Eduardo Zapata
Para gestionar, hay que conocer

El término noticia está directamente relacionado a otro término: expectativa.
Si yo lanzo un dado, la noticia consistirá en el juego de expectativas de que salga el número deseado –un cuatro, por ejemplo- pudiendo aparecer cinco posibilidades más. Un uno, un dos, un tres, un cinco o un seis. Eso desde la teoría de la información pura y dura.
Sin expectativas y su correlato confianza, no cabe la posibilidad de noticia alguna. Y ello ha ocurrido con el mensaje presidencial de este 28. En casi todos los temas, pero particularmente en aquel de la educación.
Porque –digámoslo ya- no interesaba la cara del dado o el número que apareciese en él. Roto el pacto de confianza entre el Presidente y los ciudadanos desde hace buen tiempo, el número aparecido era irrelevante. Pues no solo dudaremos si el cuatro es cuatro, sino que –lo más grave- en el año que queda de este triste gobierno tendremos la convicción de que aun cuando apareciese podría tratarse –para usar palabras gubernamentales- solo de una ‘percepción’. Como fue y es calificada la inseguridad que nos desborda. Que siendo real y maciza es negada por las voces oficiales.
En la comunicación política ,más que en otros actos comunicativos, las palabras tienen color. El color de la ideología, de la voluntad política y de la autoridad. Que aseguran precisamente la noticia y el cumplimiento de ella. Lamentablemente de la boca de los ‘aventureros políticos’ que ocupan la presidencia, lo blanco puede ser también rojo si conviene. Fieles a sus polos de campaña y –eso sí- a sus cambiantes apetencias personales.
Apena –en este contexto- lo referido al tema educativo.
Mientras en un país como Finlandia –referente educativo en el mundo- se revisa y actualiza el core curriculum en orden a los cambios cerebrales de los millenials y al nuevo tipo de sociedad que se va configurando y al nuevo tipo de profesional/técnico que se requerirá, aquí ignoramos no solo lo que la ciencia nos dice, sino abdicamos hasta de pensar el futuro. Tal vez cambiemos puertas y ventanas –siempre mal y tardíamente- pero nos hemos olvidado del CONCEPTO de educación y de cómo plasmarlo en un curriculum.
Mientras en Finlandia –y otros países- se abandonan los cursos especializados, segmentados y clasificatorios y se hace trabajar al estudiante multidisciplinariamente en la solución de problemas reales, aquí nos quedamos en el mundo de las definiciones aisladas y en la irrealidad.
Mientras Finlandia se atreve a relativizar la prueba PISA, aquí amaestramos a alumnos y profesores para “subir unos puntitos” en esa prueba y solo para la foto de los llamados logros educativos.
Tal vez la única novedad es que nos hemos enterado de que estamos viviendo ya una reforma de la educación. Que –como lo hemos adelantado- carece de concepto matriz: el qué, el para qué y la ignorancia respecto a las competencias y habilidades de los estudiantes hijos ya de la electronalidad.
Se ha dicho que es un logro histórico haber destinado el 3.6% del PBI al Sector Educación. Ahora nos enteramos de que es para la reforma educativa en marcha. Tratándose de un gobierno que ha hecho de las percepciones una Política de Estado, acaso –y a diferencia de la delincuencia- esa reforma exista, pero no la percibimos. Esperemos que el próximo gobierno no pretenda destinar el 6% del PBI al Sector Educación basándose en percepciones.
Se nos vendió al Ministro de Educación como un experto en gestión del conocimiento, la básica y también la superior. Lamentablemente –y a pesar de la publicidad- su gestión ha transcurrido de espaldas a ese conocimiento. Se gestiona bien lo que de veras se conoce.
Por Eduardo E. Zapata Saldaña
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