Luis Alberto Sánchez

El gran LAS –por las siglas de su nombre, y como se le conocía en los ámbitos más cercanos– ha sido objeto de un “singular recuerdo”. Y ello, a mi criterio, permite una reflexión, pues su nombre y su persona nos llevan no solo al ámbito académico y político, sino que en esta oportunidad, nos enfrenta de alguna manera, a la ignorancia y al olvido tristísimo que es parte de la carencia de identidad, y de la mala y pobre educación que tenemos, asociada a la poca importancia que se brinda a la historia nacional.

Lo que ha pasado es muy simple y se debe explicar: el 8 de octubre de 2010, se develó el busto con el que se rendía homenaje y recuerdo a Luis Alberto Sánchez en la denominada Plaza de la Cultura; fue durante el gobierno del presidente Alan García, siendo entonces alcalde de Lima, Luis Castañeda. Cabe señalar que ese parque significó la recuperación de un espacio urbano del todo tugurizado y desperdiciado y que, por si fuera poco, queda frente a la casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, universidad primera en América, cuatricentenaria casa de estudios, histórica y fundamental de la que el maestro Sánchez fue rector tres veces. 

Como sucede con el recuerdo de nuestros personajes “queridos”, el busto de LAS dejó de tener atención; estaba sucio y hasta había desaparecido la placa recordatoria del momento en que se develó el mismo. Una muestra de que a muchos, el recuerdo del personaje no era tan importante y que las autoridades ediles, tampoco parecen tener entre sus responsabilidades el mantener y conservar esos monumentos que son parte del ornato y de la memoria urbana.

Quizá por una gran desinformación histórica, por una pésima asesoría que linda en la ignorancia culposa, el 13 de octubre, se aprobó por unanimidad en el Consejo Municipal de Lima Metropolitana la Ordenanza 2572 que autorizaba el cambio de nomenclatura, es decir, cambiar el nombre de Parque de la cultura por el nombre de Parque Luis Castañeda Lossio. La consecuencia natural era colocar en ese parque un busto que recordara al anterior alcalde y obviamente, se retirara, postergara o removiera el busto a LAS.

De inmediato, hubo reacciones en contra y es aquí en donde deseo detenerme porque hoy en día, son muchos los que se rasgan las vestiduras y quieren aparecer como los defensores de Sánchez, de su dignidad ofendida, de su recuerdo, de su imperecedero valor. Luis Alberto Sánchez brilló con luz propia y lo hizo en el ámbito de la historia, el periodismo, la literatura, la narración, la docencia, la vida ciudadana, la buena política entregada y coherente y ello, con un compromiso firme al lado de Haya de la Torre. 

Hoy, luego de conocerse esa Ordenanza, pequeños grupos de defensores de LAS procedieron a limpiar el busto, se emitieron comunicados, yo misma firmé con convicción dos solicitudes a la Municipalidad de Lima para que se retractara de una decisión que era del todo equivocada, pero, ¿será que poner una nueva placa, limpiar el busto, hace más firme al partido de Haya de la Torre? Cuánto más contundente habría sido ver allí menos personalismos y más institucionalidad; una presencia firme, férrea y decidida de ese partido porque es fundamental para la vida política del país y solo será de servicio a la Patria si recupera y hace evidente en todos sus miembros y estamentos los valores fundacionales y honra a sus grandes hombres, que son también patrimonio de todos los peruanos, no solo con acciones circunstanciales, sino con conductas constantes en los individuos y en sus instancias directivas.

Injusto sería no reconocer con hidalguía la conducta asumida por la propia Municipalidad de Lima que luego de la sustentada exposición que realizó la regidora Roxana Rocha el reciente 26 de octubre en sesión del Concejo Metropolitano, se optó igualmente por unanimidad, revocar la decisión que contenía la Ordenanza 2572 y se decidió que no se cambiará de nombre a la Plaza de la Cultura. Luis Castañeda Lossio tendrá, en la gran urbe que es nuestra ciudad, un espacio que lleve su nombre y que signifique un recuerdo a su gestión edil.

La enseñanza de estos hechos es importante: somos pobres en el recuerdo a nuestros grandes personajes y sabemos defenderlos solo en pequeños contextos. Pienso, a veces, que se ha querido utilizar esa circunstancia no para fortalecer la presencia partidaria ni los cimientos fundamentales e históricos de lo que debería ser un sólido aprismo, tal como lo soñaron sus fundadores, sino para el tenue brillo de pequeñas apetencias, que desean poder decir a sus minúsculos grupos, que fueron los hacedores de un hecho que no trasciende en la historia del partido de Haya de la Torre. Ese partido es el que hoy por hoy necesita con urgencia resurgir, para ser esa estrella que luzca en el oscuro panorama de la vida política del país y eso se logrará con unidad y no con personalismos que solo muestran pequeñez y que en nada han encarnado los valores de personas como el propio Luis Alberto Sánchez y mucho menos los de Haya de la Torre.

Nuestros grandes personajes no solo merecen un busto, una placa, ni poner su nombre a una calle o a un parque; requieren que las siguientes generaciones sepan por qué los recordamos y que hagamos nuestras sus virtudes y su valía y, en el caso de LAS, valorarlo por su aporte a la academia y a la buena política, esa que se hace para servir, entregando todo, con disciplina y sin buscar ni esperar retribución personal alguna.

Ganó la cordura y el buen recuerdo a un grande entre nosotros. También se hizo evidente lo mucho que falta por trabajar al interior de un importante partido político y se demostró la fragilidad del recuerdo hacia nuestros personajes fundamentales porque nuestra memoria cívica y ciudadana no los tiene incorporados como parte de nuestra propia esencia nacional.