Jorge Varela
Parejas gobernantes en América Latina
Una muy particular forma de llegar al poder

América Latina no es la única zona del mundo donde tiene lugar un fenómeno político-social anómalo: en algunos países el Ejecutivo está al mando de parejas conformadas generalmente por un hombre y una mujer, siendo posible verificar un desbalance nítido e impropio en dicha conducción ejercida de manera conjunta o aparentemente separada. Es una situación irregular, contaminante y confusa que traslada al plano de la gestión pública relaciones y comportamientos correspondientes, en circunstancias normales, al ámbito de lo privado.
Casos emblemáticos en la región
Al respecto en nuestra región, han abundado casos emblemáticos muy singulares: el de Evita Duarte y Juan Domingo Perón es sin duda el más conocido, pero el más reciente y peligroso en el jardín-zoológico circundante del poder político es el de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua.
En Venezuela Cilia Flores, esposa de Nicolás Maduro, es la encarnación exacta de esa Primera Dama empoderada que representa el verdadero poder autócrata detrás del Presidente. Hace años Chile también tuvo que soportar un extenso régimen autoritario comandado de modo férreo por Augusto Pinochet, quien hasta compartió un singular espacio binario inclusivo con su cónyuge Lucía Iriart.
Otro ejemplo de esta especie de verdadero amancebamiento táctico que persigue objetivos ideológicos e incluso personales, sin que ello signifique necesariamente otro tipo de cohabitación, lo constituye el contubernio de Cristina Kirchner y Alberto Fernández en Argentina, aunque no tengan una relación de tipo conyugal. Es claro que cualquier vínculo afectivo presente, futuro o pretérito contribuye a un mejor logro de la tarea común o a lo menos refuerza la participación cómplice de uno de los integrantes del dúo.
Un caso de activismo militante distinto
De ahí que sea significativo que Irina Karamanos, quien debió ser reconocida como Primera Dama de Chile, haya optado por renunciar a dicha condición de influencia y poder agregado, actitud que facilita el despliegue de su particular agenda activista y la emisión de opiniones que de otra forma podrían afectar el desempeño público de su pareja presidencial, una situación no exenta de riesgos para quien es el principal conductor electo por el pueblo.
Al ser entrevistada por Pepa Bueno, directora de El País de España, Irina declaró: “Lo que va a continuar –el acompañamiento al presidente (Boric)-- es la versión más popular y accesible que tiene esta figura. Es la más humana. Y el debate público y el cambio cultural van en la línea de que una mujer sea más bien independiente laboralmente y que tenga una propia propuesta, a diferencia de esta modalidad un poco maquetada de lo que se espera de una primera dama” (El País, 5 de octubre de 2022).
Después de sus polémicas opiniones en el marco del Encuentro Internacional Feminista 2023 efectuado en Madrid, donde afirmó que el triunfo del ‘rechazo’ en el plebiscito de salida de la nueva Constitución, se debió a una “campaña del terror”, habría sido de mayor gravedad haber dado alas e impulso a la conformación de una gestión mixta en que uno de los personajes militantes mueve los hilos y el segundo se predispone para decir aquello que el primero piensa sin atreverse a decirlo directa y explícitamente. Con razón el escritor Rafael Gumucio tituló uno de sus perfiles periodísticos: “Irina, la reina que no quería reinar” (Ex-Ante, 25 de junio de 2022)
El destino histórico común de la hermandad amoral
Más allá del amor, del deseo sexual, de la camaradería o de la conexión ideológica que les convirtiera en aliados de confianza, los socios integrantes de estas duplas están fundidos materialmente por el pegamento simbólico de una hermandad amoral que siempre les unirá al enfrentar sus desafíos vitales y desgraciar la existencia de millones de seres dignos, humildes e inocentes. Aunque no estén dispuestos a admitir las consecuencias de sus deslices o fechorías y llegaren a separarse, temprano o tarde volverán a reencontrarse en aquel camino que les llevará directa y fatalmente al vacío de un destino histórico común.
Este fenómeno político-social de parejas gobernantes es expresión de una fórmula militante invasora perversa enfocada a penetrar al poder y de paso practicar además la tan anhelada igualdad de género, sin sujetarse a normas institucionales democráticas esenciales ni acatar el mandato contundente del veredicto ciudadano.
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