Darío Enríquez

Patrimonio cultural limeño en medio de tugurios

Incluso algunos inmuebles “protegidos” están tugurizados

Patrimonio cultural limeño en medio de tugurios
Darío Enríquez
17 de noviembre del 2021


Continuamos con nuestra Lima histórica tugurizada. Hoy trataremos sobre el patrimonio cultural arquitectónico e histórico que se encuentra en este espacio capitalino altamente tugurizado. Es una de las cuatro dimensiones de intervención que identificáramos en nuestro anterior artículo sobre el tema(*). De acuerdo a lo que se registra en el “Plan Maestro del Centro Histórico de Lima 2019 al 2029 (con visión al 2035)”, hay un evidente sesgo a favor de la protección y puesta en valor tanto del paisaje histórico como del patrimonio cultural de nuestra ciudad capital.

La intervención para la destugurización y puesta en valor de nuestro centro histórico debe considerar tanto el tema comercial como turístico, cultural y humano. La forma como abordemos y demos solución a la necesaria protección, preservación y restauración del patrimonio arquitectónico limeño tiene que ver con la dramática situación que se vive en medio millar de casonas sufriendo deterioro, esperando una solución sostenible.

Uno de los principales ángulos de esta problemática es el saneamiento predial de la propiedad y el derecho del propietario a ejercer su derecho como tal. Para muchos propietarios, es literalmente una desgracia que su predio se haya declarado parte del patrimonio cultural arquitectónico y cultural de la ciudad: además de los enormes costos que debe asumir para el mantenimiento del inmueble, tiene un sinnúmero de impedimentos para aprovechar legítimamente su propiedad; en algunos casos, el inmueble está ocupado precariamente por muchas familias y se ha tugurizado. No es coincidencia que buena parte del problema de la tugurización tenga origen en las restricciones al ejercicio del derecho a la propiedad.

Sin embargo, esas restricciones no van a desaparecer de la noche a la mañana, debemos sobrellevarlas y tal vez superarlas definiendo procesos de intervención concertados. Hay que negociar, siendo contraculturales con ello, pues nuestra cultura peruana tiene alarmantes carencias en estos tópicos. Hay una gran casuística de éxito en intervenciones urbanas que han preservado el patrimonio arquitectónico, con proyectos comerciales, turísticos, culturales y de vivienda. No hay incompatibilidad, más bien encontramos opciones interesantes de hacer sinergia entre estos cuatro aspectos: una mezcla virtuosa de ellos sería innovadora y positivamente disruptiva. Olvidemos esas visiones idílicas que “desde la nada” (léase intervención estatal) pretende monumentos, inmuebles y espacios urbanos maravillosos en el centro histórico limeño. La magia no existe.

Es importante contar con la acción decidida de las partes concernidas en cada caso. Si hay un tema de vivienda y destugurización, la participación de los ocupantes e inquilinos (precarios) debe ser activa, haciendo parte de la solución y no agravando el problema. Una reubicación concertada siempre será una buena opción. El inmueble puede mantener su vocación como vivienda, pero también puede cambiar hacia otros usos o definir una nueva vocación mixta. El modelo “vida de barrio”, que evoca espacios urbanos en la ciudad norteamericana de la primera parte del siglo XX es interesante y puede aplicarse en algunos casos: un nuevo desarrollo inmobiliario en el que el primer nivel se destine a usos comerciales y turísticos, mientras el segundo y tercer nivel de las edificaciones (no ir a más), son viviendas cuyo sostenimiento se asegura en buena parte con la renta que generan los locales comerciales del primer nivel. Incluso los inquilinos pueden convertirse en propietarios y además pueden encontrar posibilidades de trabajo o negocio en esa zona comercial del primer nivel.

Otra opción apunta a la construcción de centros comerciales (populares) de diversa magnitud, que preserven la arquitectura y restauren objetos de valor histórico-cultural. Hay ejemplos exitosos en el jirón Cusco, la avenida Abancay y el jirón Trujillo en el Rímac. Lamentablemente, también hay otros casos menos felices. 

Tampoco se descarta la formación de museos de sitio, en especial para grandes casonas con muchísimo material propicio para ello. En este caso se requiere fundaciones privadas que concerten lineamientos de intervención con las autoridades y con los ocupantes, si acaso el predio se encuentre precarizado.

Los monumentos y espacios abiertos también deben ser objeto de proyectos para su puesta en valor. Con las autoridades acompañando y supervisando el proceso -se ha mostrado ello en forma clara- las intervenciones con inversión privada e institucional (universidades y colegios profesionales, por ejemplo) son las que tienen mayor eficacia y sostenibilidad. No hay nada peor que renovar un espacio abierto o un monumento y en poco tiempo, su mantenimiento sea abandonado por una autoridad poco prolija en estos menesteres o como producto de un cambio político en su conducción y la desafectación respecto de las obras “del otro”. La Huaca Pucllana es un buen ejemplo de gestión eficaz (aunque fuera del centro histórico) y el abandono que sufrió en su momento el Parque de la Muralla por parte de la administración Villarán, un contraejemplo de lo mismo.

*
https://elmontonero.pe/columnas/una-lima-que-no-se-va-tugurios-que-persisten

Darío Enríquez
17 de noviembre del 2021

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