Los “Vecinos” de Chéjov

En anteriores oportunidades he escrito sobre el empleo de la musicalidad, la repetición, las frases lapidarias, entre otros recursos literarios que me han cautivado en demasía de la prosa de Ánton Chéjov. Médico de profesión, y reconocido escritor de cuentos en todo el mundo, los cuentos de este autor ruso son un referente imprescindible para cualquier escritor, en especial para quienes buscan especializarse en el relato corto. 

En esta ocasión vamos a referirnos al cuento “Vecinos”, en el que Chéjov nos cuenta la historia de la relación entre un hombre y una mujer, que tiene como ingrediente especial la diferencia de edad. El hombre parece llevarle bastante años a la mujer, presentada apenas como una joven. A pesar de la particularidad del tema, no vamos a encontrar a lo largo del relato casi ningún calificativo que condene la unión entre ambos; sin embargo, el autor recurre a un personaje, el hermano de esta joven, Piotr Mijáilsych, quien se encargará de describir al lector todo lo que ve, siente, piensa, opina.

La prueba más evidente de este recurso se aprecia en el momento en que Piotr Mijáilsych va al encuentro de ese hombre mayor, que convive con su joven hermana. Mijáilsych narra con detenimiento el paisaje que va descubriendo a medida que avanza en su camino. Pero hay un momento muy especial, en que Chéjov, a través de la voz de Mijáilsych, nos dice: “Llegó al gran estanque del conde. El reflejo de la nube le daba un aspecto plomizo y sombrío, y de él surgía una intensa humedad. Junto al dique, dos sauces, uno viejo y otro joven, se inclinaban para buscarse cariñosamente”.

De una manera sencilla pero a la vez genial, Chéjov nos describe de cuerpo entero a la pareja de amantes comparándolos con dos sauces: el sauce viejo (el hombre mayor) y el sauce joven (la mujer joven), que se acarician en un ambiente de niebla o confusión. Al final del relato, la imagen de un tronco será nuevamente utilizada, con la diferencia de que esta vez se trata de un tronco viejo y podrido que flota en el estanque.

El infortunio de esta relación está representada por la casa en la que habitan y la historia de un crimen que la rodea. ¡Qué peor desgracia para un amor imposible que vivir en una casa con esta clase de historias macabras! En este tipo de relatos es recurrente que el autor introduzca una especie de minihistoria en su propio relato, que lo ayude a continuar con su narración y sirva para reforzar sus propósitos narrativos. Aquí, esa minihistoria es el asesinato de un joven por parte de Olivier, un hacendado que ha decidido defender el honor de su joven hija; el crimen romántico calza con el argumento central del texto. 

Algo muy particular en este relato también es que Piotr Mijáilsych piensa, medita, duda, pero jamás lleva a la práctica sus pensamientos. Para dejarlo en claro, Chéjov compara a Mijáilsych con Olivier, quien representa la antítesis de Mijáilsych. Ninguna forma mejor para describir a alguien que comparándolo con su opuesto. Olivier es aquel hacendado del que se sospecha que haya matado al joven que se habría enamorado de su hija. Pero Piotr Mijáilsych no hace nada. Se puede envalentonar por ratos, y llegar a considerar el asesinato, pero solo en su imaginación.

Así, para convencernos, Chéjov, nos cuenta qué piensa su personaje, en primera persona: “Olivier fue inhumano, pero, después de todo, resolvió el problema, mientras que yo no he resuelto nada, no he hecho más que enredarlo –pensó, mirando la oscura silueta, que semejaba un aparecido–. Él decía y hacía lo que pensaba, y yo no digo ni hago lo que pienso. Ni siquiera sé con seguridad lo que en realidad pienso…”. 

Sin duda alguna, “Vecinos” es uno esos cuentos clásicos que debemos leer quienes nos apasionamos por el cuento.