Guillermo Vidalón

Minería: el desafío social

Una actividad que puede mejorar la calidad de vida de muchos peruanos

Minería: el desafío social
Guillermo Vidalón
12 de octubre del 2023


Hacer minería en el Perú se ha convertido en un gran desafío para las empresas del sector, por las expectativas que surgen durante el proceso de exploración y, mayores inclusive, las que aparecen cuando se ha determinado que un yacimiento debe pasar a la etapa de construcción. Las perspectivas que la población respecto de la actividad minera depende de cuan cerca o lejos esta se encuentre. No obstante, una visión de país implica analizar a la minería en su potencial, cómo puede impactar favorablemente en el desarrollo del conjunto, así como también sus posibles impactos ambientales, sociales, económicos, culturales, etc.

Una visión compartida, debidamente difundida entre la ciudadanía, llevaría a la conclusión que la minería es el sector que podría generar los recursos necesarios para financiar el cierre de brechas sociales donde las distancias son mayores, las zonas altoandinas. El 5% de la población peruana se encuentra en situación de extrema pobreza; y de este grupo, el 68% reside en los Andes, según el INEI.

Cuando se observa que una mina ubicada sobre los 3,500 m.s.n.m. cuenta con diversos servicios que no dispone la población asentada en el entorno, emerge la pregunta ¿por qué si la operación minera provee significativos ingresos al Estado no se atiende a la población como correspondiese? La razón fundamental es que los funcionarios del Estado atienden prioritariamente a los conglomerados humanos más numerosos, y existe una racionalidad en este tipo de decisiones. Sin embargo, la constatación de esta realidad genera una percepción errada, como que les correspondiese a las empresas mineras asumir el cierre de brechas, cuando el responsable es el Estado. La confusión es mayor cuando se asocia a la empresa minera con la existencia de la pobreza y se le suma el riesgo ambiental. Esto genera una distorsión en la percepción de la opinión pública y una vulnerabilidad en el sector minero. 

Los funcionarios del Estado también enfrentan otro desafío: la mayoría de las estrategias de intervención para combatir la pobreza y pobreza extrema han fracasado o, en el mejor de los casos, no han logrado el objetivo para las que fueron diseñadas. Hay quienes señalan que se requiere un abordaje de la pobreza multidimensional, lo cual es cierto; pero cuántos profesionales de calidad en la educación y la salud pública desean trasladarse a esas zonas, donde consideran que no existen incentivos suficientes, más allá de la legítima expectativa económica.

Tengamos presente que las poblaciones altoandinas se mantienen principalmente a esas alturas porque no encuentran otras opciones de vida. Quienes proviniendo de esas zonas decidieron emigrar hacia conglomerados urbanos de la sierra o de la costa, lo hicieron en busca de mejores oportunidades. Y no hay razón para imaginar que los actuales residentes de zonas frías –al menos un gran sector de ellos– no quisieran hacerlo. En el pasado, la proporción de ciudadanos que habitaban zonas rurales era mayor que en las urbanas, pero esa tendencia ha sido revertida.

Comunicacionalmente, la minería tiene que rechazar todo tipo de análisis que la asocien con el origen de las brechas sociales, porque es algo que no se corresponde con la realidad. También podría hacer énfasis en que la mejor estrategia para la superación de la pobreza no está en el establecimiento de subsidios, porque arraigan a un sector de la población en zonas donde las condiciones climáticas son adversas, manteniéndolas en dicho escenario por el eventual beneficio económico que podría proporcionarles el Estado o por el que consideran obtendrían de una operación minera. Tampoco es adecuado asociar la cultura a la tierra. Los judíos fueron errantes durante cinco mil años antes de establecerse el Estado de Israel y mantuvieron su cultura y religión durante ese período.

¿Qué hacer? En primer lugar, consensuar un conjunto de estrategias en las que el sector privado esté presente de manera colaborativa; pero es el Estado el responsable de su implementación por ser un ente sin plazo definido, a diferencia de las expectativas empresariales.

La información sobre la actividad minera, más allá del debate acerca de la población ubicada en el entorno a las operaciones, también tiene que estar presente en la generación de opinión pública que respalde su expansión –sea en proyectos brownfield o greenfield–, principalmente porque el Perú posee una de las mayores reservas de cobre y es el segundo mayor productor mundial de este metal, un material indispensable para el cambio de matriz energética y la descarbonización. Asociar la minería con el cuidado del ambiente global resulta indispensable.

En el Perú, lo relevante será asociar la minería con la oportunidad de mejora de la calidad de vida. Por ejemplo, la construcción de infraestructura hídrica para producir más agua que satisfaga la demanda del consumo humano, la agricultura y otras actividades económicas impactará favorablemente en las condiciones de vida de millones de habitantes, porque se podrá ampliar la frontera agrícola, generar más empleo productivo, reducir la pobreza y anchar la clase media que, afortunadamente, sigue apostando por la educación como un mecanismo legítimo de superación de la pobreza intergeneracional.

La minería también impacta favorablemente añadiendo valor agregado a la cadena de valor. Mientras más actividad minera se realiza en el país, aumenta la demanda de bienes y servicios especializados que se producen, generando oportunidades de empleo de calidad para el personal obrero y técnico calificado. Tengamos presente que las exportaciones de proveedores mineros se han consolidado precisamente en la satisfacción de los estándares que requiere la minería.

Cuando se desarrolla una actividad “ancla” como la minería, que permite establecer una perspectiva de largo plazo para el desarrollo de negocios, los privados que deseen vincularse a esta actividad deciden invertir, ampliar sus empresas, consolidarse y exportar; es decir, “vender conocimiento al mundo” producido en el Perú. Y, por lo tanto, pagan impuestos que benefician a los gobiernos municipales, regionales y al gobierno nacional, quienes pueden proyectar con mayor certeza el desarrollo de infraestructura que permita el cierre de brechas y, por consiguiente, la superación de la pobreza.

Las regiones ubicadas en la costa norte, así como Ica, Moquegua, Tacna y Arequipa en el sur, que congregan las mayores participaciones del Producto Bruto Interno después de Lima, se han desarrollado y expandido en función a actividades anclas como la agroexportación y la minería. El aparato industrial del país -casi en su totalidad- está concentrado en Lima porque han seguido la lógica de los actuales “parques industriales”, la proximidad complementa y permite establecer sinergias; pero, acompañando el proceso de industrialización se establecieron instituciones de educación superior como podría ser Senati o Tecsup, el primero promovido por la Sociedad Nacional de Industrias y el último por empresas mineras. 

Cuando se señala que la minería representa una oportunidad para el desarrollo integral del país es porque su expansión demanda un recurso humano mejor formado con mayores competencias, acorde con las exigencias del presente, por eso también promueve una mejor educación, empleando el mecanismo de Obras por Impuestos o participando directamente en sus zonas de influencia.

(texto publicado originalmente en LinkedIn)

Guillermo Vidalón
12 de octubre del 2023

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