Alejandro Arestegui
Me niego a participar de esta podredumbre
La proclama de un ciudadano contra los políticos

Esta semana no traigo ninguna columna referida a la geopolítica, economía o la cultura. Simplemente quiero traerles una pequeña reflexión, la situación lo amerita. Y es que estoy seguro de que más de uno de los lectores se ha encontrado con la misma disyuntiva que yo. Nuestro país, sin lugar a dudas, está viviendo épocas de zozobra y de incertidumbre. Es necesario más que nunca abrir el debate sobre el rol del Estado y la política; y sobre todo de cuánto hemos permitido que estos sobrepasen los límites de sus funciones.
Desde hace meses el país vive un estado de zozobra e inseguridad, y la criminalidad parece haberse apoderado impunemente de las calles. Desde olas de robos en Arequipa, pasando por mafias que controlan grandes sectores de ciudades del norte como Trujillo hasta los asesinatos en lugares públicos y a plena luz del día en diversas zonas de Lima. Naturalmente esta situación tan preocupante ha causado alarma, frustración e indignación entre los ciudadanos, no es posible una vida normal cuando uno sale de su casa con el riesgo de ser víctima del crimen. Pero hay una cosa segura, inevitablemente siempre que el país atraviesa una crisis severa, no solamente se trata de buscar culpables, sino también de buscar soluciones, algo que en esta ocasión se nos parece haber olvidado.
Lamentablemente la mayoría de medios de prensa e incluso redes sociales pareciera que están alimentando un ambiente imposible para poder consensuar, pareciera que desean establecer una batalla encarnizada y polarizante. Los acontecimientos ocurridos en la última quincena provocaron que se establezcan dos bandos dentro de la opinión pública. El primer bando (por así llamarlo) culpa a la nefasta gestión del ministro del Interior, Juan José Santiváñez y a la propia presidente Dina Boluarte por la terrible situación que estamos sufriendo. Debido a un apoyo tácito que el gobierno ha estado recibiendo hasta los últimos días, también se ha incluido en esta crítica al Congreso de la república (el cual no hace otra cosa que empeorar su imagen al gastar 13 millones de dólares en un nuevo edificio para el senado).
Dentro del segundo bando encontramos a la gente que, de forma explícita, defiende al Ejecutivo y dirige como principal blanco de sus críticas al Poder Judicial y el Ministerio Público, pero así mismo poco inciden en mencionar un complot por parte de lobistas (popularmente llamados caviares) que tienen tomado a estos organismos desde hace varios años. Dentro de estos personajes que han hecho lobby y negocio manipulando el aparato de justicia desde hace años destaca el controversial periodista Gustavo Gorriti y su controversial Instituto de Defensa Legal (IDL).
La delicada situación de la inseguridad nos lleva a encontrar a los responsables dentro de los políticos y gente de ese entorno, pues es la gente que carga consigo las responsabilidades y la toma de decisiones en el país. Esto es evidentemente cierto, pero a veces nos olvidamos de una cosa muy importante y que pareciera que nos está dañando como sociedad. Nos hemos malacostumbrado a esperar que alguien acceda al poder y cambie radicalmente las cosas, estabilice la economía, mantenga la delincuencia raya y sobre todo haga una depuración profunda de muchos de los organismos del Estado los cuales estén llenos de parásitos que succionan el dinero de los contribuyentes.
Lamentablemente si seguimos esperando pueden pasar años, incluso décadas sin encontrar solución. A su vez, a través del tiempo hemos permitido que el Estado mantenga su monopolio sobre la ley, la seguridad y la justicia, sin embargo, el Estado ha demostrado una vez más su ineficiencia monopolizando este tipo de servicios, sin embargo, no tienen ningún incentivo para mejorar porque pareciera no existir castigos severos o reprimendas a aquellos que usan el aparato de justicia para beneficiar a los suyos. También parece que no existe una solución privada al problema de la justicia (aunque esto ya lo cuestioné en una columna anterior donde hablé de una posible privatización de la seguridad. Es momento de ir pensando en soluciones creativas y alternativas a la inoperancia e ineficiencia del Estado, ya que al parecer este no se responsabiliza por su inacción que causa que tantos inocentes hayan muerto, pierdan sus propiedades, acaben con su espíritu emprendedor o peor aún, vivir con miedo y zozobra todos los días.
