Otro quinquenio perdido

El gobierno de Ollanta Humala acabó con la formidable expansión de la economía peruana en el último Gobierno de Alan García. Cinco años después, el triunfo de Kuczynski fue recibido con una esperanza inspirada en su trayectoria y experiencia. Más aún, se asumió que la convergencia programática de sus planteamientos con los de Fuerza Popular sería potenciada por su numerosa bancada en el Congreso, y que esa confluencia sería positiva para el Perú. No advertimos, sin embargo, que los fuertes insultos de la campaña electoral y la gravitación de la coalición antifujimorista que lo llevó al poder generarían la beligerancia política que ha sido la maldición de este patético quinquenio.

Nadie imaginó entonces que las maniobras subterráneas del oscuro empresario José Hernández influirían decisivamente en la conformación de la plancha presidencial de PPK, en la que consiguió colocar como candidato a la primera vicepresidencia al ex Gobernador de Moquegua, Martín Vizcarra. Tampoco anticipamos las consecuencias que tendría esa designación cuando el Gobierno comenzó a tropezar con sus propios desaciertos que, amplificados por la animosidad del Congreso y el tremendo escándalo Lava Jato, llegaron al extremo de provocar la renuncia del Presidente de la República.

Solo la larga cadena de mensajes por Whatsapp entre Hernández y Vizcarra divulgada en el extenso informe digital(1) del diario El Comercio ha evidenciado prolijamente la red del lobista Hernández y su perversa incidencia en la política de los últimos cinco años.

A pesar de que fue elegido como Vicepresidente de Kuczynski en un Gobierno de raigambre liberal y favorable a la inversión privada, Vizcarra se inclinó inesperadamente hacia la izquierda y agudizó la confrontación con la mayoría fujimorista del Congreso (que lo llevó a Palacio), llegando al extremo inconstitucional de cerrarlo sin vergüenza alguna. 

En su efímero Gobierno, el moqueguano derivó hacia un populismo izquierdizante y camuflado por las reformas políticas manipuladas que condujeron al descalabro institucional que sufrimos hoy, y culminaron con su propia destitución, que logró el deprimente récord de ser la segunda vacancia presidencial en menos de un lustro. 

El Congreso que lo licenció fue producto de la torpeza con que aplicó las indicaciones de su consultor de cabecera, el maquiavélico peronista argentino Maximiliano Aguiar, para que gobernara al ritmo populista de las “demandas ciudadanas”, que alimentó con su propio ejercicio presidencial. Los consejos de Aguiar y la disciplinada aplicación de Vizcarra nos empujaron al enredo político que ha terminado en las manos del gobierno transicional del inexperto Manuel Merino. Es esperanzador, sin embargo, que ayer juramentara el gabinete presidido por Antero Flores-Aráoz, en medio de una gran ofuscación nacional y de movilizaciones populares visiblemente orientadas hacia objetivos similares a los que han comprometido tan severamente el destino de Chile.

A cinco meses de las elecciones es imperativo que los peruanos estén plenamente conscientes de que el (difícil) éxito de Merino y Flores-Aráoz será la única garantía para evitar que el sufragio de abril próximo nos lleve al despeñadero, en lugar de llegar con la frente en alto al Bicentenario de la República.

(1) https://especiales.elcomercio.pe/?q=especiales/los-chats-de-vizcarra-y-hernandez-ecpm/indeex.html)