Litio y competitividad: una oportunidad

Hace unos pocos días una mina de litio —metal conocido como “oro blanco”— ha sido descubierta en Puno, brindando la posibilidad de que Perú se convierta en poco tiempo en uno de los principales exportadores de esta valiosísima materia prima. El litio es un elemento químico muy escaso en la superficie de la tierra. Es sumamente útil para la fabricación de aleaciones y acumuladores eléctricos, además sus sales son insumo para la elaboración de antidepresivos.

Hoy los principales exportadores de litio son Australia, Chile, Argentina y China, con 18,700, 14,100, 5,500 y 3,000 toneladas métricas al año respectivamente. Es relevante mencionar que esta es la “época del litio”, pues el precio de una tonelada de carbonato ha pasado de US$ 4,000 en el 2011 a US$ 14,000 en el 2017. Pero resulta necesario mencionar que Perú debe apurarse para no “perder el tren”, pues los expertos estiman que el periodo de recuperación de la inversión no debe superar los 25 años, pues es de esperar que en ese lapso aparezcan otros productos sustitutos al litio. Y eso debilitaría el precio de la materia prima.

Así mismo, la posibilidad de crear una planta de tratamiento del litio ayudaría, sin duda, no solo a que la inversión privada —que hoy viene creciendo al 5%— siga al alza; sino que además generaría nuevos puestos de empleo adecuado, combatiendo la informalidad que hoy día nos debilita como país. Para que sea realidad,hace falta estabilidad jurídica y un Poder Judicial incorruptible. Estas dos son las condiciones necesarias para que cualquier país pueda desarrollarse de manera sostenida, pues el respeto al marco jurídico reduce los puntos básicos que cualquier inversionista le agrega al riesgo país, y también reduce las exigencias del retorno esperado.

¿Seguimos siendo un “mendigo sentado en un banco de oro”? Podríamos responder de dos maneras. Por un lado, el perfil delincuencial de algunos personajes que hoy ocupan cargos públicos resulta lamentable; y demuestra que tenemos un problema como sociedad, pues somos incapaces de producir un medio ambiente que premie lo correcto, lo formal, lo bien ganado. Por el otro, hemos avanzado muchísimo en el fomento de la educación de calidad, aunque todavía resulte elitista. Hoy los denominados Colegios Mayores, que son estatales, preparan jóvenes talentosos, capaces de insertarse en un mercado laboral que premia los méritos, la constancia y la disciplina.

Año tras año nuestros jóvenes traen medallas que ganan a nivel internacional en las competencias de matemáticas o ajedrez. Muchos de estos chicos quieren seguir creciendo profesionalmente, y para eso la educación escolar es gravitante. Aún recuerdo el 2011, cuando visité Moquegua por primera vez y di una charla sobre finanzas personales a niños de nueve años de edad. Todos ellos tenían grandes sueños, querían ser ingenieros de minas, doctores o científicos para trabajar en Moquegua, ayudando a sus padres, quienes gracias a la minería habían logrado mejorar la calidad de vida de todo su grupo familiar.

Entonces no somos —creo yo— “mendigos sentados en un banco de oro”. Nos toca ser luchadores. Estés donde estés, te toca dar la cara, denunciar el robo o la falta de compromiso; y ser modelo para todos, los que hoy te ven y los que vienen. Es con ese comportamiento que lograremos la competitividad y, con ello, el alza de la productividad y un crecimiento económico sostenido.