Es por ello que mi mensaje es contundente. No nos pueden obligar a tomar bando en este supuesto “debate político”. Mientras el Estado peruano siga funcionando tal cual, siga manteniendo el tamaño actual, siga monopolizando servicios como la justicia y la seguridad, siga teniendo un sistema electoral que impide la gobernabilidad, deje que un poder constitucional autónomo como el judicial se politice entre otros males, yo me niego a participar de este y lo repudio cada vez más. ¿Qué nos da el Estado si además de cobrarnos impuestos, ponernos trabas burocráticas y barreras al progreso encima tiene una educación y salud de la peor calidad y una seguridad y justicia que garantiza impunidad para los criminales?
La situación es clara, así el día de mañana renuncie el ministro Santibáñez, se vaque a Dina o sea haga una reforma improvisada a la policía y el sistema de justicia las cosas van a seguir siendo iguales. Todos los personajes envueltos en esta crisis son nefastos y ninguno merece ser considerado digno de ser salvado por la población, por lo que este debate que divide y enemista los peruanos debe parar en búsqueda de una solución que pueda acabar radicalmente con el tema de la criminalidad.
No nos sorprendamos. En otros países también hay situaciones difíciles y complejas y el debate público también pareciera obligar a los ciudadanos a tomar partido por uno de los bandos. Por poner algunos ejemplos, hace unos días en Turquía la justicia ordenó la detención de uno de los líderes de la oposición, acusándolo de haber alterado fraudulentamente su título universitario para poder postular a la alcaldía de Estambul (en aquel país es necesario poseer un título universitario y tener más de 40 años para postular a altos cargos). Uno podría pensar que el líder opositor Ekrem İmamoğlu es la víctima en todo esto, pero luego nos acordamos de que el año pasado la oposición fue tan mediocre y mezquina que prefirió aliarse con la extrema izquierda y partidos separatistas kurdos con tal de sacar a Erdoğan del poder, obviamente el fin no justificaba los medios. Esto tampoco es motivo para respaldar al actual presidente Erdoğan, ya que su gobierno no está haciendo las cosas bien, sobre todo en el aspecto económico.
Otro ejemplo claro que podemos poner es Guatemala, los ciudadanos guatemaltecos viven en un país inseguro y altamente corrupto. Hace dos años se celebraron elecciones en el país centroamericano y los guatemaltecos de bien tenían que elegir entre un charlatán disfrazado de “outsider” llamado Bernardo Arévalo (que no es alguien nuevo en la política sino es hijo de un expresidente) o elegir a los demás candidatos miembros del status quo altamente corporativista y corrupto de la política guatemalteca. Obviamente si yo fuera guatemalteco demostraría mi indignación viciando mi voto; y es que dos años después de que Bernardo Arévalo y su movimiento “Semilla” alcanzar el poder las cosas no han hecho otra cosa más que empeorar: ha subido la inflación, ha crecido la inseguridad (ha proliferado narcotráfico y trata de personas) y ahora los que se benefician de los favores gubernamentales son el entorno del nuevo presidente y su partido.
Pareciera que en casi todo el mundo los políticos nos obligan a elegir entre el menos peor. Lo peor es que en nuestro país no se observa en el horizonte alguien capaz de ser alguien disruptivo, alguien que permita al ciudadano liberarse de las dos opciones nefastas y tradicionales de siempre. Ejemplo claro es Argentina, con sus aciertos y errores, Javier Milei permitió al ciudadano promedio argentino liberarse de las dos nefastas opciones que habían tenido hasta la fecha (por un lado el populismo y colectivismo nefasto del peronismo pero por otro lado también la mediocridad y tibieza del PRO). Aquí es donde incido que en nuestro país debe existir alguien que no puede hacer bajo ningún motivo relacionado con la nefasta izquierda que tenemos (ya sean los rancios marxistas al estilo Perú Libre o los llamados “caviares” progresistas y de centro) pero tampoco con el populismo fujimorista, que como vemos hasta nuestros días, poco o nada hace por buscar soluciones que ayuden a los peruanos a salir del espiral de violencia en la que nos encontramos.
Por supuesto que no podemos pedir una réplica exacta de un líder de otro país, pero al menos ya se va perfilando cuál es el tipo de persona que necesitamos para tomar el timón y arreglar las cosas en el Perú, alguien que por fin nos libere de la casta política que tanto daño nos hace. Mientras tanto, desde mi humilde tribuna, seguiré impulsando el empoderar al individuo y evitar que el Estado se meta en la vida de las personas. Pues si los políticos no hacen las cosas bien, al menos que no nos estorben.
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