Jorge Varela
Las tesis de Negri
Y su aplicación contaminante en Chile

Las crecientes movilizaciones y el descontento social de la última década en Chile han dado paso a un apasionante intercambio de opiniones y análisis. En un intento de interpretar desde la raíz las motivaciones de este malestar es fácil caer de bruces en las sombrías tesis neomarxistas del ideólogo italiano Antonio Negri, a quien se le vinculara con las Brigadas Rojas, que el año 1978 asesinaron al líder demócrata-cristiano Aldo Moro.
El concepto negriano de contrapoder como fuerza arrasadora
Ante el declive de la soberanía del Estado-nación, el controvertido Negri ha escrito que es posible explorar el concepto de contrapoder en su forma plena y volver a lo que considera su fundamento conceptual: “el contrapoder es una fuerza excesiva y arrasadora, y un día llegará a ser ilimitada e inconmensurable. Esta tensión entre el exceso y lo ilimitado es el lugar en el que las características monstruosas de la carne y el contrapoder revisten una importancia extraordinaria”. (“Un Contrapoder de Carne Monstruosa, una Democracia Alternativa de la Multitud, una Inmensa Empresa de Amor”, 5 de noviembre de 2007).
Si se padece de delirios anarquistas semejantes a los de Negri, es inevitable enfrentarse a una problemática teórica y política, perturbadora e inquietante. Negri enfatiza que en el actual contexto “necesitamos repensar los conceptos de resistencia, insurrección y poder constituyente, y repensar sus conexiones internas; es decir su unidad de concepto y la práctica del contrapoder”.
Una visión muy diferente tiene el filósofo mexicano Luis Villoro, para quien el contrapoder ‘no impone’ su voluntad, el contrapoder ‘expone’ su voluntad. “El máximo contrapoder tiende a establecer la mínima violencia… Si pudiera ser totalmente puro: sería no-violento” (“El poder y el valor”). En el contrapoder, la violencia solo puede ser usada en circunstancias exigidas de defensa propia. Si el contrapoder se transformara en un poder impositivo más y dejara curso libre a la violencia, se negaría a sí mismo.
Idea sobre la forma de representación del Estado
A juicio de Negri, “estamos ante el cierre de un cierto proceso y de su adecuación más general al debate mundial sobre la forma de representación del Estado”... Es una forma de estabilización o lo que se llama ‘extremismo de centro’, de posideologización del debate… Es una forma de estancamiento o detenimiento, que hay que ver en qué medida es importante… O puede ser, en cambio, un retroceso general, una especie de clausura de un periodo, un reflujo” (Entrevista a Antonio Negri, Antonia Gago, Argentina, 7 de noviembre de 2007).
Hacia una democracia alternativa de multitudes poderosas
Según Negri, lo único que queda por inventar es una democracia nueva y absoluta, una democracia alternativa, “una democracia sin confines ni medida, una democracia de multitudes poderosas; no solo de individuos iguales, sino también de poderes abiertos a la cooperación, a la comunicación y a la creación” (“Un Contrapoder de……”, 5 de noviembre de 2007).
Su tesis principal sostiene que si la forma dominante de democracia que la modernidad y la historia europeas nos han transmitido es ‘una democracia popular y representativa’, “no solo no está realizada sino que es ciertamente irrealizable”; razón por la cual –desde su enfoque– no debería considerarse como un sueño utópico su propuesta de una democracia alternativa de la multitud. “Una democracia de la multitud no solo es necesaria sino posible”, indica en otro texto. (Párrafo del prefacio del libro Multitud: guerra y democracia en la era del Imperio, 2008). “Es preciso construir ahora ese nuevo sujeto revolucionario que es la multitud”. (Entrevista realizada a Toni Negri por Olivier Doubre en 2004, Politis Nº 823)
El caso de Chile: una cuestión de pugna por el poder
Negri ha señalado que la situación de América Latina era (es) geopolíticamente dinámica y no permitía lo que él denomina ´reflujo´, con excepción de Chile. “Un ejemplo claro para mí es Chile, donde parecía que la operación de reflujo y bloqueo estaba consolidada; sin embargo, estalla el movimiento estudiantil y el movimiento sindical”. (año 2011) (Entrevista a Antonio Negri, Antonia Gago, 2007).
Hay quienes piensan, seducidos por Negri, que en Chile se ha incubado una especie de gran contrapoder. Pero lo real es que la sola presencia de estudiantes, de huelguistas, de mujeres y de pensionados, marchando y gritando en las calles, no es suficiente para constituirlo de modo orgánico. Tampoco bastan para consolidar las acciones vandálicas de células anarquistas (acciones directas, les dicen), ni la fusión alucinógena de jóvenes neomarxistas con intelectuales gramscianos (izquierda autónoma). Lo que aqueja al país austral es un largo proceso de malestar e indignación gatillado por injusticias que no se han resuelto a tiempo, acentuado por escándalos de corrupción, agravados por la desconfianza, el descrédito y la ausencia de gobernanza.
Lo que existe en Chile es una disputa obsesiva por el poder, en la que intervienen viejos titulares de una trenza de poderes lánguidos y extenuados, sin respeto por las normas ni la ética, donde lo que está implícito es “una lucha de poder entre los que están hoy en el Parlamento y los partidos ya organizados, versus los nuevos incumbentes” (Ricardo Escobar, ex director de Impuestos Internos, diario La Tercera, 14 de junio de 2015)
La riña es entre grupos de élite
¿No será que en lugar de una hipotética ‘rebelión de las masas’, lo que acontece en Chile es una vulgar y ordinaria ‘rebelión de las nuevas élites? O lo que sería peor, ¿solo se trata de una sucia riña entre grupos de élite?
Esta pugna no debiera reducirse a un debate y combate estéril en torno a la forma de estructurar la organización y redistribución del poder que podría emerger desde la raíz misma del enfrentamiento. En este sentido, una nueva Constitución Política puede ser útil para construir formas de convivencia más democráticas, libertarias y justas, aunque determinados aspectos éticos relacionados con la conciencia individual –como la tentación de perpetuarse en el poder o de utilizar recursos en forma inmoral– son cuestiones que exceden a una normativa jurídica general que tenga origen y fundamento único en la razón histórica temporal de los hombres.
Pensar que la sola vigencia de una norma de rango constitucional les restituirá poder y prestigio a tantos ́impotentes acabados´ que continúan perdiendo autoridad y dignidad día a día, o que ella será suficiente para que algunos ´ucrónicos ilusos e inexpertos´ proyecten su acceso prematuro a los estrados del mismo, es surrealismo puro. Esto sí que sería fumar opio ideológico, embotarse los sentidos y trastornar la conciencia del gran soberano excluido: “el pueblo”.
El sistema político chileno tiene que ampliarse rápidamente. Y para ello es necesario generar una gran democracia participativa, pues los ciudadanos –en su mayoría–ya no se sienten representados por ninguno de los sectores partidistas que hoy se sientan en los sillones confortables del Congreso nacional.
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