Hugo Neira

Los 487: privilegios y sultanismo

Reflexiones en torno al Vacunagate

Los 487: privilegios y sultanismo
Hugo Neira
28 de febrero del 2021


Sigo ocupándome del escándalo del reparto de las vacunas pero no como lo hace la prensa limeña. A una maña política le siguen gacetilleros que eluden lo principal, o sea los vacunados ilícitamente, gente de la jerarquía más alta en la administración. Estoy seguro de que el amable lector habrá también percibido que todo gira sobre tres personas, obviamente Martín Vizcarra —después de lo mucho que lo alabaron— la exministra Mazzetti y Elizabeth Astete, excanciller. Es cierto que el doctor Germán Málaga ha tenido que responder hace poco ante el Congreso. Todo eso da la impresión de un puñado de personas. Cosas así también han ocurrido en países latinoamericanos. Pero nuestro caso no es cuatro gatos. Lo que cuenta son los 487. Lo social. Pero los medios de comunicación buscan su chivo expiatorio ahí donde yo veo algo más ancho y profundo. Una manera de ser. 

Comenzamos por la distribución de las vacunas de modo arbitrario y caprichoso. Pudo salvarse, como ocurre en la Venezuela de estos días. Lo que hizo un gran daño fue el secreteo. En cambio Maduro ha dicho públicamente que la vacunación comienza con los congresistas y el partido, y sanseacabó. A Vizcarra lo traiciona Vizcarra.

Ahora bien, tenemos pues que admitir la ambivalencia social en el Perú de la peste del Covid-19. Por una parte es una maldición pero a la vez, una suerte de bendición. Hemos descubierto nuestra precariedad, los informales, los que si no trabajan hoy no comen mañana. Y creímos que ya estábamos listos para entrar al club de los países del OCDE (¡!) Pero también hemos descubierto la vanidad de los funcionarios. ¡Se les cayó la máscara! ¿Funcionarios, para el servicio a los ciudadanos? ¡Por favor! Estamos ante una revelación, en el actual Estado hay gente con una mentalidad inadecuada a la vida peruana del siglo XXI. Se toman como superiores y en consecuencia, merecedores de privilegios. Lo he dicho, viven en una república pero ellos son neocoloniales. 

Quiero reflexionar a fondo sobre el sentido de ese desdén. Soy profesor universitario y también periodista. Y usaré tres herramientas, o sea, tres conceptos. Patrimonialismo. Luego, sultanismo, concepto que utiliza Jorge Basadre en su último libro antes de morir. Y también, lo que se llama behaviorismo. La palabra behavior quiere decir la conducta de una persona y por ello interesan a los científicos sociales norteamericanos los comportamientos. Y por cierto, empresas, finanzas, mercado, y claro, políticos. Tres llaves para comprender el Vacunagate limeño.

Lo patrimonial es normal, legal: un bien, una herencia. «Mi abuelo me dejó su casa». Pero ocurre que también el patrimonialismo era para príncipes, que usaban palacios y castillos, como si fueran sus propietarios. Y hoy en día, es el caso de la Casa Blanca de USA, en la que cada presidente —y en especial, su esposa— lo decora como le parece. Entonces, si esto es así, los 487 han actuado como si fueran la prolongación de la nobleza criolla que desaparece cuando las primeras constituciones (1823, 1828, 1834 y 1856). Pero por lo visto, como si fueran el Conde Drácula, regresan. 

El otro concepto lo usa Basadre, en las páginas 36-38 de su último libro, y como era un hombre honesto además de su inmenso talento, no deja de decir que proviene de Max Weber. «¿Qué es sultanismo? Es un régimen que ejerce el poder sobre la sociedad. Sin embargo no lo discuten pese a que deja de lado las leyes. Lo que cuenta es el poder como instrumento personal de un líder». Weber incluye el concepto de sultanismo «en la forma de ejercer». Entonces, por una parte, muchos de los 487 se deben haber sentido halagados, agasajados. Como si los invitaran a un viaje en el avión personal del presidente. Por otra parte, ¿cómo decirle 'no' al sultán? 

Ahora bien, la conducta humana no es un misterio, lo entienden psicólogos, antropólogos, sociólogos y en particular, los políticos. Y aquí viene la clave de todo lo que nos rodea, ¿cómo somos los peruanos? Vasta cuestión, ilimitada, enorme. En otras ocasiones he dicho y escrito, en este mismo diario El Montonero, que el paradigma de la integración nacional más que una realidad es un anhelo. Por lo general, se habla de multiculturalidad. Término que se puede usar también en sociedades avanzadas donde el racismo, pese a todo, no ha desaparecido. Los Estados Unidos de Trump es un ejemplo. Para el Perú, lo específico es su complejidad. Así lo entendió mi gran amigo Carlos Franco, la identidad peruana se está formando «en el cruce entre clase, región y etnia». Franco: «la migración constituye la experiencia vital más importante y común a una mayoría de peruanos». Pero la manifestación cultural, es decir las conductas, cambian y se reproducen como los virus. Y pasan por mutaciones. 

