Ángel José Málaga

Las otras distancias que nos separan

Las otras distancias que nos separan
Ángel José Málaga
09 de diciembre del 2016

Entre civiles y militares, padres e hijos, ricos y pobres

García Márquez, en Vivir para contarla, relata así su encuentro con dos militares: “Llegaban con sus uniformes idénticos, impecables, siempre juntos y puntuales. Se sentaban aparte, y eran los alumnos más serios y metódicos, pero siempre me pareció que estaban en un mundo distinto del nuestro (…). Hoy me doy cuenta de que las mayores reticencias no eran tan suyas como mías…”.

Los militares compartimos un vocabulario, un modo de vida, unas tradiciones, que son, muchas veces,  incomprensibles para los civiles. En La distancia que nos separa de Renato Cisneros, hay algo que tuvo que juntar a un padre soldado con un hijo escritor: un libro. Y que pudo llevar a Renato a comprender por qué el Gaucho era “duro, pragmático, crudo, porfiado, y normativo”. No el libro de Renato que los junta y para siempre, sino el libro del Gaucho. Sí, el general Cisneros escribió un libro: Coloquios sobre una vocación militar, del cual Renato, en tres líneas, solo menciona haber leído la dedicatoria que su padre le dedicó. (p. 305).

Coloquios… fue mi libro de cabecera en mis años de oficial joven del Ejército del Perú. Contiene la esencia de por qué un militar debe comportarse de una manera en particular, no solo dentro de su cuartel sino dentro de la sociedad, anteponiendo a cada rol que le toque vivir el hecho de ser militar. Son relatos con enseñanzas sobre los verdaderos ingredientes de una vocación militar: el desprendimiento, la abnegación, el patriotismo, la austeridad.

En 1983, año en que el general Cisneros era ministro de Guerra,  yo era un adolescente a punto de terminar la secundaria. Él era uno de los militares que más salían en la televisión. A través de sus declaraciones me hice su admirador: era el tipo de militar que yo quería ser algún día: frontal, inteligente, patriota, macho. No se guardaba nada. Decía lo que pensaba. Era uno de mis ídolos, los otros eran Pinochet, Videla, justamente los generales que el Gaucho, según el libro de Renato, tenía como amigos, como héroes, como ídolos también, y que Renato llama “monstruos”, tal vez con justa razón. Me imagino que los jóvenes que tienen otras vocaciones, tienen también otros ídolos. Es justo, es valedero, es normal.

Desde el afecto y con gran fuerza narrativa, Renato Cisneros ha escrito una gran novela sobre la distancia, para tratar de entenderla y luego reducirla, para que esa separación no sea tanta que llegue a significar fracción, quiebre, rotura. Esa distancia que se acorta y casi desaparece cuando el Gaucho ya se encuentra en el retiro y no usa uniforme, “ese uniforme que también era una envoltura” (p.348). También, cuando ya está muy enfermo y “mi padre soltó su careta de generalote intransigente (…) para convertirse por fin en uno de nosotros” (p.336).

No es fácil reducir esas distancias que nos separan, entre padres e hijos, entre costeños y serranos, entre ricos y pobres, entre civiles y militares… pero hay que hacer el esfuerzo a tiempo, cuando aún no lastiman, desprendiéndonos de las envolturas y las caretas que sean necesarias.

 

Ángel José Málaga

 
Ángel José Málaga
09 de diciembre del 2016

COMENTARIOS