Martin Santivañez

Mi muerte fue una exageración

Mi muerte fue una exageración
Martin Santivañez
08 de agosto del 2014

Sobre la campaña de rumores en torno a la salud de Luis Castañeda Lossio

Corría el año de 1897 cuando el New York Journal publicó que el gran escritor Mark Twain acababa de morir. Twain, que por entonces, aunque bastante acabado, estaba vivo y coleando, se apresuró en despachar una graciosa carta al director. En ella decía, con esa fina ironía que lo caracterizaba, que “James Ross Clemens, un primo mío, estuvo seriamente enfermo en Londres hace dos semanas. La noticia de mi enfermedad derivó de la enfermedad de mi primo. La noticia de mi muerte fue, sin duda, una exageración”. Twain siguió dando la lata e iluminando este mundo con su genialidad varios años más hasta conseguir el doctorado honoris causa de Oxford, poco antes de morir, esta vez, sí, de verdad y para siempre.

En política, como en el mundo de las anécdotas, todo es posible. Más aún si hablamos del Perú, un escenario macondiano de tsunamis y retornos electorales. El himno de la política peruana es el vals criollo “Todos vuelven”. Esta es la triste realidad del palenque de nuestra vida pública. Al que las encuestas dan por muerto un día, resucita la mañana siguiente. Y viceversa.

Precisamente por este carácter contingente de nuestra vida pública, aquellos que medran de ella, los saltimbanquis y ayayeros que elevan para luego traicionar, no dudan en atacar a sus adversarios con bajezas y calumnias, conscientes de la volatilidad del electorado peruano. “Hoy te sobonean, pero mañana te despreciarán”, tal es el lema de los mercenarios que emplean cualquier recurso con tal de voltear una campaña electoral.

Solo teniendo clara esta premisa es posible comprender la extensión práctica del todo vale progresista: desde los potoaudios hasta la presunta enfermedad de Castañeda. Solo cuando se comprende que detrás de este tipo de ataques existe una concepción total sobre la política (más bien, sobre la perversión de la política) logramos desentrañar a cabalidad los auténticos móviles de los agentes que impulsan estas acciones. Por lo demás, siempre son los mismos. Paradójicamente, aunque reclaman para sí el puesto de “oráculos éticos de la nación”, los santones de la progresía no dudan en difundir audios chuponeados o rumores perversos. Lo hicieron con Lourdes Flores y ahora lo intentan con Luis Castañeda. El problema no es el candidato. Quien quiera que se ponga al frente del establishment de lo políticamente correcto siempre recibirá de nuestros guardianes de la moral el mismo tratamiento farisaico: mierda, mierda y más mierda. Todo, por supuesto, disfrazado de conciencia “cívica” y de preocupación por la “transparencia”.

No nos engañemos, el doble rasero es el elemento de nuestra progresía. Ignoro si Castañeda está enfermo, no sé si es terminal o si su ausencia forma parte de una estrategia meditada que, a propósito, parece dar sus frutos. Pero la forma en que sus adversarios intentan arrinconarle denota la verdadera catadura moral de los guardianes de la decencia. No quieren a un candidato enfermo.Estos maniqueos incorregibles, estos asesinos de la prudencia lo prefieren muerto. Actúan como sus primos ideológicos. Los terroristas volaban cuerpos; estos destrozan reputaciones, sin importar las consecuencias. Pero su estrategia tremendista no engaña a nadie. Castañeda marcha bien en las encuestas. Al menos por ahora, su muerte es, sin duda, una venenosa exageración.

Por Martín Santiváñez Vivanco @viejoreino

Martin Santivañez
08 de agosto del 2014

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