Guillermo Molinari
Los aportes de la Neuroeducación en la primera infancia (II)
Tres aspectos que deberíamos conocer sobre cómo se desarrolla el cerebro de los niños
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Las primeras experiencias tienen un gran impacto en el cerebro de un niño y su desarrollo. Al ofrecer actividades que despierten la curiosidad de su estudiante o de su hijo según sea el caso, ayuda a crear vías neuronales que aumentarán su capacidad de aprender.
El cerebro es probablemente el órgano más importante del organismo humano y al que menos cuidado le proporcionamos. Hoy gracias a los aportes de la neurociencia sabemos de la existencia de dos aspectos del cerebro: el racional y el emocional. Por lo tanto, si nos enfocamos exclusivamente en el aprendizaje racional, estaremos ignorando una porción considerable del potencial de los niños. Nuestra inquietud debe enfocarse en que los niños puedan cultivar la habilidad para aprender y gozar de obtener nuevas capacidades, habilidades y destrezas.
Hoy conocemos que las neuronas espejo son células nerviosas que influyen en el aprendizaje y la conducta de los niños desde la primera infancia. Permiten imitar a los demás, lo que favorece el aprendizaje social y la empatía. Se desempeñan de manera vital en el crecimiento social de los niños de 0 a 10 años, y su disfunción se relaciona con conductas sociales inusuales. Diferentes estudios han permitido apreciar el registró de una disminución y un funcionamiento insuficiente de estas neuronas en niños que exhibían tales conductas.
En tal sentido, todo niño aprende a través del ejemplo: pero para ello deben contar con buenos y apropiados modelos, observando a sus padres y adultos que lo rodean, que disfruten del proceso de aprendizaje y adopten esos comportamientos. La complejidad de los procesos vinculados al aprendizaje, incluyen entre sus diversos elementos, factores individuales y sociales que conllevan, la presencia de una habilidad funcional del cuerpo para aprender conductas a partir de la observación de las acciones ajenas, se denomina así el aprendizaje social. Arriaga-Ramírez, J.C. y colaboradores (2006), al citar a Bandura (1969) indican que un mecanismo cognitivo debe medir el tiempo entre la acción de un modelo y la posterior ejecución motora del comportamiento observado, además de las emociones implicadas. La calidad de este mecanismo se debe a que su activación provoca un suceso de interés comportamental, es decir, un patrón motor específico, una condición interna reconocible, que facilitará el aprendizaje social.
Entonces si realmente queremos tener futuros ciudadanos que actúen socialmente respetando las leyes, cumpliendo las normas y asumiendo ética y moralmente sus responsabilidades; los modelos a los que sean expuestos, sobre todo hoy en la que nuestros niños están frente a una fuerte exposición de los medios de comunicación desde etapas muy tempranas.
Por ello es importante comprender y atender las necesidades de nuestros niños, en las que están fundamentalmente las de afecto y de instaurar límites para que aprendan a comportarse adecuadamente, respeten la autoridad y sobre todo no pretendan burlar las normas. Si fuéramos capaces de satisfacer estas necesidades, les proporcionaríamos una sólida base que les va a permitir a futuro enfrentar desafíos y tomar decisiones que le deparen satisfacción.
Según las últimas investigaciones se reconocen tres aspectos que todo padre debería conocer acerca de cómo desarrolla el cerebro de sus hijos:
- Las conexiones sostienen el cerebro. Cuando nace, un bebé posee prácticamente todas las neuronas que necesitará para su crecimiento. El principal contraste entre el cerebro de un infante y el de un adulto radica en las conexiones que se forman entre las células nerviosas. Estas vinculaciones se denominan sinapsis y cada una simboliza un aprendizaje. Cuando disfrutas de momentos con tu hijo, le hablas, lo acaricias o lo abrazas, en su cerebro se generan numerosas conexiones que lo asistirán para afrontar la vida con más recursos.
- El cerebro es intuición y razón. Es esencial entender que la sección más exterior del cerebro se conoce como corteza cerebral y se divide en dos hemisferios, el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho. Las funciones vinculadas al hemisferio izquierdo incluyen "la habilidad para hablar, leer o escribir, recordar los nombres de las personas, ejercer el autocontrol, o mostrar una actitud proactiva y optimista ante la vida". Se podría afirmar que este hemisferio posee una naturaleza racional, lógica, positiva y de control. En cambio, el hemisferio derecho tiene la tarea de interpretar el lenguaje no verbal y es responsable de generar impresiones rápidas, además de establecer un entendimiento global de la percepción. Mediante este hemisferio, podemos detectar pequeños fallos y rectificarlos. Este hemisferio se caracteriza ya que está más centrado en lo artístico, intuitivo y emocional. Concluyendo, el funcionamiento equilibrado de ambos hemisferios va a permitir en el niño un futuro desenvolvimiento adecuado y un desarrollo cerebral completo.
- El cerebro está conformado “por tres cerebros en uno”. A través de un extenso periodo de evolución, el cerebro humano ha pasado por un cambio lento desde sus partes más básicas hasta las más avanzadas. A lo largo de su desarrollo, el cerebro ha creado diferentes estructuras para atender las necesidades humanas, tales como el miedo, la obtención de alimento, la búsqueda de un refugio, la comunicación y la resolución de problemas. En lugar de sufrir una transformación radical, el cerebro ha ido mejorando con el tiempo, añadiendo nuevas capacidades y herramientas. Este proceso de evolución se manifiesta en su diseño actual, que abarca estructuras primitivas, especializadas en la gestión de emociones, y otras más complejas, que se encargan de funciones intelectuales avanzadas. Por ende, es esencial en el desarrollo infantil tener en cuenta los tres elementos que componen el cerebro.
Así tenemos que la capa más fundamental del cerebro, situada en la parte inferior, es responsable de garantizar nuestra existencia, gestionando funciones cruciales como la respiración, el miedo, el pulso cardíaco y la regulación de la alerta, además de la temperatura del cuerpo y el sueño, entre otras. El segundo estrato incluye diversas estructuras relacionadas con el cerebro emocional, capaz de diferenciar entre emociones agradables y desagradables. Finalmente, el nivel más alto es el que nos separa de otras especies, ya que nos permite desarrollar la autoconciencia, emplear el lenguaje, razonar, sentir empatía hacia los demás y tomar decisiones.
Al conocer y comprender esta información, podemos apreciar que el cerebro es un órgano que alberga las necesidades, las emociones y la razón. No obstante, hasta que un niño llega al año de vida, los padres deben interactuar principalmente con el aspecto más básico de su cerebro. En esta etapa, la única solución es atender sus necesidades y reconfortarlo cuando tenga hambre, frío o sueño.
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