José Andrés Tello

Miyashiro y su negación a la no reelección

Caudillismo y desinstitucionalización de los partidos políticos

Miyashiro y su negación a la no reelección
José Andrés Tello
22 de febrero del 2018

 

"Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero

no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo".

Abraham Lincoln

 

En un conocido programa dominical de televisión se pudo apreciar, para el mayor asombro, cómo el alcalde de Chorrillos, Augusto Miyashiro Yamashiro, fue protagonista de un lamentable episodio, cuando le faltó el respeto a los padres de un menor que recientemente había muerto en un accidente ocasionado por el mal estado de la infraestructura deportiva de ese heroico distrito. Y no fue solo eso, sino que además hizo un uso descarado de recursos materiales y humanos de su comuna para favorecer la campaña de su hijo, a quien el referido alcalde ha decidido ungir, a priori, como su sucesor en el gobierno edil.

En las elecciones municipales del 7 de octubre ya no habrá reelección para los actuales burgomaestres en ejercicio. Dicho impedimento en nuestro sistema electoral nos conduce a una situación novedosa: la manera como los alcaldes impedidos de reelegirse buscan mantenerse en el cargo negado a través de familiares directos, consanguíneos o afines, según sea el caso.

Analizar esta conducta política hoy, sin aún contar con la información estadística correspondiente (esa prueba empírica basada en evidencias pos electorales), no nos permitiría indicar la real dimensión de este fenómeno político; empero sí podemos dar algunos alcances que adviertan al lector respecto a dos variables existentes en torno a la reelección edil vigente en elecciones pasadas.

La primera, el caudillismo. Somos un país históricamente caudillista, hecho que lógicamente condice con el bajo nivel de institucionalidad de nuestro sistema político. Un país con un sistema de partidos sin partidos, pero con políticos, donde siempre resalta la imagen del Mesías, el iluminado, el líder individualista, lejano de cualquier modelo institucional e incluso lejano de cualquier propuesta ideológica clara.

La segunda, la incumbencia. En palabras de Beatriz Córdova y José Incio (2013), no es más que la ventaja de todo tipo que asiste a cualquier autoridad en el ejercicio del cargo, respecto a sus competidores, cuando decide postular a la reelección para ese cargo.

Hoy en día, que no hay reelección de alcaldes, el tema de la incumbencia debería quedar de lado. Sin embargo, ahora algunos alcaldes en ejercicio buscan utilizar todas las ventajas que les asisten por el cargo para favorecer a hijos, hermanos, esposas, cuñados o quizás “amigos confiables”, que les cuiden el cargo durante cuatro años hasta que nuevamente puedan postular.

Si revisamos los resultados de las pasadas elecciones municipales advertimos, por ejemplo, que los alcaldes distritales que fueron a la reelección en la elección del año 2006 representaron el 62.15%, y solamente el 35.27% fue reelegido; en el 2010, el 56.53% buscó reelegirse y solo el 33,59% lo logró; y para el 2014, del 60.62% de candidatos, tan solo el 17.41% pudo reelegirse. Las estadísticas nos dicen que el elector castigaba con la no reelección al alcalde que no colmaba sus expectativas. En síntesis, los tres últimos procesos electorales presentaron una media del 59.76% de alcaldes distritales que buscaron la reelección.

Esto demuestra que las organizaciones políticas preferían secundar estas candidaturas antes que abrir el juego democrático a nuevos cuadros. Es decir, estas organizaciones preferían llevar de candidato a un alcalde que iba a la reelección, “incumbente”, con una imagen pública vendida y los recursos logísticos necesarios obtenidos gracias al ejercicio del cargo, que llevar a un nuevo cuadro que —si bien revitalizaba la imagen de la institución como tal— no encaja dentro de un esquema caudillista como el existente en nuestro sistema de partidos: desinstitucionalizado y sin partidos, pero con políticos.

En resumen, en el desarrollo de esta contienda electoral quizás apreciaremos como se abre el juego para los hijos, esposos, hermanos, familiares, amigos afines y leales o hasta amantes del alcalde en ejercicio, con la finalidad de asegurar su candidatura en el partido o movimiento político. SE cierra así el paso nuevamente a una transición democrática, meritocrática e institucional de las elites con nuevos cuadros políticos. Miyashiro constituye, pues, un caso de negación a la no reelección, ¿Cuántos más se presentarán? Ojalá que no sean tantos, ni que nosotros seamos tontos.

 

José Andrés Tello
22 de febrero del 2018

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