Carlos Hakansson
Ni juntos, ni revueltos
Congresistas sin bancada, síntoma de la crisis política

Las últimas deserciones congresales dieron como resultado que la segunda fuerza más numerosa del pleno sean los representantes “no agrupados”. Se trata de congresistas que prefieren estar solos antes que mal acompañados, que pasaron de una bancada a otra aludiendo objeción de conciencia (léase: transfuguismo) o expectorados de su partido por grave inconducta o deslealtad. Los “no agrupados” tampoco comparten afinidades ideológicas que los distingan del resto de bancadas. La gravedad es que su elevado número en el pleno reposa en una acelerada descomposición parlamentaria.
El problema de fondo es que las demás bancadas deberán recurrir a los “no agrupados” cada vez que deseen aprobar un proyecto de ley o tomar una decisión con mayoría absoluta o calificada. Son congresistas que no están juntos ni revueltos, pero sí cuentan a la hora de votar y exigir sus condiciones personales. Unos podrán apoyar desde fuera a su bancada de origen por sus coincidencias políticas, otros ejercerán su voto sin una clara predictibilidad. Se trata de un nuevo efecto perverso causado por la no reelección inmediata de parlamentarios; es decir, a la falta de trayectoria política, disciplina y cohesión interna, ahora se suma el elevado número de deserciones en el hemiciclo.
La Constitución establece que los ciudadanos tienen el derecho de “ser elegidos y de elegir libremente a sus representantes, de acuerdo con las condiciones y procedimientos determinados por ley orgánica” (artículo 31 CP). Ninguna ley o norma de rango inferior pueden afectar ni limitar el contenido constitucionalmente protegido que subyace para el libre ejercicio de los derechos, incluyendo los políticos. Al respecto, la Constitución también establece que “[e]s nulo y punible todo acto que prohíba o limite al ciudadano el ejercicio de sus derechos” (artículo 31 CP). Por esa razón, consideramos contraria al contenido implícito en la Constitución la ley de reforma constitucional Nro. 30906 que estableció que “[l]os parlamentarios no pueden ser reelegidos para un nuevo período, de manera inmediata, en el mismo cargo”.
Si bien la escasez de políticos profesionales era notoria antes de la nefasta reforma constitucional, el Congreso estaba compuesto por alrededor de un 20% de representantes con oficio. El resto de parlamentarios estaba integrado por aventureros, improvisados, lobistas y al final tránsfugas que pasados cinco años no eran reelectos. De no corregirse a tiempo este problema, el deterioro institucional se agravará en cada elección congresal y será peor a falta de partidos organizados con arraigo territorial.
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