina fe en las masas juveniles, como promotoras del gran cambio social y político, tiene su germen y fundamentación en una sugestión ejercida sobre la población incauta. Una masa que, después de interiorizar el mensaje, ejercerá la misma influencia nociva en sus congéneres a través del contagio mental. Sobre este punto, Freud analiza la sugestibilidad de las masas y cómo es posible que sus pensamientos y sentimientos se orienten en un mismo sentido, demostrando el predominio de la cualidad afectiva e irracional de estas: 

La multitud es extraordinariamente influenciable y crédula. Carece de sentido crítico y lo inverosímil no existe para ella. Piensa en imágenes que se enlazan unas a otras asociativamente, como en aquellos estados en los que el individuo da libre curso a su imaginación sin que ninguna instancia racional intervenga para juzgar hasta qué punto se adaptan a la realidad sus fantasías. Los sentimientos de la multitud son siempre simples y exaltados. De este modo, no conoce dudas ni incertidumbres(2). (2005, p. 12).

Los cambios generacionales y el acceso masivo a Internet, ha evidenciado un problema derivado de la influencia de la era digital sobre el individuo. Ahora se trata de vivir interconectados las 24 horas del día en un mundo virtual, multicolor e interactivo. La portabilidad tecnológica se hace patente y está al alcance de todos los usuarios, desde la infancia hasta la ancianidad. El culto a la personalidad es un rasgo distintivo de esta generación en crisis. Los selfies (con Facebook e Instagram) y los selfvids (con TikTok) son su estandarte. Comparten memes y emoticonos para expresar pensamientos y emociones, mientras pasan horas interminables frente a las pantallas de sus computadoras o smartphones

Si lo que he planteado líneas arriba parece trivial, pensemos por un momento en la tremebunda influencia que tienen las redes sociales sobre la vida de los individuos actualmente (en especial en la generación del bicentenario). Según DataReportal (2020), las redes sociales han alcanzado 24 millones de usuarios en enero de 2020, con un aumento de 1.1 millones (+4.8%) de usuarios entre abril de 2019 y enero de 2020. Cifras escalofriantes si tenemos en cuenta el efecto adictivo y desinformativo que tienen estas redes, hoy muy en boga.

Es cierto que las bondades de internet son muchísimas, pero estas pasarán inadvertidas si los receptores son masas insipientes, indiferentes con la cultura y apáticas en el aprendizaje. En la actualidad no existe una solución inmediata a este problema que se expande vertiginosamente como la Covid-19. Se cree que debemos esperar a que la educación convencional dé frutos en 20 o 30 años, la cual se imparte a los jóvenes en claustros académicos o universitarios, bajo directrices curriculares e ideológicas caducas. 

La alienación de las masas como consecuencia de las redes sociales, es un fenómeno reciente que viene siendo estudiado por la psicología y otras ciencias sociales. Siendo así, que no nos sorprenda la pronta inclusión de una nueva enfermedad mental relacionada con estos medios de comunicación en el DSM-V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales). Asimismo, se ha demostrado que el impacto de estos medios sobre la formación de juicios y preferencias de las masas podría ser devastador. Por poco nos salvamos de tener una poeta alucinada y comunista en la presidencia, lo cual demuestra que no debemos subestimar a las multitudes pues, como bien señaló Freud: 

Las multitudes llegan rápidamente a lo extremo. La sospecha enunciada se transforma ipso facto en indiscutible evidencia. Un principio de antipatía pasa a constituir, en segundos, un odio feroz. Naturalmente inclinada a todos los excesos, la multitud no reacciona sino a estímulos muy intensos. Para influir sobre ella, es inútil argumentar lógicamente. En cambio, será preciso presentar imágenes de vivos colores y repetir una y otra vez las mismas cosas(3). (2005, p. 12).

El individuo que se encuentra inmerso en el corazón de la masa experimentará inevitablemente la alienación, esto es, un deterioro profundo de su personalidad o la pérdida total de esta. La enajenación del hombre se pronuncia cada vez más en nuestra sociedad y se torna inevitable. Hoy en día los individuos no se pertenecen, se transfiguran constantemente; el mundo multimedia los engulle por horas, días, meses, años, ad aeternum. Convierten una rutina accesoria y prescindible en un modo de existencia vegetativo y perpetuo. Totalmente ignorantes de la realidad y de sí propios se yerguen con el puño en alto y proclaman: ¡Somos la generación del bicentenario y qué!


1 Freud, S. (2005). Psicología de las masas y análisis del yo. LibrosEnRed: p. 11. (Original publicado en 1921).
2 Freud Op. Cit.: p. 12.
3 Freud Op. Cit.: p. 12.

Davis Figueroa
30 de noviembre del 2020

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