Carlos Adrianzén
Lo máximo y lo mínimo; ergo, lo de siempre
Sobre el Plan de Reactivación Económica anunciado por el MEF

Algunos creen que eso de ofrecer de todo a casi todos, funciona. Que contentar con iniciativas retóricas –para casi todos—implican recetas que funcionan. Están equivocados. El detalle en esta materia envuelve el hecho de que, usualmente, lo bueno toma su tiempo en madurar y dar frutos. Mientras que lo realmente malo, es más rápido. Y es que los peores errores de política económica tienen su público, su cuarto de hora de popularidad y una característica clave: son relativamente fáciles de aplicar. Luego, cuando ya es muy tarde, llega la noche y se les hace necesario que miremos hacia otro lado.
Enfoquémonos. Un buen gobierno puede tener que ser austero, y tener que explicarnos el tránsito impostergable hacia procesos de ajuste, tanto macroeconómicamente (lo más frontal) cuanto institucionalmente (lo más esquivo). Y esto hace que un buen gobernante sea una suerte de agricultor, como lo era mi padre: a pesar de la incertidumbre, sembrará y podará lo que otros (en este caso los próximos gobiernos y el pueblo) van a cosechar un tiempo después.
Esta, quizás, es la gran diferencia entre las naciones “agricultoras” (léase, exitosas; ergo ricas, dinámicas, estables y poco corruptas) y las naciones “saqueadoras” (léase: nosotros). Sí, estimado lector, nos hemos creído la narrativa izquierdista local (eso de que somos muy ricos, sin serlo) y no sembramos y podamos a los ritmos perentoriamente requeridos.
En esto, este año todo seguirá igual. Como en los funestos gobiernos de la dictadura socialista setentera y su destructiva Constitución Política, o como en los días de la alianza entre Izquierda Unida y el APRA, se insiste en el arte abusivo de (1) avasallar instituciones; (2) quebrar la responsabilidad macroeconómica; (3) dar regalitos a ciertos mercaderes, cierta prensa o redes; y (4) redistribuir dádivas en forma temporalmente en forma indiscriminada. Esta dibuja una receta comprobada para mayor pobreza, inestabilidad nominal, corrupción burocrática, desmonetización, estancamiento y subdesarrollo. Inexorablemente.
Pero nótese: cuando un gobierno trata de ocupar simultáneamente en las figuras de agricultor y de saqueador algo sabemos con certeza. No se puede desempeñar ambos roles al mismo tiempo. Las medidas lúcidas son muy difíciles de implementar, toman tiempo y pueden ser impopulares. Léase, enfrentar la resistencia de los sectores de izquierda y sus mercaderes. Mientras que las medidas irracionales son fáciles de aplicar (el Congreso normalmente da su apoyo entusiasta o las acepta); y sirven políticamente, si y solo si las aspiraciones del gobierno son limitadas. Tienen una perspectiva miope. Tienen un comodín o tienen una coartada perfecta. Digamos que se sacarían la lotería con un fenómeno meteorológico (tipo El Niño) o un conflicto bélico global ad portas.
Y, tal vez digo yo, esto correspondería al último –y multifacético– Plan de Reactivación Económica del ministro Contreras. Un adolescente que conociese algo de Economía nos diría que es “lo máximo”, pero también “lo mínimo”. ¿Qué ofrece el plan? Pues de todo. En jerga de elector argentino, un poco de Massa y algo de Milei. O sea, Massa.
Pero vayamos de Plan. Y para ello comencemos con las ofertas indeterminadas. Me refiero en primer lugar al ofrecimiento de una Segunda Delegación de Facultades. Una abdicación congresal enfocada en materias de seguridad ciudadana, gestión del riesgo de desastres (El Niño global), infraestructura social, calidad de proyectos y meritocracia. Se habla de ocho decretos legislativos por estudiar y reglamentar. Después de ello, ponderar sus impactos y costos. Actualmente esta es una tarea incierta que puede ofrecer gastos ya presupuestados o incluidos en un crédito suplementario ya considerado. Puede costar casi nada o casi todo.
Luego se ofrece un esquema de protección de la cadena de pagos e impulso sectorial, según el cual se ampliaría el monto de créditos hasta S/ 5 millones y S/ 10 millones, para empresas fuentes generadoras de empleo formal y con impacto en cadena de pagos. En ello se considerarían condiciones especiales de pago (extensión de períodos de gracia y repagos) para sectores más afectados por FEN. Igualmente se ofrece el mejoramiento de las subastas para incluir financieramente a nuevos beneficiarios. El costo de este conundrum crediticio es tan difuso como sus efectos, si algo de esto llega a ver la luz; la iniciativa configura el típico elemento de una receta velasquista setentera. Los efectos tienden a ser despreciables, si no contradictorios. Sin embargo, igualmente aquí cabe esperar para tener una idea concreta si se mejora, minimizándose.
Ante el recurrente fracaso del Agrobanco, a continuación, el MEF se compra un pasaje al primer gobierno de García Pérez y Fondo para, supuestamente, alcanzar la recuperación del sector agropecuario. ¿Cómo? Brindando financiamientos para los pequeños productores de la agricultura familiar, dizque promoviendo esquemas de asociatividad y mejores condiciones para el acceso y pago. A esto se agrega otro Fondo para la Inclusión Financiera del Pequeño Productor Agropecuario (FIFPPA); esta vez, en aras de promover la reducción de intereses de los créditos problemáticos y no problemáticos de Agrobanco.
Ex ante, luce algo muy parecido a maquillaje con un previsible efecto reactivador nulo. Y luego, se trata de cerrar este círculo con incentivos a la inversión en el sector agroexportador, con incentivos a la contratación de nuevos trabajadores y otra ampliación del Seguro Agrario. Todo esto con una retórica indescifrable que impulsaría la apertura y ampliación de mercados de exportación.
Luego, magnánimamente, se plantea incrementar la disponibilidad hídrica para aumentar los niveles de producción y productividad agrícola por decreto. Ejecutando megaproyectos de infraestructura hídrica (Chavimochic e Iruro). Asimismo, se declara incrementar la disponibilidad hídrica para aumentar los niveles de producción y productividad agrícola en Yanapuquio y Chinecas. Con montos, sin “porqués” ni “cómos”.
Luego se aplicaría un shock de destrabe a la minería con medidas de gestión y normativas hechas por la misma burocracia que las administró con Castillo Terrones, optimizando requisitos ambientales y de consulta previa de acuerdo con estándares de calidad de la región; además de mejorar la normativa en seguridad y salud en el trabajo, así como en intervenciones arqueológicas, adecuación ambiental y concesiones en zonas de frontera. Algo tan lúcido como inverosímil.
Pero toda esta batahola de iniciativas (etiquetadas como Impulso a la industria petroquímica, o promoción del acceso al mercado de proyectos de energía renovable eólica y etc.) se opacan frente a uno de sus shocks. Sí… el shock a las APP (con el cual se adjudicarían proyectos de proyectos de infraestructura en agua y alcantarillado o infraestructura agrícola, todos aceleradamente): este merece ser explicado claramente porque se trata de asignar ahorros de otros. Ojo con ello.
Al fin quedó casi nada sin ofrecerse. Entenderá, estimado lector, que esto se parece muchísimo a los discursos de Velasco, Vizcarra o Massa en la Argentina. Frente a ello, espere oír solo lo fácil. No espere nada parecido a una reactivación sostenida en el tiempo.
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