Es así como se ha hablado de identidades desde la de cholo —entre insulto y amistad— a la de cultura chicha, idea que tiene también mucho de despectiva. Pero también «burguesía chola» (De Soto). Se ha querido siempre dar un solo nombre a la ciudadanía peruana pero ni Matos Mar nos dijo cuál era. «El nuevo rostro del Perú», de Matos, pero no le pone nombre alguno. ¿Nuevos partidos cholos? Carlos Iván Degregori en su último libro antes de dejarnos (El aprendiz de brujo y el curandero chino) ve la diversidad, pero hay quienes investigaron las tendencias más hegemónicas. Voy a traer a esta crónica algo y alguien que nos define, tras observarnos, una crítica feroz.

Si estuviéramos en un avión, diríamos «abrochen sus cinturones». Miren lo que dice de nosotros. «Observo la vida social, económica y política y se verá como el rencor es en ellas sustancial.» Le llama la atención «el odio». Y sigue:  «¿Cuál es la causa de este mal? ¿Cuál es su remedio? He aquí dos puntos que podrían estudiar nuestros sociólogos. «La causa se encuentra, como ya lo hemos insinuado, en la falta de actividades y de ideales». Y luego nos compara con otros países cercanos: «Pueblos soñolientos y perezosos son presa fácil de los rencores y las envidias». «Nuestra historia está constituida por una sucesión de rencores suicidas». Además, nos dice que «somos incoherentes». «Todos en el Perú, salvo personalidades superiores, tienen una vida incoherente». «Faltan ideas centrales y pensamientos directores». Luego, dice que «el medio social en que se vive tiene la apariencia de un campo de enconada lucha». 

¿Y qué me dirá el lector? ¿El que lo dice es algún marxista, un terrorista? No, el autor era liberal, y muy católico. Otro lector dirá, «un fracasado», «un resentido». Para su sorpresa es alguien que tuvo éxito, alguien famoso, bella carrera diplomática al punto de ser Presidente de la ONU en 1959. Autor de muchísimos libros sobre la vida peruana. Es hora de levantar el velo de la ignorancia, el autor de esa crítica de lo peruano es Víctor Andrés Belaunde. Y los fragmentos vienen de las Meditaciones peruanas. O sea en 1912. ¿Se sorprende? La gente del 900, como Riva-Agüero, como Francisco García Calderón y por cierto Belaunde, fueron sinceros y críticos. Lo que pasa es que los peruanos de hoy no conocen sus clásicos. Y se lee muy poco. Y por lo tanto, no saben que nuestros pecados capitales vienen de un pasado que no muere. 

A Victor Andrés Belaunde lo he traído a esta nota para que se comprenda que nada hemos mejorado del inicio del siglo XX al XXI. Incluso, culturalmente, hemos retrocedido. Prácticamente no hay política, que no solo es ir a llenar las urnas sino que haya partidos y líderes que discutan entre sí. No hay nada de eso. Como muchos lo dicen, lo que creemos política no es sino un canibalismo. Los peruanos tienen un problema, el «otro». Se enfrentan culturas, etnias, cosmovisiones, no partidos. Y se difama en los diarios que cada día venden menos.

Mientras el poder se halle en manos de palaciegos, no tendremos ni nación, ni Estado moderno ni vida colectiva. Y menos progreso y paz. Por eso me preocupan cuantos 487. Ellos son a la vez víctimas y cómplices del sultanato del 2016 hasta estos días. En suma, nos falta ciencia y conocimientos. Y otros comportamientos en materia de vida política. Y escuelas en las que se encuentren jóvenes de todos los estratos sociales. Sino el XXI será un siglo de catástrofes. 

PD: Conozco el libro de Carlos Paredes. Por una parte, es un muy buen trabajo de investigación. Se basa en entrevistas que revelan las trampas y mentiras de Vizcarra. Se ha vuelto ya un best seller. Sin embargo, a mi parecer, el título, El perfil del lagarto, revela no solo al personaje sino al autor. Un lagarto, como metáfora de alguien que es frío. Pero, ¿qué cree el joven Paredes, que un político es un sentimental? En nuestro país no se entiende todavía qué es política, qué es el político y qué lo político. Continuaré el próximo lunes.

Hugo Neira
28 de febrero del 2021

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