J. Eduardo Ponce Vivanco

Pedro y César en el país de las maravillas

Dos chotanos dedicados a la educación y la política

Pedro y César en el país de las maravillas
J. Eduardo Ponce Vivanco
25 de noviembre del 2021

 

Con 17 años de diferencia, Chota alumbró a dos peruanos genéticamente muy distintos: Cesar Acuña (1952) y Pedro Castillo (1969).  Ambos nacieron en el distrito de Tacabamba, ambos tuvieron muchos hermanos (Acuña 12 y y Pedro 9), ambos son hijos de campesinos iletrados o casi analfabetos, y ambos araban el campo, sudaban en trabajos de subsistencia y estudiaron en las escuelitas rurales, donde aprendieron las primeras letras al mismo tiempo que ayudaban a sus padres a cultivar y cosechar. 

Antes de que Pedro cumpliera los dos años, César decidió expandir sus horizontes y partió a Trujillo. Ingresó a la universidad local y se matriculó en ingeniería química.  Cubría sus estudios vendiendo el cañazo que se destilaba en la hacienda azucarera Casa Grande. Pero muy pronto se le ocurrió fundar una academia preuniversitaria para estudiantes de ingeniería. Fue su primer emprendimiento comercial en la educación.  Veinte años después logró que se promulgue la ley que creó la Universidad César Vallejo de Trujillo (que luego establecería sedes en numerosas ciudades del norte).  Creó un club deportivo con el mismo nombre, un equipo de fútbol profesional, el canal UCV digital de TV, la Universidad del Señor de Sipán en Chiclayo y el “Harvard College” (¿?) en Piura (Chulucanas).  

Se duda de los títulos y la formación académica que Acuña exhibe, y se cuestiona la calidad de los estudios que imparte su imperio educativo/comercial. Pero de lo que no se puede dudar es de la imparable audacia, la ambición y el desparpajo de este chotano que “no sabe hablar”, según él mismo dice. Pero son esos rasgos de su personalidad los que le permitieron acuñar, sin vergüenza ni pudor, la autocomplaciente expresión sobre su fortuna: “plata como cancha”. Con tal cantidad de “cancha” fundó y se convirtió en el único líder de Alianza para el Progreso (APP). Un partido político propio que calcula sus decisiones en función de los beneficios a obtener jugando a ser el criollo fiel de la balanza en el Congreso y la política nacional.   

El recorrido de su paisano fue diferente.  Pedro se quedó en Chota como maestro rural pero no aprovechó el tiempo para estudiar y aprender.  La carrera que encontró con los años fue el sindicalismo, que es la forma lamentable en que el magisterio peruano enfoca la Educación.  Además de no educarse o perfeccionarse, nuestros profesores se oponen a los exámenes de suficiencia que exige la meritocracia, relegando a los alumnos al último lugar de su lista de prioridades.  De hecho, se sirven de ellos como víctimas de sus huelgas en la búsqueda de beneficios gremiales y políticos.  Y dada su vecindad con el radicalismo de izquierda y el MOVADEF, la escasa enseñanza que imparten está infectada de doctrinas propias de organizaciones como el SUTEP, el CONARE-SUTEP y FENATEP, los dos últimos liderados o privilegiados por Castillo, Maraví, o el actual Ministro de Educación. 

Pero esa es la carrera que puso a don Pedro Castillo en la mira de Vladimir Cerrón y Perú Libre.  Apostaron por él para lo que jamás pensaron lograr y, por las milagrosas ocurrencias de este país insensato, lo llevaron a la Presidencia de la República, de la que ahora se le quiere vacar por incapacidad moral, o por una incapacidad con visos de ser permanente e insalvable. 

Y es en este dramático trance en el que aparece su paisano de Tacabamba para salvarlo, entrando al escenario al que fue invitado por la Premier Vásquez cuando le hizo la visita nocturna que ya dio su primer fruto:  un nuevo Secretario General de la Presidencia para reemplazar al que guardaba sus “ahorritos” en el baño de su oficina palaciega. 

Es triste que no disfrutemos del país de las maravillas de Alicia, pero definitivamente estamos inventando una versión peruana de Macondo.

J. Eduardo Ponce Vivanco
25 de noviembre del 2021

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