Horacio Gago

¿Por qué los economistas no son buenos estadistas?

No ven personas ni comunidades humanas, sino recursos

¿Por qué los economistas no son buenos estadistas?
Horacio Gago
05 de diciembre del 2017

 

¿Conoce usted algún economista que, instalado en el poder, haya tenido una clara visión de Estado, país y desarrollo? Yo no. ¿Qué estadista y líder gigantesco uno admira? F. D. Roosevelt, el primer Tony Blair, el primer Felipe González, Charles De Gaulle, Nelson Mandela, Ramón Castilla, Olof Palme, Vlácav Havel, Vladimir Putin, Fernando H Cardoso y varios más. Ninguno de ellos fue economista. Abogados, sociólogos, militares, filósofos, escritores, pero no economistas (Havel estudió algunos cursos de Economía, pero se hizo literato al poco tiempo).

Por su formación en microeconomía (la sustancia de la economía) cuando analizan un espacio concreto los economistas no ven personas ni comunidades humanas, sino recursos, precios, oferta y demanda. Profesan una racionalidad inamovible, surgida de las leyes del mercado. Para los economistas las personas podemos ser “externalidades” si impedimos sus racionalísimos propósitos. No existen personas relacionándose entre sí por motivos internos, anhelos, necesidades, prejuicios, moral. No. Tampoco comunidades humanas con diversos acervos culturales que definen sus márgenes de decisión. No. Solo hay cosas que se intercambian a precios que fluctúan según ciclos económicos. Los economistas no entienden el derecho (salvo excepciones) ni les interesa. A los economistas, el derecho (como lo que es: entramado humano de relaciones sostenibles para que las cosas funcionen), les resulta intragable.

Las personas somos activos, recursos, cosas. Para ellos las personas tomamos decisiones racionales todo el tiempo, lo que nos hace predecibles y en consecuencia “commodities”, o sea cosas transables. Para los economistas, la Amazonía peruana no está poblada por comunidades humanas, sino que es una zona rica en recursos naturales que deben ser explotados eficientemente. Los nativos que no lo entiendan deberían, según ellos, ser puestos de lado (googlear la relación entre la premier Aráoz y el líder nativo del “baguazo” Alberto Pizango).

Se fundamentan en Adam Smith y frotan “la mano invisible” como si fuera un ekeko, sin detenerse a pensar que el escocés fue un filósofo moral antes que un micro economista, defensor de la supremacía de las sociedades sobre los mercados, y por encima de todo un conocedor de las relaciones humanas y las jurídicas, al punto de sostener la riqueza de las naciones en un sólido sistema jurídico de propiedad.

Los economistas de hoy no tienen una idea clara de la moral. Mejor dicho, no tienen idea alguna de la moral. Los principios, valores y paradigmas que hacen que las personas sigan normas y activen su creatividad y sociabilidad no les dicen nada. Solo se fijan en los recursos, los precios, los costos de las cosas.

En el Gobierno de PPK hay superabundancia de economistas en puestos clave. El presidente los es, la premier también, el anterior premier ídem. ¿Qué esperar? Nada bueno: la informalidad seguirá creciendo como campo de champiñones porque su solución no es de tipo económico, sino jurídico. La desigualdad (desafío actual en todo el mundo), a su vez, se incrementará debido a la cosificación de todo: para los economistas los recursos no deben pertenecer a las personas y sus familias, sino al sector privado; lo que equivale a decir que pertenecen a las corporaciones para que los exploten. Las comunidades humanas serán consultadas, pero “sin carácter vinculante”.

Un estadista tiene visión de Estado y la seguridad para construir un futuro sobre políticas públicas con contenido moral. Un estadista emprende los desafíos y complicaciones del presente para orientar las soluciones futuras. Un estadista no deja libradas a las personas ni a las comunidades humanas a la voluntad de las empresas y corporaciones. Un estadista no va a ser nunca un economista.

 

Horacio Gago
05 de diciembre del 2017

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