Ursula Chamochumbi

Las mentiras del feminismo

Educar no es adoctrinar ni imponer un pensamiento único

Las mentiras del feminismo
Ursula Chamochumbi
11 de diciembre del 2019


Como todos los fenómenos sociales que vienen dándose en el mundo, el feminismo también es un motivo de polarización extrema entre sus seguidores y sus detractores. No debería ser así; pero es lo que ocurre cuando una de las partes se fanatiza y comienza a atacar indiscriminadamente a la otra parte, que tiene que reaccionar tanto a los ataques como a la imposición de pensamientos, de acciones o de leyes, que no necesariamente aportan al bien común.

Cada vez es más difícil el diálogo entre las partes, más aún llegar a acuerdos. Por un lado están las feministas, cuyo último “logro” es haber creado una canción que insulta tanto el Estado como a los hombres, acusándolos de violadores; y por el otro están los hombres, que se defienden de acusaciones antojadizas o falaces, y los ciudadanos que no creemos en victimismos, fanatismos ni generalizaciones. Peor aún cuando nos damos cuenta que el feminismo actual no dice la verdad, sino que manipula y corrompe.

Es cierto, por ejemplo, que las mujeres somos vulnerables a abusos y violaciones sin importar la edad; pero este no es un problema exclusivo de nosotras, los hombres también lo sufren. Peor aún, como hemos visto en estos últimos años, muchos niños han pasado por ese terrible trance. Que el feminismo capitalice los abusos y las violaciones invisibiliza a las demás víctimas y las sume en un abismo peor del que conocían antes, por el hecho de haber sido abusados, pues ahora prefieren callar. Es cierto que actualmente muchas mujeres se han animado a contar sus historias de abusos, y eso es muy bueno porque las ayuda a sanar; pero también es cierto que muchas se han aprovechado de esto para intentar –en base a mentiras– obtener un poco de atención, arruinar la vida de otras personas o, peor aún, recibir dinero por acusar a personajes públicos.

Otra arista son los maltratos psicológicos y físicos que en algunos casos llegan incluso hasta el asesinato; pero esta violencia –nuevamente– no solo la sufren las mujeres. Es cierto que necesitamos educar para evitar este tipo de comportamientos; pero educar no significa adoctrinar, y está comprobado, que la imposición de un pensamiento único y el adoctrinamiento en diferentes partes del mundo no están dando buenos resultados.

La legalización del aborto es otra de las banderas del feminismo, tanto es así que si no portas un pañuelo verde no puedes ser parte del grupo. Se olvidan las feministas que al menos el 50% de esos seres que buscan matar, antes de que nazcan, son mujeres. Olvidan las terribles consecuencias físicas y emocionales que tiene que afrontar una madre que aborta. Olvidan que el castigo, en una sociedad justa, no debería ser para el inocente.

Habría que recordarles a las feministas que la trata de blancas en diferentes lugares del mundo, incluyendo el Perú, es una realidad muy dolorosa. Y que esas víctimas, que han sido olvidadas durante tanto tiempo, también son mujeres. Sin embargo, no se pronuncian en favor de ellas, no hacen campañas para visibilizar a las mafias que las secuestran, las violan, las golpean y las venden, no les componen canciones pegajosas ni crean coreografías al respecto. Todo lo contrario, callan vergonzosamente ante ellos ¿Eso es miedo o complicidad? Callan igualmente ante religiones que obligan a las mujeres a casarse a los 12 años con hombres de 60, que viven en sociedades donde no tienen derechos, en las que el abuso y los maltratos están a la orden del día.

Por todo esto, señoras feministas, dejen de hablar en representación de las mujeres. La suya no es una lucha verdadera y, debido a eso, caerá.

Ursula Chamochumbi
11 de diciembre del 2019

COMENTARIOS