Jorge Nieto Montesinos

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Jorge Nieto Montesinos
02 de septiembre del 2014

Pareciera que el gobierno se niega a pasar la página de la crisis Ejecutivo-Congreso

A pocos días de dirimida la votación que le concedió el voto de confianza al Gabinete Jara, y pese al llamado de sus dos principales líderes, pareciera que el propio gobierno se niega a pasar la página de este capítulo. Acaso porque el verbo dirimir tiene un doble significado –resolver un desacuerdo o disolver un acuerdo-, cosa poco probable; o porque la naturaleza de los arreglos que llevaron a esa decisión ha sido poco clara; o contradictoria; o con los actores no indicados; o de sustancia menor; o solo expresiva y no instrumental; el hecho es que seguimos aún en una negada y sorda crisis.

Cabe otra posibilidad: que el ejecutivo esté intencionalmente arrastrando los pies en cumplir los acuerdos para que los que han perdido en ellos tengan cuando menos el bálsamo de la incertidumbre. Es probable. Ojala. Hablaría de una astucia fina y productiva, o de un cuidado con los aliados que hasta ahora no se ha visto. Como sea, el tiempo lento en la resolución de la situación está actuando como fermento y se corre el riesgo que esta se transforme en un amargo trago de vinagre. Hay ya síntomas de ello.

Para empezar, la gestión de los tiempos en la toma de decisiones está empezando a cohesionar a las oposiciones en el sentimiento de agravio. Lo que no ha sido posible por distancias derivadas de la historia política reciente o por falta de habilidad de los liderazgos opositores, puede lograrlo la acumulación de malos humores. Como en las parejas, en la dinámica entre el ejecutivo y el congreso ambos son responsables de la calidad de sus cercanías y de sus distancias. Y en ese binomio es más responsable quien más poder tiene. No se ve, cuando menos en lo discursivo, mucha conciencia de ello en el oficialismo.

También, la lista de lo tratado puede fácilmente empezar a ampliarse. Al cuestionamiento de los ministros derivado de la publicitación de las comunicaciones del ex premier Cornejo pueden añadirse otras. Quien lleva la delantera en esa lista es el general (r) Ministro del Interior. Lo defiende su hiperactivismo y popularidad, y los efectos de ella –reales o supuestos- en la aceptación presidencial. Pero el entusiasmo para insuflar cifras; o exculpar e inculpar a ciudadanos sin atribuciones para ello; o insultar a quienes le critican; o banalizar los problemas del sector; lo están sacando de su zona de confort.

Las elecciones de octubre, hasta ahora confinadas al ámbito vecinal o regional, han empezado a politizarse. O al menos eso parecen querer los principales líderes extraparlamentarios. Acumular no por la victoria de sus candidatos sino por la derrota del gobierno. Una derrota que hasta ahora era de discreto y hasta comprensivo walk over, pero que podría derivar en algo más que eso.

Y hasta aquí solo los políticos. La calle aun no expresa sus humores. Los rumia. Como en el tema de las cotizaciones de los trabajadores independientes a las administradoras de fondos de pensiones. Todo es silencio. Aún. Pero ya se insinúan por aquí y por allá disensos más bullangueros.

La capacidad de gobernar supone una mezcla triple: competencia política de los actores; potencia de los pactos institucionales; viabilidad y consenso social. Esta crisis, aún en curso, ha revelado que tenemos poco de lo primero; algo más, no mucho más, de lo segundo; y bastante más de lo tercero… todavía. Prolongar la situación solo acarreará costos. Lo que fue, ya fue. Pasen la página. Ya. Solo hay que mover el índice…

Por Jorge Nieto Montesinos

Jorge Nieto Montesinos
02 de septiembre del 2014

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