Darío Enríquez

Manipulación mediática, memoria colectiva y tecnología

El denominado “efecto Mandela” solo sería la punta del iceberg

Manipulación mediática, memoria colectiva y tecnología
Darío Enríquez
15 de marzo del 2023


5 de diciembre del 2013. El fallecimiento de Nelson Mandela impacta al mundo. Es una de esas noticias que literalmente recorren todo el planeta, a través de las enmarañadas redes de información de hoy. En el suburbio de una urbe estadounidense, una mujer llamada Fiona Broome piensa que se trata de un error. Ella era entonces una conocida bloguera que trataba temas esotéricos y de misterio. Comunica esa sensación a sus miles de lectores. Para ella, Mandela había fallecido en prisión a finales de los años setenta, en el siglo XX.

Para sorpresa de Broome, muchos de esos lectores dicen compartir con ella la misma sensación. Se trataría entonces del recuerdo colectivo de un hecho que nunca sucedió. De ese modo, para abreviar el relato, se conviene en denominar “efecto Mandela” a la manifestación de una distorsión en la memoria colectiva, de modo que ciertos recuerdos compartidos por un grupo de personas, simple y sencillamente, son falsos, nunca sucedieron. Una suerte de memoria colectiva fallida.

El estado del arte respecto de la memoria y su operatividad nos dice que cuando recordamos no extraemos ese recuerdo de un repositorio en el que se encuentre intacto y perenne, esperando que se le invoque tal cual. Lo que realmente acontece es que lo “reconstruimos”, recurriendo no solo al hecho mismo que deseamos traer de nuestra memoria, sino a todo aquel otro elemento que podría ayudar. Es un proceso subconsciente. Eso genera una mezcla única en cada oportunidad, de modo que podríamos recordar de diferente modo un mismo hecho o experiencia, según un sinfín de circunstancias y contextos en diferentes momentos en que hagamos memoria.

El fenómeno psicológico y fisiológico de la memoria, en principio, es algo que concierne a cada individuo. Pero es fácil constatar con amplia casuística a lo largo de la civilización humana, que a partir de un manejo empírico y hasta inadvertido de este fenómeno, se puede influir y hasta ejercer manipulación colectiva. Además, es claro que situaciones denominables como “efecto Mandela” o similares, pueden darse espontáneamente o suceder como parte de acciones intencionales para producir tal efecto en la memoria colectiva. En otras palabras, tratarse de una manipulación mediática pura y dura.

¿Por qué sucede que aparecen uno tras otro los casos de “efecto Mandela”? Basta un ligero “viaje” por redes sociales y plataformas ciberflaúticas para verificarlo. Sin duda, nuestra experiencia vivencial tiene hoy un espectro amplísimo de estímulos como nunca antes habíamos experimentado. El desarrollo tecnológico tiene mucho que ver en que vivamos en paralelo decenas de “vidas paralelas” por los estímulos sensoriales a los que nos sometemos voluntaria e involuntariamente. La gran diversidad de instrumentos tecnológicos alrededor nuestro definen un ritmo de vida inédito en la historia humana y en gran parte, absolutamente fuera de nuestro control. Peor aún, ni siquiera se requiere mayor esfuerzo de nuestra parte, pues solemos ser agentes pasivos de este bombardeo mediático que no pide ni permiso ni perdón.

Se nos abre un claro y peligroso espacio-tiempo orwelliano para nuestra civilización. El sometimiento mediático de grandes masas de ciudadanos ya dejó de ser sólo un tema reservado para la literatura fantástica. Los más absurdos escenarios de deshumanización y control social totalitario, lucen hoy proféticos y pronto podrían convertirse en crónicas de lo cotidiano.

Hace unas horas, el profesor Jordan Peterson dio a conocer en Twitter un simpático experimento con ese aplicativo de “inteligencia artificial” denominado ChatGPT. Interactuando con tal aplicativo, le pidió hacer dos poemas: uno dedicado a Donald Trump y otro dedicado a Joe Biden. Al margen de la dudosa calidad de los versos producidos, preocupa el mensaje que se transmite en cada caso. Ese mensaje se basa a su vez en información con que se configura y alimenta al aplicativo. El demonio Donald y el arcángel Joe. En este caso es bastante sencillo percatarse de la grosera manipulación con que este instrumento de IA está “martillando” el cerebro de pasivos usuarios. En otros casos no es tan sencillo y la tendencia a producir manifestaciones tipo “efecto Mandela” está abierta y es más que evidente.

En el ámbito internacional, se ve con claridad cómo los hegemones imponen ciertas (falsas) narrativas y ya ni siquiera se cuidan las formas que antes nos hablaban de pluralidad informativa. En el ámbito local, todavía somos mayoría quienes vivimos esos tiempos y hacemos valer los hechos por sobre las fantasías que se ha pretendido implantar como “memoria histórica”. Seguimos tercos con la verdad objetiva como estandarte, pese a todos los esfuerzos desplegados por operadores ideologizados para reescribir la historia de los últimos 50 años. 

Hoy más que nunca debemos estimular, producir y propagar tanto pensamiento crítico como podamos. Más urgente que ningún otro momento de la historia, necesitamos volver a las fuentes originarias de la lógica, la razón y la ética. Requerimos casi con angustia darle un lugar, por supuesto, a las emociones pero impedir a la vez que éstas se conviertan casi en el único criterio decisional. Pero nos damos con la noticia de que estos enfoques críticos, racionales y éticos se hacen cada vez más satanizados.

La verdad, la bondad y la belleza están pasando de moda ¿Estamos preparados para lo que viene? ¿Acaso será como viene siendo, que no nos haremos “problemas” y sigamos “cómodos” como usuarios pasivos? No hay viaje de retorno a la lobotomía mediático-cultural que pretenden operar en nosotros los agentes de la peor acepción de posmodernidad.

Darío Enríquez
15 de marzo del 2023

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